1. El rol del encuestólogo es el de aportar
información sobre el estado actual de la opinión
pública. Es como un radiólogo que entrega su diagnóstico. Nadie le pide al
radiólogo una estimación futura de la enfermedad que él descubrió, ni mucho
menos, que se haga cargo del tratamiento. En Argentina los encuestólogos, por
una falta de desarrollo de la división del trabajo, asumen responsabilidades
que no le competen: son estimadores del futuro, opinan sobre las mejores
tácticas de campaña de cada candidato, asesoran al propio -cuando son
contratados por una campaña- y a veces se transforman , directamente, en
“operadores políticos” de su cliente. El radiólogo pasa a ser el médico de
cabecera, el vocero del tratamiento del paciente y el jefe de cirujanos.
2. El encuestólogo es requerido para que anticipe,
prevea o estime el futuro. Ya nadie le pide que explique el presente (menuda
y compleja tarea: la explicación de la conducta humana) sino que “anticipe”
el comportamiento humano. Ni más ni menos. ¿Con qué elementos teóricos?¿ cuál
es el modelo matemático que integra los posibles estímulos o factores
de decisión de voto entre los que podemos enumerar: las experiencias del
votante en su relación con la política, la situación económica personal, los
problemas de su barrio, la atracción o rechazo por determinadas
personalidades, la idea de consensuar con su grupo de pertenencia, conductas
imitativas de sus “jefes naturales” (esposo, padre, líder de pandilla,
actores de su predilección), sus lecturas o no lecturas, los canales que ve,
el equipo de sus amores, su humor presente, el cálculo racional de
costo-beneficio de la elección, la costumbre, la camiseta, la identificación
con un Partido, la pertenencia sindical, la promesa clientelar de un puesto
en la municipalidad, la cantidad de estímulos publicitarios de las campañas
que recibe, etc.?
3. La realidad social es lo suficientemente compleja
para que un solo investigador-guru o una única teoría integre TODOS los
factores explicativos de conductas futuras. Cualquier modificación en los
valores de cualquiera de los casi infinitos factores intervinientes afecta de
modo desconocido la decisión final. Esa es la verdad que nadie parece
admitir: una espesa neblina está por detrás de las decisiones humanas y nadie
puede despejar la neblina con una simple linterna. Como escribió Karl Popper:
“es importante no olvidar nunca nuestra ignorancia. Por eso nunca deberíamos
pretender conocer algo, y nunca deberíamos utilizar palabras
grandilocuentes”.
4. Pero al encuestador se le exige “conocer el
presente y el futuro”. Algunos –poquísimos- adscriben a la fórmula de Popper
y proclaman su ignorancia. La mayoría opta por desempeñar el rol de augur.
Y no lo hacen tan mal, después de todo.
Sería buena una estadística de errores de estimación
electoral de 1983 a hoy. Nadie se ha tomado el trabajo de comparar estimaciones
y resultados reales. Pero son contados con los dedos de la mano los fracasos
estrepitosos: en Tucumán, en La Matanza, en Corrientes, en Misiones… Pero de
las decenas de estimaciones dentro del margen de error estadístico, poco se
habla. El periodismo persigue a los consultores para que le “pasen” datos de
encuestas durante la campaña…y el lunes postelectoral suele aparecer alguna
nota titulada “las encuestas otra vez equivocaron sus predicciones” (porque
se observaron diferencias de 3 puntos…).
5. Hacer predicciones electorales en Argentina es
una profesión de riesgo. Con un sistema de partidos casi irreconocible, con
una crisis del 2001 que desguazó el sistema de identificación entre votantes
y partidos, con nombres de fantasía (como Frente de la Esperanza Victoriosa o
torpezas parecidas), con candidatos inexistentes (nadie realmente con
una historia nueva que contar), la gente que ni siquiera recuerda a quien
votó en la última elección, con enormes presiones clientelares, etc. es casi un
milagro que no se repitan los fracasos con mayor frecuencia.
6. Por que, ¿cómo se hacen las predicciones
electorales? En ausencia de una teoría de la decisión electoral y la
imposibilidad de aplicar modelos matemáticos de estimación -pensados
para sistemas partidarios simples y consolidados- la única herramienta es la
enorme experiencia acumulada por algunos encuestadores. Piénsese en
elecciones cada dos años desde 1983, más los referéndum y convencionales
constituyentes, a nivel nacional, provincial y municipal, para los poderes
ejecutivo y legislativo … y se tendrá una idea del monumental trabajo
empírico que se ha hecho en los últimos 30 años: centenares, o quizás miles
de encuestas electorales que han conformado una masa de información, de
comparación, de analogías, de regularidades empíricas que permiten que con
sentido común, buena memoria y capacidad deductiva muchos encuestólogos hagan
pronósticos relativamente buenos. A falta de ciencia, experiencia.
7. Los “fracasos”, contados, generan una clima de
incredulidad que no se percibe en otras disciplinas. Cuando los economistas
predicen inflación del 5% y resulta de 10%, o dólar a 10 pesos y se queda en
3, no se organizan seminarios ni nadie se siente demasiado alarmado por el
error. En cambio, los encuestólogos no tenemos esas suerte. Más aun: comienza
a urdirse un sentimiento “contra” las encuestas que expresa magníficamente
Diputado Santilli (hoy Vice jefe de Gobierno), en su proyecto de ley para
prohibir las difusión de encuestas.
Dice el legislador ” Las encuestas son particularmente
determinantes en la estructuración de la campaña en los
partidos. Estos sondeos no captan opiniones movilizadas sino simples
declaraciones en gran parte suscitadas por la misma encuesta. (…) Los sondeos y las
encuestas permiten construir indicadores intermitentesdel estado de opinión de los electores, funcionan como un instrumento de
predicción. Si bien reducen las incertidumbres electorales, podemos afirmar
que refuerzan los comportamientos que podríamos
denominar oportunistas en detrimento de opciones que eran realizadas por connvicción.”
El delirio anticientífico del legislador roza lo
increíble: se dice que existe algo así como “Indicadores intermitentes”
(Galtung tendría que explicarnos esta nueva categoría de indicadores) y
que las encuestas “refuerzan los comportamientos oportunistas en
detrimento de la convicción” O sea: de cómo el desprevenido lector de
encuestas, cual zombi manipulado, lee que X le gana a Z y vota por
oportunismo a X . La libertad de información molesta. Entonces, a
regularla. Las encuestas no miden la realidad, nos dice Santilli, la crean,
no miden “convicciones” sino “indicadores intermitentes”…
“Consideramos el hecho de reglamentar la
publicación de las encuestas o sondeos como una medida
indispensable para impedir las manipulaciones políticas groseras, aunque no
se toque la cuestión esencial de los efectos más sutiles e inconscientes.”
Estremece escuchar de parte de un diputado de la nación la
insinuación de que las encuestas tienen “efectos más sutiles e
inconcientes” sobre los electores y que la ley que propone no puede
“tocar la cuestión esencial”. La próxima será, lisa y llanamente prohibir la
realización de tan nefasta herramienta de dominación social.
Este discurso, para decirlo suavemente,
stalinista, surge del temor de escuchar a la gente a través de la encuesta.
Se basa en viejo prejuicio racionalista de que la gente es manipulable
fácilmente y que yo, como legislador, debo protegerla de los manipuladores.
Los ingenieros sociales creen que deben seguir legislando para proteger al
pueblo…de las encuestas. Y están haciendo bien su trabajo: crece la desconfianza
en las encuestas, los columnistas relacionan la degradación del INDEC con la
pérdida de credibilidad de las encuestas, se afirma cotidianamente que todos
los encuestadores están pagados para deformar los datos, etc. Dentro de
poco, quizás, los encuestadores entremos en círculo de los sospechosos.
8. Los encuestadores han aceptado un juego en el que
muchos de ellos aparecen ahora como villanos, comprados por su cliente. Cada
uno de ellos sabrá como salir de la encerrona. Yo propongo subir los grados de
modestia, bajar los de soberbia, recordar a Popper y su reconocimiento de la
ignorancia y la provisionalidad de nuestras hipótesis. No tendremos más
ventas cuanto más soberbios se nos perciba, sino cuanto más cercanos a la
verdad sean nuestros resultados, incluso cuando esa verdad afecte
negativamente a nuestro cliente.
9. Se le pide a las encuestas predecir el
futuro, pero se desconoce, en cambio, que son formidables herramientas para
analizar el presente. Las regularidades, las correlaciones entre factores y
decisiones, los comportamientos de compra, la elección entre pares, el
trade-off, la jerarquización, se ofrecen como herramientas aptas para
comprender la verdad social, repartida en millones de individuos. Una vez que
el mercado se expresa (vetando un producto, prefiriendo aquel servicio,
votando a ese partido, prefiriendo ese canal de TV) solo la encuesta puede
indagar sobre las condiciones y el peso de factores en la toma de decisión
expost. Es increíble que los economistas, tan ávidos de formuleo
abstracto, aplicable solo en situaciones de certidumbre y equilibrio, no
estudien con esa herramienta los ciclos de demanda, como funcionan en la
práctica los sistemas de preferencia de los consumidores y tantas otras
cuestiones centrales del comportamiento económico. Sabemos que los
precios no son efecto de los costos sino de las preferencias de la demanda.
¿Y quien estudia mejor la demanda que la encuesta?
La encuesta es una formidable herramienta para
comprender los sistemas de valores de una sociedad, su sistema de
preferencias, sus prioridades, sus demandas. Ese es el valor científico de la
encuesta y no solamente el arte de acertar los resultados de la próxima
elección.
10. Una modesta proposición
Sabiendo todo esto, sin embargo, persisten
zonas grises. Entre la “salida de computadora” y la “publicación en el diario”
hay una brecha por la cual se puede filtrar la cola del diablo. Es la
distancia que media entre el diagnóstico y el pronóstico.
En principio propondría un Ideal: que las encuestas
sean herramientas, insumos estratégicos de campaña, no piezas de publicidad a
publicar cada semana en los diarios.
Si se trata de publicar, hacerlo con TODA la
serie, no solo con aquellas “favorables”
A la hora de publicar, que figuren dos
tipos de datos.
1) La salida de la computadora de la pregunta sobre
intención de voto, lo cual incluye a los que no saben a quien votarán, los
que no contestan, etc. Y no se elabora ningún pronóstico. Es el diagnóstico
al día de la fecha.
2) Una hipótesis pronóstica, explícitamente definida
así, que asigne los indecisos o realice alguna estimación de variación de la
intención de voto entre hoy y la fecha de elecciones.
El objeto de comparación entre consultoras sería la
primera serie de datos, que es mas “objetiva” ya que no incluye ninguna
hipótesis de pronóstico.
Al menos sabríamos de qué estamos hablando a
la hora de repartir premios y castigos a los encuestadores.
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sábado, 23 de julio de 2016
Diez tesis sobre la encuestología en Argentina
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