martes, 28 de febrero de 2017

La singularidad argentina

 Los argentinos tenemos solo una vaga noción de que este país  alguna vez estuvo a la vanguardia del progreso y atraía a millones de inmigrantes con la promesa de “hacerse la América”. En pocos años un desierto despoblado, cruzado de anarquías y guerras civiles, donde la vida no valía nada, adonde muy pocos extranjeros se animaban a recalar, un país casi olvidado, lejos de los flujos de inversión, comercio mundial y las migraciones, pasó a protagonizar un crecimiento poblacional, económico, social y cultural de los que, con la excepción de los Estados Unidos, el mundo no  tenía memoria. Millones inmigrantes se asentaron aquí, convirtiendo a la Argentina en el país que más inmigrantes recibió entre 1880 y 1930, después   de los EEUU. Recibió notablemente más inmigrantes que Brasil, Australia, Canadá, México.
Pero todo eso, como una bruma,  desaparece de nuestra conciencia y nos despertamos nuevamente frente a nuestra realidad cotidiana.
Creo que es tiempo de reconocer el milagro  argentino. Este país no se recuperará sino no renace alguna forma de orgullo nacional, esta vez lejos de toda fiesta chauvinista. Nacimos en un país  increíble, pero no lo sabíamos.
Este libro intenta recuperar ese orgullo. Y voy a aportar datos para ello. No se trata de retórica sino de datos objetivos, no solo numéricos – que los hay- sino más inasibles como las ideas, las polémicas y los mitos que la literatura de ficción y  el ensayo   supieron corporizar y echar a andar. Pero para  que esos mitos existieran algo tuvo que pasar en esta ciudad y en este país.
Lo que sucedió fue la excepcionalidad argentina.

Escribe Ezequiel Gallo:
“El período histórico que me he propuesto analizar a continuación estuvo marcado por una gran expansión de la sociedad y la economía argentinas, expansión que ya contaba con más de cuarenta años en la década de 1920. Son pocos los investigadores de ese período que estarían dispuestos a cuestionar esa idea.
Sin embargo, buena parre de sus trabajos no destacan suficientemente la importancia capital de ese hecho.
Tienden  a concentrarse en lo que podríamos llamar “los aspectos negativos del proceso”, más que en la propia expansión. Las razones de esto son fáciles de comprender: la mayoría de esos estudios hacen hincapié en el análisis de los elementos menos exitosos de la economía en su pasado más reciente”
De más está decir que el sesgo negativo que esos estudios han generado es el que predomina  ampliamente en la cátedra universitaria, en el periodismo, en la cultura política argentina. Cuando se habla de “generación del 80” se saca a relucir lo anecdótico, lo cuestionable, los errores u olvidos, pero se desdeña presentar el cuadro completo. En ese relato, una minoría oligárquica, rapaz y codiciosa se las arregla para esquilmar al pueblo.
Lo que no se entiende es que el pueblo argentino es, justamente, producto de ese proyecto: los millones de inmigrantes que fueron incorporados al país fueron, en gran parte, los abuelos de los ciudadanos argentinos de hoy. No existiría la Argentina tal como hoy la conocemos si no se hubiera puesto en marcha, con sus problemas, injusticias o errores, ese fantástico proyecto de poblar el desierto, de llenar de granjas la llanura y de extranjeros los pueblos y ciudades del país.
Escribió Horace Rumbold, un visitante inglés, hacia 1887:
“Los pronósticos que me atreví a formular en cuanto a su progreso se han cumplido, de hecho, con holgura. El número de inmigrantes que afluyen cada año se ha triplicado. Tan grande ha sido el aumento de su población de la ciudad de Buenos Aires, que en el curso de cuatro años ha pasado de 300 a 400 mil habitantes… Indefectiblemente, el carácter de los porteños del futuro se verá modificado en su esencia por esta  gran infusión de sangre extranjera. (…) Ya nadie pude dudar que la Argentina tiene asegurado un futuro de gran prosperidad. Pacificada y consolidada, la república se ha lanzado felizmente a la carrera entre las naciones, y de todos quienes desean su éxito, ninguno es más sincero que el autor de esta pequeña crónica de una estadía demasiado breve pero interesante y placentera en su hospitalaria tierra”
 Los extranjeros del siglo XIX se sorprendían de lo que encontraban. En vez de un pueblo atrasado, reaccionario, anticuado, cerrado, encontraban la libertad en los rostros, mujeres que no ocultaban su belleza y amaban ser admiradas, amabilidad y buen trato hacia el extranjero. En vez de provincialismo hispanoamericano, encontraban una sociedad cosmopolita y abierta, deseosa de agradar al extranjero. Esa Buenos Aires antigua esperaba ser una metrópoli mundial y todas las esperanzas se dirigían en ese sentido.
Escribió Ruben Darío en 1910
La Argentina crece, se hace fuerte al amparo de una política de engrandecimiento económico; hace que las grandes potencias la miren con simpatía y celebra su primer fiesta secular con el asombro aprobador de todas las naciones de la tierra

José Martí, luchador americano y referente de muchos de los que expresaron al nacionalismo antiliberal, escribió en 1883 este  homenaje a la Argentina que emergía liderando el progreso.
íCuán distantes las tierras del Plata de aquellos tiempos de encomenderos ensañados y fieros querandíes!
En el pago de La Matanza nacen flores ; por donde corrían, sobre fantásticos caballos  Ios indios invasores, corren hoy, como voceros de los tiempos nuevos, Ios ferrocarriles. Ya el ombú no tiene trenos, sino himnos; ya no rinde Ia vida, a  manos de Garay hazañoso.(…). Ni en lenguas secas y ciencias sofisticas educan los colegios a la gente moza, que va de pie, desnuda la ancha frente y limpio de odio el labio, coreando hosannas, en el avantren de una locomotora. Acólitos no dan ya las escuelas, sino agrónomos ; no enfrenadores de almas, sino acariciadores de la tierra.
No vive ya en Palermo el sombrío Rosas ; ni holgando por los campos vaga el gaucho, ora carneando intrépido Ia res rebelde, ora escuchando, encuclillado al pie del lecho recio donde descansa su indolente amada, las coloreadas y sutiles trovas del payador enamorado. Por la pampa no merodean depredadores sino que cruzan,  seguidos de la escolta que porta en astas altas el patrio gallardete, los zapadores nuevos del ejército: los agrimensores.
Sonríe, maravilla y crece Buenos Aires  adelantada y generosa.(…)
Y la nación entera, trece escuelas normales de profesores que se esparcirán luego por los campos y aldeas, a hacer buena la maravilla del pan y de los peces, y criar maestros; y mil quinientas escuelas, pocas aún, con ser relativamente tantas para calmar la sed ardiente de aquel gallardo pueblo: la sed de los caminadores…

Frente a esta realidad de crecimiento, de asombro y saludos de los intelectuales americanos, el pensamiento crítico, inevitablemente nos recordará la desigualdad en la distribución del ingreso, las luchas obreras, la centralización del poder en una aristocracia.

Acepto el reto de discutir esas consignas, convertidas casi en verdades obligatorias y reemplazarlas con afirmaciones basadas en otro enfoque teórico y en evidencias empíricas. No soy historiador y no me debo a ese estilo frío y distante de la Academia. Prefiero polemizar, provocar e incluso equivocarme a ser, simplemente, un relator desapasionado de la historia.

martes, 14 de febrero de 2017

La Argentina como promesa, 1880-1920


 Prólogo


Acostumbrados a la queja, los argentinos tenemos solo una vaga noción de que este país, alguna vez estuvo a la vanguardia del progreso y atraía a millones de inmigrantes con la promesa de “hacerse la América”. Pero todo eso, como una bruma,  desaparece de nuestra conciencia y nos despertamos nuevamente frente a nuestra realidad cotidiana.
Creo que es tiempo de reconocer el milagro  argentino. Este país no se recuperará sino no renace alguna forma de orgullo nacional, esta vez lejos de toda fiesta futbolera o malvinera. Nacimos en un país  increíble, pero no lo sabíamos.
Este libro intenta, ni más ni menos, recuperar ese orgullo y voy a aportar datos para ello. No se trata de retórica sino de datos objetivos, no solo numéricos – que los hay- sino más inasibles como las ideas, las polémicas y los mitos que la literatura y el tango supieron corporizar y echar a andar. Pero para  que esos mitos existieran algo tuvo que pasar en esta ciudad y en este país.
Lo que sucedió fue la excepcionalidad argentina.
“En la historia argentina no existen tres décadas que hayan experimentado una expansión económica tan significativa como las que precedieron a la Primera Guerra Mundial. “( Carlos F. Díaz Alejandro)
En pocos años un desierto despoblado, cruzado de anarquías y guerras civiles, donde la vida no valía nada, adonde muy pocos extranjeros se animaban a recalar, un país casi olvidado, lejos de los flujos de inversión, comercio mundial y las migraciones, pasó a protagonizar un crecimiento poblacional, económico, social y cultural de los que, con la excepción de los Estados Unidos, el mundo no  tenía memoria. Millones inmigrantes se asentaron aquí, convirtiendo a la Argentina en el país que más inmigrantes recibió entre 1880 y 1930 , después , lógicamente, de los EEUU. Recibió notablemente más inmigrantes que Brasil, Australia, Canadá, México.
 La Argentina estuvo en la compañía de Australia y Canadá, desde 1880 a 1920. Formaban, ellos tres, una especie de grupo local, de galaxias que compartían la cercanía de sus estructuras productivas, tamaño  poblacional, inserción al mundo.Pero, extrañamente, las cosas empeoraron mucho y Argentina perdió de vista a sus compañeras. Dejó de pertenecer al Grupo Local agroexportador y modernizante.
Este recorrido de  140 años, desde la promesa del progreso indefinido a la agonía de la decadencia es el que debe ser explicado.  
 Algo grave y definitivo sucedió entre las décadas del 40 y el 50. Algo que irreversiblemente arrojó a la Argentina del brillante lugar en el que estaba. Si en 1940  el PBI per cápita de Argentina era un 67% del de Australia, en 1980 era el 58% y en 2008 era del 40%, solo del 40%.
Argentina era, orgullosamente el país más poderoso de América Latina en términos económicos. Si en 1870 su valor de producción era solo de un cuarto del de Brasil o México, en 1920 había superado a ambas naciones, colocándose a la cabeza de la producción de bienes de América Latina.
Y si hablamos de PBI per cápita, los datos son aun más elocuentes. Mientras que hacia 1880 disputaba el primer lugar con Chile  , hacia 1910 lideraba sin dudas el ranking. Para 1920 su PBI per cápita era de casi 3.500 dólares mientras que el de Brasil no llegaba a los 1.000.  

Pero ampliando la mirada de los datos entre 1900 a 2008 muestran otra realidad. Chile sobrepasó a la Argentina y Brasil, el eterno competidor sudamericano no está tres veces por debajo de Argentina, sino un 60%. Argentina ya no es la cabeza de América latina sino un jugador más, entre los primeros, pero de lejos de liderar de lejos a su grupo de pertenencia, su Grupo Local.
PBI per cápita 1900 a 2008

 Es verdad. Argentina tuvo hace un siglo el puesto número 8 en el ranking mundial  de PBI per cápita.
Pasó del número 13 en 1880 al 8 en 1910. Para 1930 estaba ya en el 16. Ahora está en las cercanías del puesto 50. Unos 12000 dólares per cápita contra 25000 de Australia o 32000 de EEUU.
Frente a este dato el pensamiento crítico, inevitablemente nos recordará la desigualdad en la distribución del ingreso , las luchas obreras, la centralización del poder en una aristocracia. Acepto el reto de discutir esas consignas, convertidas casi en verdades obligatorias y reemplazarlas con afirmaciones basadas en otro enfoque teórico y en evidencias empíricas.
A eso vamos.


El Big Bang argentino


Algo sucedió  en 1880. Sabemos que la  economía no es causa sino efecto de determinadas condiciones, entre ellas, el marco político institucional. En 1880  se resolvieron a un tiempo viejos conflictos que impedían la consolidación de  Argentina.
En primer lugar la ciudad de Buenos Aires dejó de ser parte de la Provincia de Buenos Aires y pasó a ser un Distrito Federal, La Capital del Estado Argentino.
Escribió Alberdi en su última obra , La república argentina en 1880:
“Este cambio es tan grande que solo tiene dos precedentes en la historia argentina de este siglo: 1 la Revolución de Mayo de 1810 en que la monarquía colonial española fue reemplazada por la República Argentina independiente; 2 la Revolución que derrocó a la Dictadura de Rosas, en que las Provincias argentinas, abriendo sus puertos fluviales al comercio directo del mundo, tomaron la parte de la renta y poder que hasta entonces había monopolizado el gobierno de la Provincia-Metrópoli de  Buenos Aires, por las leyes coloniales.(…)
No son personas, son instituciones las que se han caído en el cambio de 1880; son las Leyes de Indias y la Ordenanza de Intendentes, con su obra más genuina, que era la Capital-Provincia de Buenos Aires, en la forma que esas leyes le dieron para avasallar al pueblo argentino, cuando era colonia de España.
A los setenta años de la Revolución de Mayo contra el viejo régimen, la vida de esa institución monarquista y colonial, continuaba siendo un anacronismo, una distracción, un olvido de la Revolución de Mayo. Era tiempo de ultimar a ese resto de la máquina monarquista que nos quedaba como negación de la República”
El otro conflicto pendiente era, sin dudas, la terminación  del dominio indígena sobre la porción sur del país. Sin abrir esta polémica, que daría para una obra específica, baste decir que desde Rosas a Avellaneda se utilizó la solución militar para neutralizar el poder indígena en la Patagonia. La incursión de Rosas, en 1833 fue tan o más sangrienta que la de Roca en 1879. El juicio de hoy no puede imaginar siquiera qué significaba que el Estado tomara posesión efectiva de ese territorio para incorporarlo realmente a la nación en ciernes. La presencia del indio significaba que el riesgo de producir en el sur de la Provincia de Buenos Aires y el oeste de Cordoba imposibilitaba de hecho abrir esos campos a la ganadería o la agricultura. Ningun inmigrante arriesgaría su vida para instalar una granja en la zona de Tandil.
La conquista del desierto implicó la incorporación de 30 millones de hectáreas a la producción agrícola ganadera de Argentina. Como señala Cortés Conde, esto implicó duplicar el stock de ganado vacuno en 7 años.
Por último, en 1880 Julio Argentino Roca asume como el primer presidente de un país en paz. Paz y Administración fue su consigna. El conflicto interno, la guerra civil no había cesado con la  caída de Rosas. Por el contrario, la división entre Buenos Aires y la Confederación, con su corolario militar de Cepeda y Pavón, los alzamientos de caudillos en el interior, la guerra con Paraguay, el alzamiento de 1874, etc. todo ello conmovía el proyecto de la  Constitución de 1853 de abrir al mundo este país, de terminar con el aislamiento rosista, convocar a los extranjeros de cualquier culto a gozar de los beneficios de la libertad, el libre comercio, la instalación de industrias, el cultivo de los campos.
En su primer Mansaje, al asumir el Gobierno en 1880, declaró Roca:
“El Congreso de 1880 ha complementado el sistema del Gobierno representativo federal y puede decirse que desde hoy empieza recién a ejecutarse el régimen de la Constitución en toda su plenitud. La ley que acabáis de sancionar fijando la capital definitiva de la República, es el punto de partida de una nueva era en que el gobierno podrá ejercer su acción con entera libertad, exento de las luchas diarias y deprimentes de su autoridad que tenía que sostener para defender sus prerrogativas contra las pretensiones invasoras de funcionarios subalternos. Ella responde a la suprema aspiración del pueblo, porque significa la consolidación de la unión, y el imperio de la paz por largos años. Su realización era ya una necesidad inevitable y vuestro mejor título a la consideración de la República será el haber interpretado tan fielmente sus votos. En adelante, libres ya de estas preocupaciones y de conmociones internas, que a cada momento ponían en peligro todo, hasta la integridad de la República, podrá el gobierno consagrarse a la tarea de la administración y a las labores fecundas de la paz; y cerrado de una vez para siempre el período revolucionario, que ha detenido constantemente nuestra marcha regular, en breve cosecharemos los frutos de vuestro acierto y entereza.”
1880 es el cierre definitivo de la Revolucion de Mayo y sus conflictos civiles, y el punto de partida de una nueva etapa. No nos equivocamos si afirmamos que en lo esencial ese programa se cumplió.




La Argentina en crecimiento, 1880 - 1915


Durante tres décadas, de 1880 a 1915, la Argentina fue , luego de EEUU, el país con mayor crecimiento poblacional y económico del mundo.
Argentina multiplicó por tres su población entre 1880 y 1914. Un resultado muy superior a países similares o vecinos como Australia (2,25 veces), Canadá (1,85 veces) , Brasil (2 veces) o Mexico (1,44 veces)

UN CASO UNICO EN EL MUNDO

1880
1890
1900
1914
Crecimiento 1880/1914
Argentina
2,559
3,376
4,693
7,885
3.08
Brasil
11,794
14,199
17,984
24,161
2.05
Uruguay
464
686
915
1,223
2.64
Mexico
10,399
11,729
13,607
14,960
1.44
France
39,045
40,014
40,598
41,476
1.06
Alemania
43,500
47,607
54,388
66,096
1.52
Australia
2,197
3,107
3,741
4,933
2.25
Canada
4,384
4,918
5,457
8,093
1.85
Estados Unidos
50,458
63,302
76,391
99,505
1.97

La población de emigrantes elige su destino en base a un cálculo de costo-beneficio. Nadie elige equivocadamente su país de destino. Y si se equivoca, corrige rápidamente emigrando hacia un nuevo destino. La decisión de emigrar es una de las pocas que claramente son de estricto ámbito personal. No es una política  de Estado decidir que 942.000 italianos hayan estado radicados en Argentina en 1914.   Los Estados pueden establecer acuerdos generales, pero los que deciden finalmente son los individuos. Evidentemente las condiciones de cercanía cultural, existencia de connacionales ya radicados facilitan esas decisiones. Pero el hecho de que  entre 1870 y 1914,   5.573.000  inmigrantes se hayan decidido radicarse definitivamente en Argentina y que 2.729.000 se hayan ido del país en busca de otros destinos habla de un éxito: se atrajeron a muchos inmigrantes y la mayoría se radicó definitivamente en el país.
 Después de EEUU, que recibió a 27 millones  de inmigrantes entre 1860 y 1920 lidera el ranking Argentina, con 5,5 millones radicados definitivamente. Le siguen:
Australia con 3,5 millones 
Brasil, con 3 millones
Sudáfrica con 1 millon  
Uruguay con 600.000 inmigrantes.
El resto de los países no registra cifras significativas.
 En suma, Argentina se transformó para millones de personas en el destino preferido, luego de EEUU. Para muchos de ellos, el primer destino, sin lugar a dudas.
Para que eso suceda Argentina tuvo que poner en marcha políticas activas para crear incentivos a la inmigración. La primera de ellas ya figura en el Preámbulo de la Constitución de 1853, por inspiración de Alberdi:
Nos, los Representantes del pueblo de la nación Argentina, reunidos en Congreso General Constituyente por voluntad y elección de las Provincias que la componen, en cumplimiento de pactos preexistentes, con el objeto de constituir la union nacional, afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer la defensa común, promover el bienestar general y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad, y para todos los hombres del mundo que quieran habitar el suelo argentino: invocando la proteccion de Dios, fuente de toda razon y justicia: ordenamos, decretamos y establecemos esta Constitucion para la Confederacion Argentina.
Muchas más ya estaban presentes en el articulado de la Constitución de 1853
Señala Alberdi: “He  aquí el dominio de la libertad económica, que la Constitución argentina asimila a la libertad civil  concedida por igual a todos los habitantes del país, nacionales y extranjeros, por los artículos 14 y 20 .  Así colocada esta libertad fecunda, en manos de todo el mundo, viene a ser el gran manantial de riqueza para el país; el aliciente más poderoso de su población por la introducción de hombres y  capitales extranjeros; la libertad llamada a vestir, nutrir y educar a las otras libertades, sus hermanas y  pupilas”.
Artículo 14o.- Todos los habitantes de la Confederación gozan de los siguientes derechos conforme a las leyes que reglamenten su ejercicio, a saber: de trabajar y ejercer toda industria licita; de navegar y comerciar; de peticionar a las autoridades; de entrar, permanecer, transitar y salir del territorio argentino; de publicar sus ideas por la prensa sin censura previa; de usar y disponer de su propiedad; de asociarse con fines útiles; de profesar libremente su culto; de enseñar y aprender.

Artículo 20o.- Los extranjeros gozan en el territorio de la Confederación de todos los derechos civiles del ciudadano; pueden ejercer su industria, comercio y profesión; poseer bienes raíces, comprarlos y enajenarlos; navegar los ríos y costas; ejercer libremente su culto; testar y casarse conforme a las leyes. No están obligados a admitir la ciudadanía, ni a pagar contribuciones forzosas extraordinarias. Obtienen nacionalización residiendo dos años continuos en la Confederación; pero la autoridad puede acortar este término a favor del que lo solicite, alegando y probando servicios a la República.

Sin embargo la llegada de extranjeros fue muy escasa hasta 1880. Según Alfredo Lattes en La población de Argentina,INDEC. En la década 1860-1870 entraban unos 15000 extranjeros por año.En el Censo de 1869 se registran unos 211 mil extranjeros. En el de 1895 la cifra sube a un millón.  En 1914 llegaron a 2,5 millones, 42% de la población total.
Roca había afirmado que su administración tenía como un objetivo atraer unos 200.000 inmigrantes por año. Su meta casi se cumplió en el quinquenio 1885 a 1890, y, más claramente en la década anterior a la Guerra, período en el que 1,500,000 inmigrantes se radicaron en el país. La Guerra cortó el flujo de inmigrantes drásticamente y éste nunca se repondría: un millón en la década del 20, 300 mil en la del 30, 400 mil en la del 40, 500 mil en la del 50 y solo 70 mil en la del 60.

Inmigrantes por quinquenio
1870 a 1875
100000
1875 a 1880
43000
1880 a 1885
150000
1885 a 1890
602000
1890 a 1895
156000
1895 a 1900
301000
1900 a 1905
244000
1905 a 1910
785000
1910 a 1915
737000
1915 a 1920
-69000

Pero no solo la población crecía. Entre 1880 y 1914 se registraron los siguientes resultados

1880
1914
Exportacion total
62 millones $ Oro
402 millones $ Oro
Exportación agrícola
4        “
214    “
Exportación ganadera
44       “
132     “
Kilómetros de Ferrocarril
3.000
31.000



Crecía la producción agrícola

trigo

maiz

AÑO
superficie
produccion
superficie
produccion
A1890
1202
845
1244
2240
A1900
3250
2766
1009
1412
A1910
5836
3565
3005
4450
A1915
6261
5790
4203
8260

Crecía, por lo tanto, el PBI.

EN MILLONES DE DOLARES
1880
321
1890
475
1900
816
1910
1947
1915
2200


Las variables básicas de la economía subieron entre 3 y 50 veces en esos años. La gran expansión es, sin dudas, la agricultura.

Ganaderia vs Agricultura


“El ritmo de crecimiento ganadero en condiciones de oferta elástica de tierras fue más alto que el del agregado de sus insumos. La disponibilidad de nuevas pasturas permitió alimentar los ganados existentes incrementando su producción en carne o cueros y además, esto es fundamental, su reproducción (como bienes de capital). En la agricultura todo agregado de tierras dependía en cambio no solo de la tierra sino de las disponibilidades de trabajo y capital. Su reproducción no dependía de solo la disponibilidad de tierras. Por ello el ritmo de crecimiento del producto seguía linealmente al del agregado de sus insumos. En ;la ganadería en cambio, el incremento de uno de los factores de la producción (tierra) afectaba el crecimiento del otro (ganados)”(Roberto Cortes Conde, Tierras, agricultura y ganadería)
La agricultura supone transportes, radicación de trabajadores, condiciones productivas del suelo, clima.  De ahí que es una actividad de mayor riesgo que la ganadería. El ganado es el propio transporte, no necesita de ferrocarriles. Las actividades ganaderas tradicionales y largamente conocidas por los trabajadores rurales, las gauchos, no requieren mayor capacitación. En cambio las actividades de preparación del terreno, desbrozo, desmalezado, siembra, cosecha, almacenamiento, transporte, almacenamiento de semillas, uso de tractores, cosechadoras, etc. requieren más tareas que las ganaderas. La ganadería es intensiva en tierra, la agricultura en trabajo y herramientas.
La ganadería tiene además mucho que ver con el culto al coraje, tradición antigua en estas tierras que Juan Agustín García describió magistralmente en La Ciudad Indiana (pag.75)
 “Así se formaba su carácter guerrero y altivo. Sabe que la vida de la ciudad depende del esfuerzo de su brazo y que un momento de olvido o de flaqueza   puede traer la ruina definitiva. En un medio tan favorable, al culto nacional del coraje toma un vuelo extraordinario; domina en absoluto las ideas , aspiraciones y sentimientos. Es la medida de los valores sociales que sirve para clasificar a los hombres, juzgar las acciones, dar la norma  de la moralidad y estimación públicas, crear las distintas jerarquías , las superioridades que mandarán al grupo, proponiéndose como ejemplo a la imitación, porque es la cualidad más útil y necesaria.(…) Odian al extranjero porque no comprenden la simpatía humana, libre y espontanea.(…) Desprecian el trabajo de las artes e industrias , porque no son oficios nobles…”
La Colonia desalentaba la agricultura, la Cencienta de las industrias.
“Al instante se presenta la triste situación del labrador; este   aunque dueño absoluto de una porción de tierra, capaz en otras partes de mantener a un potentado, vive en ella escasamente y se halla sin recursos y sin auxilio para hacerla producir una porción de frutos apreciables que podrían hacer la felicidad de una familia: desconoce enteramente todo género de industrias, labra solamente aquella porción que considera necesaria a su sustento, los que es peor, desconoce enteramente aquel deseo que nace en los hombres de aumentar sus comodidades y sus bienes”(Citado por Juan Agustin García)
Sobre esa base cultural, en la cual la ganadería era un remedo de la caza y de la batalla, en la cual lucía el arrojo y el coraje de cada cual, en la que no valían más títulos que la valentía, con una tradición transformada en poema nacional gracias al Martin Fierro, de lectura obligada en los fogones gauchos, sobre esa base el rechazo a las tareas agrícolas era absoluto. Simplemente no eran tareas para criollos. Había por lo tanto que esperar que los extraños, los extranjeros, algunos de ellos para colmo, herejes, se  hicieran cargo de sembrar, cosechar, estibar y trasportar los productos del campo.
En El Martin Fierro ese chauvinismo se expresa en forma plena y, claro, graciosa:

Era un gringo tan bozal
Que nada se le entendía
Quien sabe ande sería
Tal vez no juera cristiano
Pues lo único que decía
Es que era pa-po-litano

Yo no se porqué el Gobierno
Nos manda aquí a la frontera
Gringada que ni siquiera
Se sabe atracar a un pingo
Si creerá al mandar un gringo
Que nos manda alguna fiera!

No hacen más que dar trabajo
Pues no saben ensillar,
No sirven ni para carniar,
Y yo he visto muchas veces
Que no voltiadas las reses
Se les quería arrimar

Cuando llueve se acoquinan
Como el perro que oye truenos
Que diablos! Solo son guenos
Pa vivir entre maricas
Y nunca se andan con chicas
 para alzar ponchos ajenos

Pa vichar son como ciegos
Ni hay ejemplo de que entiendan
Ni hay uno solo que aprienda
Al ver un bulto que cruza
A saber si es avestruza
O si es ginete, o hacienda

Culto al trabajo “macho” del gaucho, recelo ante la posibilidad de que los ‘gringos’ ni siquiera sean cristianos, insinuación de que son homosexuales (maricas) ,blandos, cobardes, inútiles: esos son, para el criollo argentino, los extranjeros.
“Así es, nos dice Sarmiento en Facundo, como en la vida argentina empieza a establecerse por estas peculiaridades el predominio de la fuerza brutal, la preponderancia del más fuerte, la autoridad sin límites y sin responsabilidad de los que mandan, la justicia administrada sin formas y sin debates.”
“Es preciso ver estas caras cerradas de barba, estos semblantes graves y serios, como los de los árabes asiáticos, para juzgar del compasivo desdén que les inspira la vista del hombre sedentario de las ciudades, que puede haber leído muchos libros, pero que no sabe aterrar un toro bravío y darle muerte, que no sabrá proveerse de caballo a campo abierto , a pie y sin el auxilio de nadie, que nunca ha parado un tigre, y recibídolo con el puñal en la mano y el  poncho envuelto en la otra, para meterle en la boca. Mientras le traspasa el corazón y lo deja tendido a los pies.”
“El gaucho no trabaja; el alimento y el vestido lo encuentra preparado en su casa; uno y otro se lo proporcionan sus ganados, si es propietario; la casa del patrón o pariente si nada posee. Las atenciones que el ganado exige se reducen a correrías y partidas de placer.”

Dice Garcia en La Ciudad Indiana. “En 1744 de los diez mil habitantes, solo treinta y tres eran agricultores. La agricultura es oficio bajo. En la madre patria arar la tierra es tarea de villanos y diervos; en América, de tontos. “Los pastores, dice Azara, consideran mentecatos a los agricultores, pues si se hicieran pastores vivirían sin trabajar, y sin necesidad de comer pasto, como los caballos, porque así llaman  a las ensaladas , legumbres y hortalizas”. En cambio, la lucha con el animal semisalvaje, la carrera al aire libre, mandando maniobra del rodeo, con sus nefros, indios y peones, le recuerda las escenas de la vida feudal, familiares a sus antepasados…Su trabajo no es el esfuerzo metódico, el modesto cumplimiento de la ley bíblica, es un sport lleno de azares, emocionante.”
Este cuadro cultural se iba a conmover profundamente durante la revolución agrícola de 1890 en adelante. En 1880 la agricultura era un renglón casi inexistente en la exportación argentina. En 1920 implicaba el 64% de la exportación.
 La transformación de un campo gaucho y ganadero- con tradiciones de destreza criolla, valentía y fiereza-  en una llanura de pequeñas chacras agrícolas a cargo de familias de inmigrantes significó un giro cultural que quizás nunca se destacó con fuerza. Nacía la Pampa Gringa y los Gauchos Judíos. (Continuará)