Introducción
El ataque a la libertad individual no solo es protagonizado
por los políticos colectivistas, en cualquiera de sus variantes. Para que los políticos actúen fueron
necesarios muchos años de preparación intelectual orientada a derruir la idea
liberal de “derechos individuales” y, más profundamente, a la idea del
“individuo” como realidad .
Ese trabajo lo hicieron la Ciencias Sociales.
Transformar a la “sociedad” en un campo específico de la
Ciencia, aplicando la lógica de las ciencias exactas y naturales fue el gran
programa positivista del siglo XIX. Ignorar al hombre tomando decisiones y
transformarlo en juguete de factores colectivos como clase social, cultura,
“relaciones de producción”, etc. fue la base de ese programa.
En su libro “La contrarrevolución de la Ciencia” Frederick
Hayek desmonta el mecanismo conceptual
utilizado para ese fin:
A menos que podamos comprender lo que las
personas persiguen con sus actos, cualquier intento de explicarlos, esto es, de
aplicarles reglas que relacionen situaciones semejantes con actos parecidos,
está condenado al fracaso
La comprensión de lo que las personas persiguen con sus actos debe
ser, según Hayek, el punto de partida de la ciencia social “subjetiva”, o sea,
basada en la subjetividad de los individuos, de sus fines y de cómo se
representan la posibilidad de acceder a esos fines. En suma comprender la
conducta humana no puede basarse en describir “relaciones objetivas” entre
causas y efectos- tal como hace la Física- sino en comprender cómo se toman las
decisiones personales.
En lo que sigue, trataremos de sintetizar los aportes de
Hayek a la comprensión de los mecanismos que se pusieron en práctica para crear
unas ciencias sociales “objetivas” bajo el modelo de las exitosas ciencias
exactas y naturales.
1-
La enorme pelea que la ciencia mantuvo contra el
irracionalismo es posiblemente la página más extraordinaria que libró el progreso de la Humanidad. La
ciencia tuvo que luchar contra un paradigma que se basaba en la autoridad de
los “sabios”, en la creencia de que las “ideas” sobre las cosas encierran
alguna verdad sobre las cosas y el “antropomorfismo” o sea la idea de que
alguna mente, similar a la humana, era la autora de los fenómenos de la
Naturaleza.
Contra ese paradigma la ciencia tuvo que construir su propia
alternativa.
Su tarea fue, entonces, centrarse en los “hechos objetivos”,
es decir los fenómenos de la naturaleza, al margen de las “ideas” que el hombre
había construido sobre esos fenómenos. Una profunda revisión de los conceptos
para quitarles las capas de creencias, muchas irracionales, que los hombres
habían construido para explicarse fenómenos como el movimiento de los astros,
la vida o la dilatación de los metales. La crítica al “sentido común” fue,
entonces, el sello de la actividad científica. Había que desterrar las
ilusiones, las falsas explicaciones y las creencias infundadas, reconstruir los
conceptos a partir de la observación y análisis de hechos “objetivos”.
En este camino,
justificado para permitir el desarrollo de las ciencias, las prevenciones
contra el “sentido común” fueron creando lo que podrían denominarse “errores
por exceso”.
Los científicos, queriendo emanciparse de las
“explicaciones” precientíficas comenzaron a rehuir de las explicaciones mismas,
reduciendo a la ciencia a la mera “descripción” de fenómenos objetivos. Todo
intento de “explicar” un fenómeno remitía a los errores de la experiencia
humana y a la creencia de una “mente superior” como explicación del mundo.
2-
Estos “errores por exceso” fueron particularmente nefastos
en el campo de lo que en aquellos tiempos se denominaba “Ciencias morales” o
Humanas.
Lo que la gente piensa, las hipótesis que elabora respecto
de sí misma, de las relaciones con otros seres humanos y en relación a la
naturaleza son, justamente, la materia sobre la cual las ciencias sociales
trabajan. El problema fue que el brillante desempeño de las ciencias exactas y
naturales hizo que, naturalmente, los pensadores sociales intentaran aplicar
los métodos de esas ciencias sobre un objeto de estudio radicalmente distinto.
Mientras que unas
pueden dedicarse a analizar objetos y
sus relaciones, la ciencia social no puede analizar a los hombres como “objetos”
sino como sujetos animados de
intencionalidad, necesitados de actuar para alcanzar sus objetivos, seres que
responden a determinadas leyes físicas y naturales, como seres físicos y
biológicos que son, pero en los que su humanidad trasciende la dimensión “
natural” y los incorpora al mundo humano, al mundo del lenguaje, la cultura, el
intercambio de bienes, el poder, el temor, el deseo. Ninguna ciencia natural
está preparada para analizar esta dimensión.
Escribe Hayek :
El
peculiar objeto y los métodos de los estudios sociales no tratan de relaciones
entre cosas, sino de relaciones entre hombres y cosas o de las relaciones que
mantienen los hombres entre sí. Tienen que ver con las acciones de los hombres,
y su objetivo es explicar los resultados no intencionados o no planeados de los
actos de muchas personas
(Todas las citas son de
“La contrarrevolución de la Ciencia”. Aparecen en itálica)
Este pensamiento apunta a demoler a “las cosas” como objeto de
investigación social, centrando a las ciencias sociales en el estudio de cómo
del hombre se relaciona con las cosas y con otros hombres. Y, además, una clave
de esta afirmación está contenida en la última parte, “explicar resultados no
planeados de la acción humana.” Si no hubiera efectos no previstos de la acción
humana, su estudio sería tan simple como el estudio de una sociedad animal,
como hormigas o abejas. Si el mecanismo social fuera de respuestas previsibles
a estímulos conocidos solo bastaría con “describir” esos eventos repetitivos,
como el zoólogo hace con la conducta animal. Pero lo que la ciencia social no
puede hacer, aplicando los métodos de
las ciencias naturales, es anticipar efectos imprevistos. Ese reino, el de la
impredictibilidad , es justamente el reino de la ciencia social. Por definición,
un efecto no previsto no es definible en términos de una ecuación. Escapa a
cualquier modelo matemático ya que no se ajusta a ninguna curva matemática
conocida.
Por otra parte, los efectos imprevistos, son causa de una
larga cadena de acontecimientos, algunos de los cuales son, nuevamente, imposibles
de prever. La realidad social, por lo tanto, es a su vez, una realidad de alta
complejidad.
El objeto propio de la ciencias sociales, entonces, aquello
que las diferencia esencialmente de las ciencias naturales, es en palabras de
Hayek el siguiente :
Las
ciencias sociales en sentido estricto, es decir, aquellas que recibían el
nombre de ciencias morales tratan de la acción consciente o reflexiva propia
del hombre, de actos de los que puede decirse que una persona realiza en
función de una elección entre varias alternativas que se le presentan.(…) En
sus decisiones conscientes, el hombre clasifica los estímulos externos de una
forma que sólo conocemos a través de nuestra experiencia subjetiva de este tipo
de clasificación. (…) Nuestro proceder se basa en la experiencia de que el
resto de la gente, en general (aunque no siempre) clasifica impresiones
sensoriales del mismo modo que nosotros (…) En lo que concierne a las acciones
humanas, las cosas son lo que la gente que actúa piensa que son
No importa, entonces, la realidad “física” de un objeto sino
su significado, el modo en que es
clasificado por el hombre. Las herramientas son elementos físicos utilizados
para “servir” para algo. No importa por lo tanto cuál es su material o su
mecanismo, solo importa que para las personas “sirve para” (cavar la tierra,
cosechar, clavar un clavo, etc.) No son los caracteres físicos de la
herramienta sino su propósito lo que le
otorga sentido.
De ahí que por doble vía, es evidente que las ciencias
sociales son “subjetivas”: lo son en
cuanto no interesa la realidad material de las cosas sino las ideas que la gente tiene sobre para que sirven las cosas. Y,
además, el observador “comprende” lo que la gente piensa sobre los objetos,
porque comparte con los grupos o personas que analiza unas experiencias
comunes, experiencia inexistente en las ciencias naturales.
Los hechos de las ciencias sociales …se
diferencian de los hechos de las ciencias físicas en que son creencias u opiniones que sostienen los
individuos; creencias que, como tales, son nuestros datos, independientemente de que sean verdaderas o
falsas, y, lo que es más, no podemos observarlas directamente dentro de la
mente de los individuos, sino que hemos de identificarlas a partir de lo que
ellos hacen y dicen, merced a que
tenemos una mente similar a la suya (Subrayado nuestro)
Es una clave del pensamiento hayekiano la referencia a que
conocer al otro se basa en compartir una misma estructura mental. No podemos
conocer, dice Hayek, a otra especie, o a extraterrestres, o a locos,
simplemente porque no poseemos su misma mente, no podemos “entender” si no compartimos estructuras mentales comunes.
Pero tener una “mente común” no significa tener “una mente
única”. Cada individuo tiene conocimientos y experiencias únicas. La acción
humana, la de personas o grupos, no se basa en tener un conocimiento completo y
compartido sobre la realidad, sino, por lo contrario, tener un conocimiento
limitado, disperso, incompleto. Esta “imperfección” es un “dato”, desde las cuales las ciencias sociales han de
partir. No existe una mente única, omnisciente y total sino mentes con estructuras
y funcionamiento común, pero no idéntico. El gran tema de las ciencias sociales
es lidiar con este conocimiento particularizado, no centralizado, inabarcable.
Un hecho social solo
se puede entender si se conocen las intenciones de su actor. Tanto las intenciones
del actor, como la comprensión del científico son “subjetivas”. Y esta
subjetividad está por completo fuera del alcance de las ciencias naturales,
“objetivas”, que solo analizan hechos físicos carentes de propósito.
La relación del hombre con las “cosas”, por lo tanto, no se
basa en las características físicas que las cosas tienen, sino en las
características que los hombres creen que tienen, características que importan
en la medida que afecten su vida (recursos, herramientas, materias primas, paisajes
aprovechables, etc.)
Con más razón, las relaciones de “hombres con hombres”.
Relaciones en apariencia puramente biológicas como la de padres e hijos solo
pueden comprenderse entendiendo los propósitos humanos de su desarrollo (poder,
herencia, afecto, protección, producción, consumo, etc.)
La Economía es, sin dudas, la ciencia social que más avances
ha tenido y básicamente debido a que ha podido romper la “dependencia” del
“objetivismo” y, en cambio ha analizado la actividad económica del hombre desde
el punto de vista subjetivo.
En síntesis, Hayek enumera un conjunto de características de
lo social, que hace imposible su
comprensión desde las categorías “objetivas” que cultivan las ciencias físicas
y naturales.
Los puntos que queremos destacar son que en
todos esos campos debemos partir de lo
que los hombres piensan y quieren hacer: del hecho de que los individuos
que conforman la sociedad tienen como guía de sus actos una clasificación de las cosas y eventos en
concordancia con un sistema de percepciones sensoriales y de conceptos que
tiene una estructura común a todos ellos
que nosotros conocemos, porque también nosotros somos hombres ; y que el
conocimiento concreto que posean los individuos será distinto en aspectos
importantes. La acción del hombre hacia los objetos externos, así como también
todas las relaciones entre los hombres y todas las instituciones sociales, solo podrán comprenderse en la medida que
partamos de los que los hombres piensan acerca de ellas. La sociedad tal y
como la conocemos se ha desarrollado sobre la base de los conceptos e ideas que
la gente sostiene; por lo que sólo podemos identificar las fenómenos sociales
en la medida en que estos tengan reflejo en la mente de los hombres.
La
estructura de la mente humana, el principio común por el que las personas
clasifican los fenómenos externos, nos proporciona el conocimiento de los
elementos recurrentes sobre los que las diferentes estructuras sociales
descansan, y solo en función de él podremos describir y explicar esas
estructuras (Subrayados
nuestros)
Las personas no son intercambiables, idénticas. Sin embargo
las estructuras sociales tiene una recurrencia, una permanencia, aunque las
personas cambien, los roles siguen siendo los mismos. Los individuos no son
idénticos, solo comparten similares roles, reemplazan a otros individuos :
Los individuos son, meramente, nodos de la
red de relaciones, y son las diversas actitudes que los individuos adoptan
respecto de sus semejantes ( o respecto de sus actitudes similares o diferentes
respecto de los objetos físicos) lo forma los elementos recurrentes, habituales
e identificables de la estructura
3-
La especial dificultad del objeto de las ciencias sociales es el papel que
tienen las “ideas” en el mundo social. En las ciencias naturales se trata de
analizar y criticar los conceptos habituales, del sentido común, sobre las
cosas y redefinirlos, limpiándolos de las capas de creencias irracionales.
La
especial dificultad de las ciencias sociales … proviene precisamente del hecho
de que en ellas las ideas tienen dos capacidades: pueden ser el objeto de estudio, y pueden ser ideas acerca de ese
objeto
En las ciencias naturales el objeto de estudio y
nuestras explicaciones coincide con la
diferencia entre “ideas” y “hechos objetivos”, en cambio en las ciencias
sociales hay ideas constitutivas de
los fenómenos que queremos explicar e ideas que- nosotros o las personas que
participan del fenómeno estudiado- se forman para explicar esos fenómenos; “ideas
que no son la causa de las estructuras sociales, sino teorías acerca de ellas”
Para simplificar algo burdamente: las hormigas no tienen
ideas sobre por qué actúan como actúan y, menos aún, las comunican. El zoólogo
solo tiene que analizar el comportamiento “objetivo” del hormiguero y desechar
las ideas falsas que la gente ha ido utilizando para explicarse la conducta de
las hormigas.
El sociólogo o el historiador, en cambio, tiene que explicar
la adhesión de la gente a políticas populistas en el nivel de las ideas constitutivas del fenómeno y
también de cómo la gente se explica su
adhesión al populismo, como la explican los ideólogos populistas, los historiadores
populistas, la prensa populista, etc. Confundir ambas dimensiones de
pensamiento lleva a errores y fracasos notables.
El verdadero contraste es entre ideas que,
al ser adoptadas por la gente, se convierten en causas de fenómenos sociales, y las ideas que la gente se forma acerca de
esos fenómenos. …Los cambios de las opiniones que la gente sostiene acerca
de un determinado bien o mercancía, los cuales identificamos como causa de una
variación en el precio de esa mercancía, están claramente en un plano distinto
de las ideas que esa misma gente pudo haberse formado sobre las causas del
cambio en el precio o sobre la “naturaleza
del valor” en general.
Las pseudo-teorias populares, que “explican” conjuntos
complejos como mercado, capitalismo, imperialismo, etc., deben ser desechadas
como “ideas constitutivas” y, en cambio, ser consideradas como
racionalizaciones o explicaciones “populares” sobre fenómenos complejos, como
“teorías convencionales” que deben ser analizadas y mejoradas. La ciencia
social no debe tratar a esas teorías como “hechos” y, en cambio, debe obligarse a analizar los conceptos que
orientan la conducta de las personas y NO las teorías que esas personas
construyen para explicar su propio comportamiento.
Las ideas
constitutivas existen con independencia de los conceptos
que la gente se forma sobre determinados fenómenos
La confusión entre ambos planos ha sido fuente de errores en
las ciencias sociales, protagonizados por el cientismo. Éste rechaza por “subjetivas” las ideas o
conceptos que los individuos tienen y que fundamentan su conducta económica o
social, y en cambio, toman ingenuamente como” datos objetivos”, como “hechos
claros”, las teorías convencionales que
colectivamente se comparten.
4.
Lo que conocemos directamente son los conceptos sostenidos
por los individuos, los individuos actuando, tomando decisiones. De estos
elementos básicos se pueden construir conjuntos, sistemas, modelos más
generales que explican la complejidad de los fenómenos sociales. Se procede por
síntesis, agregación,
Son los conjuntos, los grupos de elementos
que están estructuralmente conectados,
los que aprendemos a aislar de la totalidad de los fenómenos observados sobre
la única base de nuestra capacidad para
reunir los elementos que tienen propiedades que nos son familiares. Ensamblamos
o reconstruimos esos conjuntos a partir de las propiedades conocidas de los
elementos
Lo esencial es que las conductas conscientes de muchos hombres producen resultados no buscados,
imprevistos. Es esa, como ya se ha dicho, la tarea central de las ciencias sociales: detectar
regularidades que “no son producto de ningún plan previo”.
Ese orden espontáneo que surge de manera no planeada produce
una sensación de “vacío”, inaceptable para los cientistas. Para ellos, lo
social es diferente de lo natural porque en los social existen planes,
proyectos, diseños humanos aplicados a la construcción de instituciones y
reglas sociales, económicas, políticas. Cuando se los interroga sobre el origen
espontaneo, no diseñado y , a su vez, tan cotidiano como el lenguaje no suele
encontrarse una respuesta concreta.
Mientras las ciencias sociales no pueden “observar” estos
conjuntos complejos, resultados de los actos individuales- solo pueden acceder
a los comportamientos de los individuos-
lo único que pueden analizar las ciencias naturales son los “complejos”,
los sistemas que se presentan a la observación. Son su punto de partida a
partir del cual retrotraerse en búsqueda de elementos
de los que se componen. Los átomos y las fuerzas no son objetos observables
empíricamente, por la experiencia. Por el contrario, son accesibles mediante el
análisis del plano observable, que
son los conjuntos, los sistemas.
La ciencias exactas y
naturales tratan con objetos preexistentes
, que operan en conjuntos observables.
Su búsqueda es la de las “unidades” (fuerzas) que explican el comportamiento de
esos conjuntos
La ciencia social, en
cambio, trata con objetos “que
construye” conceptualmente. Y tiene acceso directo a los elementos unitarios-
los conceptos y las conductas de los individuos- y no a los conjuntos (grupos, clases,
naciones, culturas)
La ciencia natural es a-histórica, no busca eventos
particulares sino leyes universales. La ciencia social es esencialmente
histórica. Los eventos (revoluciones, descubrimientos, guerras) marcan un antes y un después. Las leyes universales son
pocas y no ayudan a entender cada evento particular.
La ciencias exactas generan modelos de pocas variables
(masa, velocidad, atracción gravitatoria, etc.) . Los modelos de Newton para
explicar los movimientos de los astros del sistema solar excluyen centenares de
variables y se centran en las principales fuerzas de atracción. La naturaleza
no genera efectos imprevistos o azarosos, esos efectos de son causa de otros efectos
imprevistos y, además, es explicable apelando a pocas variables, con lo cual
los modelos matemáticos son extremadamente simples.
5-
Los pensadores sociales intentaron aplicar los métodos de
las ciencias que analizan cosas, cosas que mantienen escasas relaciones unas
con otras y cosas que carecen de intencionalidad. Cosas que responden a fuerzas
físicas y, en el caso de la naturaleza, a instintos que determinan buena parte
de su comportamiento.
Para cumplir, por lo
tanto, su proyecto científico en el territorio de lo humano adaptaron el objeto de estudio a los
requisitos del método, en vez de adaptar el método a las características del
objeto.
Así, impusieron al estudio de la realidad social tres grandes limitaciones, fuentes
de innumerables equívocos y errores que jalonaron en los dos últimos siglos la
marcha de las ciencias sociales.
-El objetivismo:
tratar a los hombres como objetos de la naturaleza, o sea, desconocer sus
motivaciones, objetivos, deseos, odios o amores y, en cambio, analizarlos por
fuera de cualquier categoría “humana”, subjetiva. Al tratarlos como objetos,
los individuos pierden su status de sujetos. Desaparece la subjetividad. Los hombres
solo reaccionan previsiblemente a estímulos. Sus conductas se explican por la
pertenencia de clase, o cultura, o nación.
El objetivismo deriva en el rechazo de la introspección, la capacidad de
comprender a lo humano porque el
científico también es humano. Esta
habilidad de comprender porque se comparte una mente común es despreciada como
“subjetivismo”. Pero justamente nuestra pertenencia a una especie común es lo
único que nos permite entender comportamientos de épocas o culturas muy
distantes a las nuestras. Se rechaza la introspección y se apela al esquema
estímulo-respuesta, típico de los estudios biológicos, para “comprender” el
comportamiento de grupos lejanos.
-El colectivismo:
Despreciar al individuo y dar a las colectividades (grupos, razas, clases,
culturas, naciones) capacidades de la que carecen: tomar decisiones, fijarse
objetivos, actuar de común acuerdo.
El colectivismo
descarta al individuo como elemento esencial del sistema social. Para éste,
el sistema social es un espacio donde se dirime el conflicto entre pobres y
ricos, entre cultos e ignorantes, entre razas, naciones, regiones, culturas,
religiones, grupos de poder, medios de comunicación, grupos económicos, etc. El
individuo teniendo que elegir alternativas para tomar decisiones es simplemente
una dimensión que el colectivismo no toma en cuenta. En todo caso, los
individuos son meramente partículas que conforman los colectivos, sin mayor
incidencia en la toma de decisiones.
Esta visión le permite al colectivismo acceder a la
existencia de “conjuntos” saltándose todas las etapas de agregación que va de
lo individual a lo social. Para el
colectivismo, por ejemplo, existen los “burgueses”, y la pertenencia de un
individuo a esa supuesta clase lo hace receptor de ideas que luego se
realizarán a nivel individual. Lo que no entiende el colectivista es que esos
conjuntos, esos objetos complejos que el analiza sólo existen en la
construcción de su teoría. Nadie vio nunca al objeto “burguesía”, como sí se ve
el objeto “sol”. Nadie vio al Capitalismo ni, mucho menos, al “espíritu
nacional alemán” o al “pueblo ario”: Esos conceptos son, simplemente, construcciones del pensador, que empieza
por el final. Justamente primero hay que demostrar que existen esas clases,
esos pueblos, antes de relatar sus supuestos “intereses”, “objetivos”,
“estrategias”, “decisiones”, etc.
Pero no existen “colectivos” al margen de los individuos. Y
hay que comenzar a entender lo social a
partir de las relaciones entre individuos (colaboración, competencia,
conflicto). Es obvio que el individuo aislado no existe, pero su condición de
actor social no puede dejar de lado
su condición de actor, de individuo
que actúa.
-El Historicismo,
o sea, la supuesta capacidad del científico social de descubrir “leyes de la
Historia”, que le permiten por lo tanto juzgar a instituciones o
comportamientos humanos como “progresistas”, o sea, que coinciden con el
devenir histórico y “reaccionarias”, es decir, que se oponen conscientemente o
no a las –supuestas- “leyes de la Historia”. El Historicismo, además, niega la
existencia de leyes universales. Para él, resulta poco menos que imposible lo
sucedido en épocas remotas de la humanidad. La leyes solo valen para una época
determinada. El historicismo pretende que el historiador acceda directamente a
la observación de “conjuntos” de significación social. Su inicial desapego de
la teoría- reservada solo a las ciencias naturales- fue mutando hacia una
concepción en la que
Bajo la influencia de las corrientes
cientistas de la época vino a presentar la historia como el estudio empírico de
la sociedad del que finalmente saldrían las generalizaciones. La historia iba a
ser la fuente de la que emanaría una nueva ciencia de la sociedad, que, al
mismo tiempo, fuera histórica y sin embargo produjera el conocimiento teórico
que esperábamos obtener acerca de la sociedad
Hay una diferencia significativa entre el estudio de leyes
universales y el estudio de casos concretos, que son, en todo caso, aplicación
de principios generales a eventos específicos para tratar de entenderlos. La
Historia tiene, a diferencia de las ciencias naturales, especial interés en el
evento específico, más que en las leyes generales de desenvolvimiento.
Al contrario de lo que sucede en las
ciencias naturales, donde el lugar preeminente lo ocupa la búsqueda de leyes
generales aplicables a eventos particulares…en la mayoría de las ciencias
naturales, el evento o situación particular es generalmente uno más entre un
gran número de eventos similares…Lo importante para las ciencias naturales es
la ley general aplicable a todos los eventos recurrentes de una clase
determinada. En el campo social, por otro lado, un suceso concreto o evento
único son con frecuencia de tal importancia, y al mismo tiempo de tal
complejidad y tan difíciles de aprehender en todos sus aspectos importantes,
que su explicación y discusión constituyen por sí mismas una empresa que
requiere toda la energía de un especialista.
La tarea del investigador social es recortar algunos
elementos de la realidad para construir con ellos una categoría de eventos. No estudia “la totalidad” sino que debe
destacar algunos elementos por sobre otros, en una tarea de “minería”, que selecciona
ciertos elementos y desecha otros. Y esa búsqueda está guiada por
consideraciones teóricas, por hipótesis, por modelos. No es una búsqueda casual
o azarosa. Ese es el papel de la teoría para la tarea del historiador. No
existe la “totalidad” (una vana pretensión) sino una categorización de
elementos como pertenecientes a una clase o a otra de fenómenos.
De la aplicación de estas consideraciones a
los fenómenos de la historia humana se derivan consecuencias muy importantes.
Significa, nada menos, que un proceso o período histórico no es nunca en sí un
objeto de pensamiento simple y bien definido, solo alcanza esa categoría cuando
planteamos una cuestión acerca de él; y que, en función de la cuestión que
formulemos, lo que estamos acostumbrados a identificar como un evento histórico
simple puede convertirse en cualquier colección de diversos objetos de
pensamiento(…)
Palabras como gobierno, comercio, ejército y
conocimiento no hacen referencia a cosas observables sino a estructuras de
relaciones que sólo pueden describirse mediante una representación esquemática
o “teoría” el sistema de relaciones permanente entre unos elementos que varían
constantemente. Estos “conjuntos”, en otras palabras, no existen fuera de la teoría
con la que los constituimos
Estos conjuntos no tienen existencia por fuera del marco teórico
en el que se constituyen, pero son considerados por gran parte de los
científicos sociales como “objetos”, en el sentido de las ciencias naturales. Y
esa concepción, ingenua, es la madre de las enormes deformaciones que el historicismo
ha introducido en el conocimiento de las sociedades y su historia.
La
ingenua visión que considera los conjuntos de los que se ocupa la historia como
realidades dadas desemboca de forma natural en la creencia de que observación
puede revelar “leyes” de desarrollo de esos conjuntos. Esta creencia es una de
las notas más características de esa historia cientista que, bajo el nombre de
historicismo, intenta encontrar una base empírica para una teoría de la
historia o “filosofía de la historia” y establecer una sucesión necesaria de
“etapas” o “fases”, “sistemas” o “estilos” en el desarrollo de la historia
La sucesión de eventos únicos e irrepetibles (la Revolución
Francesa, el Descubrimiento de América o las Cruzadas) no puede ser explicada
por supuestas “leyes” que surgen de la observación de esos hechos. Es forzar al
límite la credulidad afirmar que esos eventos complejos, irrepetibles, son
“parte” del desarrollo de alguna ley invisible que el historiador nos viene a
descubrir.
La creencia de que la historia humana, que
es el resultado de la interacción de innumerables mentes, ha de estar sin
embargo sujeta a leyes simples accesibles a esas mentes está hoy tan extendida
que pocas personas se dan siquiera cuenta de la increíble pretensión que esta
tesis implica(…) Los autores de estas pseudoteorías de la historia pretender
ser capaces de llegar, por medio de un atajo mental, a la contemplación directa
de las leyes de sucesión de unos conjuntos directa e inmediatamente
aprehensibles.
La importancia sobredimensionada de autores como Hegel,
Comte, Marx, Sombart o Spengler se basa en la suposición de que ellos han
trabajado siguiendo el modelo de las ciencias naturales, en una época en que
dichas ciencias estaban en el cénit y que lo que ellos afirmaban eran verdades
científicas, similares a las que la física, la química o la biología
despliegan.
El marxismo, más que ningún otro, se ha
convertido en el vehículo por el que esta consecuencia del cientismo ha
obtenido una influencia tan amplia que muchos de los adversarios del marxismo,
al igual que sus defensores, piensan en sus términos.
El otro problema del historicismo es el “relativismo”: cada
época solo se explica por los valores de esa época, la mente humana es mutable
e ininteligible fuera de su contexto temporal. Los cambios, o, mejor dicho, las
“leyes” que explican los cambios se explican por la mutación de la mente humana. Así, y en el extremo, habrá pensadores
que afirmen que la lógica es mutable. No existe una “naturaleza humana”
reconocible detrás de los cambios. No hay una “mente” que podamos reconocer
como nuestra, porque comparte con nosotros algunas experiencias básicas. Es
justamente eso lo que hace inteligibles los comportamientos de personas de
otras épocas.
Es la única base de la que disponemos para
comprender lo que entendemos por las intenciones de la gente o por el
significado de sus actos; y es, ciertamente, la base de todo nuestro
conocimiento histórico , puesto que todo él se deriva de la comprensión de
signos o documentos (…) Sólo podemos hablar con sentido de una mente si es como
la nuestra
6-
La compleja mezcla de estas tendencias ha generado un gran
conjunto de errores en la visión del hombre que se ha ido construyendo desde
las ciencias sociales en los dos últimos siglos.
En principio, la incomprensión de que las acciones
independientes de muchos individuos pueden producir conjuntos coherentes que cumplen importantes fines humanos sin que
hayan sido producidos conscientemente, merced a un diseño o plan deliberado.
Por el contrario, estas concepciones tienen un concepto “pragmático” de las
instituciones humanas: han sido creadas conscientemente para un objetivo
explícito, estructuras ordenadas y finalistas. Niegan “propósito útil” a todo
conjunto no diseñado explícitamente para eso.
Al
igual que en los organismos biológicos, en las formaciones sociales espontáneas
observamos con frecuencia que las partes se comportan o mueven como si su
objetivo fuera la preservación de conjuntos. Nos encontramos una y otra vez con
que si alguien deliberadamente tuviera como objetivo conservar la estructura de
esos conjuntos, tendría que provocar precisamente esos movimientos que, en
realidad, ya tienen lugar sin que nadie los dirija
La existencia de instituciones, de las cuales apenas somos conscientes,
pero que arman todo el andamiaje sobre el que desarrollamos nuestra vida es una
realidad que a los cientistas desconcierta e irrita. En palabras de Carl Menger
que cita Hayek:
“La cuestión de cómo es posible que las
instituciones que sirven al bienestar común, y son al tempo las más importantes
para su progreso, puedan surgir sin una voluntad común que persiga su creación
sigue siendo el problema quizás más significativo de las ciencias sociales”(Carl
Menger, Estudio sobre los métodos en la ciencias sociales, 1883)
La ignorancia o la negación de este aspecto central para la
comprensión del fenómenos humanos, ni más no menos que la existencia de
instituciones que no han sido creadas
deliberadamente por nadie y que sin embargo, son esenciales para el
desarrollo de la civilización como el lenguaje, el dinero, el mercado, la
moral, indican que se trata de un área que pone en cuestión la postura política
de los cientistas sociales. Admitir la creación espontanea de instituciones
significa degradar el poder que estos cientistas le dan al hombre para
“moldear” su futuro, desde cero. El iluminismo tenía la pretensión de
infalibilidad y el poder casi sin límites de la Razón. Suponer que hay
instituciones no creadas por la razón sería admitir que el proyecto de la
modernidad no es posible.
Desde la creencia de que nada que no haya
sido diseñado conscientemente puede ser útil, y mucho menos esencial, para los
propósitos del hombre, es fácil la transición hacia la creencia de que, puesto
que todas las instituciones han sido creadas por el hombre, está en nuestra
mano poder rediseñarlas como deseemos. Pero, aunque esta conclusión parece un
evidente lugar común, en realidad es un completo non sequitur, ocasionado por
el uso incorrecto de la palabra institución. Sólo sería válida si todas las
formaciones “deliberadas” fueran producto de un cálculo intencional. Pero los
fenómenos del lenguaje, del mercado, el dinero, o la moral no son realmente
artificios o productos de una creación deliberada. No solo no han sido diseñados
por ninguna mente, sino que su persistencia y funcionamiento dependen de gentes
que no están impulsadas por el deseo de preservarlos
Entendiendo esto se puede “actuar” sobre las formaciones
espontáneas a través de ajustes en las instituciones. Pero una cosa es actuar
para encauzar los fenómenos espontáneos y otra intentar reemplazarlos por
construcciones sociales deliberadas, controladas por, supuestamente, mentes
omniscientes.
La pretensión de
re-crear el mundo a partir de los poderes de la Razón ha sido la herencia de la Ilustración, que en
su lucha contra la tradición absolutista y feudal se creyó con capacidad para
esa tarea imposible. La creación de la civilización no fue producto de una mente brillante sino
de una tarea de coordinación consciente de muchos individuos.
La creencia del control consciente de una mente única,
individual no deja de ser una paradoja: los colectivistas reclaman que un
individuo único, un líder, controle el funcionamiento de las instituciones:
De este modo, resulta que en la práctica es
el teórico colectivista quien ensalza la razón individual y exige que todas las
fuerzas de la sociedad se sometan a la dirección de una sola mente genial,
mientras que es el teórico individualista quien reconoce el limitado poder de
la razón individual y, en consecuencia, defiende la libertad como medio para el
completo desarrollo de las fuerzas generadas por el proceso interpersonal
Toda exigencia de “control deliberado” remite a la
existencia de una única mente. No es casual que los regímenes totalitarios
desemboquen en el “culto a la personalidad” y es el Líder, el Fhurer, el
Caudillo, el Jefe, el Duce, la última instancia de ese control sobre
instituciones sociales. El lenguaje, por ejemplo, es especial objeto de cuidado
por parte de estos regímenes: palabras nuevas, palabras prohibidas, palabras
reiteradas hasta el cansancio. Las transacciones libres, el intercambio, la
creación cultural son especialmente regimentadas para evitar cualquier peligro
de acciones “contrarrevolucionarias” que afecten el Plan total.
La pretensión más ambiciosa del “control consciente” es la
de controlar la propia evolución de la razón.
La idea común de que la mente humana es
capaz de trascenderse a sí misma obedece a un mismo planteamiento general: la
convicción de que estudiando la Razón humana desde fuera y como un todo,
podemos aprehender las leyes de su funcionamiento de un modo más completo y
exhaustivo que mediante la paciente exploración interna, que observa fielmente
el desenvolvimiento de los procesos en que se despliega de hecho la interacción
entre las mentes individuales
De allí surge la
pretensión de “explicar” la razón, el surgimiento de ideas y de teorías, cuales
son las determinantes de determinado pensamiento, con lo cual se tendría la
llave para “ordenar” los pensamientos de la gente, acoplándolos al Plan general
de la dirección central. La pretensión de explicar las teorías individualistas,
por ejemplo, como “producto de los intereses materiales de determinada clase”
son típicos intentos en ese sentido. Lo extraño es que se intenta “explicar”
todas las teorías opuestas a la teoría “oficial”, la cual mágicamente, no tiene
determinantes de ninguna clase, solo ha nacido de la brillantez de ciertas
mentes omniscientes.
Esta postura rebaja el debate. Ya no se discuten ideas, sino
el “origen espurio”, de clase, de determinadas ideas. La verdad no surge de la
confrontación de hipótesis, sino de la descalificación del otro como “pensador
burgués”, condicionado por su pertenencia de clase. Desaparece la contrastación
lógica o empírica de las hipótesis:
Si la veracidad o falsedad de una afirmación
no se decide ya por el razonamiento lógico y las pruebas empíricas, sino en el
examen de la posición social de la persona que la pronuncia; cuando pues, la
capacidad de descubrir la verdad depende de la pertenencia a determinada clase
o raza, y cuando, en conclusión, se proclama que el infalible instinto de una
determinada clase o de un determinado pueblo tiene siempre razón, ello
significa que la razón ha sido definitivamente liquidada”
Dos fuerzas se enfrentan en este campo: el
individualismo, que sabe que la mente, la razón, no son desarrollos individuales
sino resultados de la interacción de millones de individuos, y que, más que
recrear las instituciones espontáneas, hay que entenderlas para poder encarar
progresos, y “el colectivismo, que
aspira a dirigir conscientemente todas las fuerzas de la sociedad”.
El primero es consciente
de las limitaciones de la mente y que su mejoramiento surge de un proceso
interindividual , que incluye los conocimientos individuales de cientos de
generaciones anteriores y los presentes de millones de individuos.
El colectivismo
pretende, por el contrario, abarcar todo el proceso de creación y desarrollo de
la razón y conducirlo integrando el todo en un único pensamiento. El
colectivismo metodológico culmina en el colectivismo político, es su sustento
teórico.
Sin la presunción de que la razón individual
consciente es capaz de abarcar todos los fines y todo el conocimiento de la
“sociedad” o de la “humanidad”, queda sin fundamento la convicción de que estos
fines pueden alcanzarse mejor por medio de una dirección central consciente
El racionalista cuya razón no basta para
hacerle comprender estas limitaciones de los poderes de la razón consciente y
que desprecia todas las instituciones y costumbres que no hayan tenido un
erigen intencionado, puede convertirse así en el destructor de la civilización
que sobre ellas de basa. Este va a ser el valladar contra el que la humanidad
va repetidamente a chocar, solo para volver a caer en la barbarie
7-
La economía ha sido el campo sobre el cual la idea de que es
posible un “control consciente” de toda la realidad social más ha influido. La
idea de la “planificación económica” es parte del programa de casi todos los
partidos políticos. El Estado debe planificar, se dice y la discusión se
traslada entones al campo de la instrumentación: donde, como, cuando
planificar. No se discute la idea madre.
Ingeniería social, ingeniería política son ya conceptos
ampliamente difundidos. Ingenieros del alma, afirmó Stalin sobre los artistas
de la Revolución.
La idea de que son los ingenieros los artífices del progreso
ha arraigado extensamente.
Pero,
El ideal del ingeniero se basa en el
desconocimiento del hecho económico más fundamental que condiciona nuestra
situación aquí y ahora, la escasez de capital
El ingeniero considera que las variaciones de precio, los
problemas de abastecimiento y logística son efectos de que aún existen “fuerzas
irracionales” que afectan sus planes. De ahí su deseo de dominarlo todo, como
si de una máquina se tratara.
La planificación económica central no es
sino la aplicación de la planificación ingenieril a toda la sociedad, basada en
el supuesto de que es completa concentración del conocimiento relevante es
posible
El problema del conocimiento para la planificación es que
éste no se encuentra accesible a la oficina del gobernante. Por el contrario,
está disperso en millones de actores económicos – campesinos, comerciantes,
industriales, trabajadores, consumidores, inversores, rentistas- y la mente
individual solo puede conocer una fracción de ese conocimiento. Pero el hecho
de que el mercado- el espacio de todos los posibles intercambios- exista, haya
nacido y se desarrolle con independencia de cualquier autoridad central, que no
sea panificable sino imprevisto y variable es algo que “el experto en ciencias
naturales difícilmente podrá aceptar”.
Mientras las ciencias morales tienden a
mostrarnos los límites de nuestro control consciente, las ciencias de la
naturaleza, en cambio, amplían constantemente su radio de control deliberado, y
esa es la razón de que el experto en ciencias naturales se rebele tan a menudo
contra las enseñanzas de las ciencias morales
Este es el conflicto que subyace a todas las polémicas
políticas de los últimos cien años. O se aplica la lógica ingenieril, que
supone que la ciencia es la gran autora del progreso social y lo que hay que
hacer es desarrollar su potencial al máximo, minimizando los grados de libertad
de una sociedad a fin de evitar “interferencias” al Plan o, por el contrario,
la ciencia debe dedicarse a desarrollar su campo, no intentando que desde su
lógica objetivista se organice la experiencia humana.
Cuanto más avanza nuestra civilización técnica
- y, por lo tanto, más el estudio de las cosas como distinto del estudio del
hombre y de sus ideas abre camino a las posiciones más eminentes e influyentes-
más significativo es el abismo que separa a estos dos tipos diferentes de
mentalidad: el del hombre cuya suprema ambición consiste en transformar el
mundo circundante en una enorme máquina cuyas partes, apretando un botón, se
muevan de acuerdo con su plan, y el de aquellos cuyo principal interés es el
desarrollo de la mente humana en todos sus aspectos, que en el estudio de la
historia o la literatura, del arte o del derecho, ha aprendido a ver al individuo
como parte de un proceso en el que su contribución no está dirigida sino que es
espontánea, y en que participa en la creación de algo más grande que lo que él
mismo o cualquier otra mente singular es capaz de planear
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