Retomo hoy la publicación regular en este Blog. Reconozco que Facebook ,con su inmediatez y la posibilidad de comentar y ser comentado es una alternativa muy seductora y fui abandonando el Blog. Pero un Blog permite mostrar más y mejor información, salir de la inmediatez de lo cotidiano, intentar una mayor reflexión. A eso vamos.
Nuevos textos
viernes, 5 de marzo de 2021
martes, 17 de noviembre de 2020
A propósito de la muerte y sus causas, tema puesto al día por el Coronavirus, me gustaría compartir algunos datos, los tan olvidados datos. Después de arduo trabajo pude desencriptar una base de datos muy importante: las causas de muerte, año por año desde 1990, país por país. Reagrupé las causas de muerte en las siguientes
- Cardiacas
- Cancer
-Enfermedades no infecciosas
- Enfermedades infecciosas
- neurológicas, asociadas la vejez (Alhzeimner,Parkinson)
- Abuso de sustancias (alcohol y drogas)
- Relacionadas con el parto(muerte materna y muerte del neonato)
- Desnutricion
-Externas (violencia, suicidio,accidentes,etc.)
Una primera visión a nivel mundial indica lo siguiente.
En 1990 murieron por todas las causas 41.908.412 personas, o sea el 0,8 % de la población de ese año. En 2017 murieron 53.698.074, o sea el 0,7% del total poblacional.
La gran asesina es la enfermedad cardíaca, que en 1990 implicó el 28% y en 2017 en 33% de las muertes .
El cáncer es la segunda causa de muerte, con un 13% en 1990 y un 18% en 2017.
El resto de las enfermedades no infecciosas, desde diabetes a trastornos de riñones y muchas más sumó en 1990 18% y el19% en 2017.
Las infecciosas descendieron del 22% al13% en 2017 lo cual constituye el gran avance medico de estas tres décadas, junto con enfermedades asociadas al parto, que baja del 8% al 3,7% y la desnutrición que baja del 2,9% al 0,9%.
En cambio se incrementan enfermedades neurológicas asociadas a la vejez como el Alzheimer y el Parkinson, que suben del 2,7% al 5,3%.
Por último, las externas (suicidio, homicidio, accidentes de trafico, etc.) suben del 3,7% al 5,3%.
La comparación de causas de muerte entre los paises de Alto Ingreso y África Subsahariana muestra la verdadera grieta en las condiciones de vida, o de muerte, en el mundo actual.
Como se aprecia en los gráficos ser trata de dos realidades sanitarias absolutamente divergentes. En los paises de alto ingreso ya se está revirtiendo la muerte de origen cardíaco y el cancer crece pero muy moderadamente. Las infecciosas tienden a mantenerse en el 5% de las causas de muerte. En cambio crecen enfermedades neurológicas de la vejez y las "causas externas" ,que incluyen accidentes, suicidios y homicidios.
En el otro extremo África subsahariana explota de muertes por enfermedades infeccionas: casi el50% de las muertes tienen ese origen : malaria, tuberculosis, entre ellas. En 29 años las infecciosas solo descendieron del 50% al 45%, un fracaso. El resto de las causas crecen cerca del 2% y el único éxito remarcable es la caída de los decesos por desnutrición, del 8% al 4%.
En este contexto Argentina se aleja de los dramáticos números de África. Presenta similar perfil al de los paises de alto ingreso : descenso de las cardiacas ,leve crecimiento del cáncer y de las no infecciosas. La principal diferencia es que en Argentina crecen las causas de mortalidad debido a infecciones, que pasan del 5% al 10%. Un progreso significativo es que las muertes producidas en ocasión del parto, las maternas o de los neonatos, han descendido del 3,8% al 1,6%.
miércoles, 13 de diciembre de 2017
De
cómo Urquiza conoció los beneficios del libre comercio
El gran codirector del proyecto federal que Rosas encabezó, siempre
mostró extremada fidelidad al Restaurador. Cuando Lavalle desembarcó desde
Uruguay su tenaz perseguidor fue Urquiza. Su poder económico, su capacidad para
poner orden en su provincia, disciplinando a los gauchos entrerrianos, famosos
por su espíritu rebelde, y transformarlos en peones de los hacendados, así como
su poderío militar lo transformaban en el gran cooperador del rosismo. Claro
que a veces los segundos se ven tentados a ser primeros.
Un caudillo formado en la escuela federal se transformó, por obra
y gracia de algunos factores conocidos y
otros no tanto, en la mano ejecutora del programa de libertad, que se plasmó en
la Constitución de 1853 y que, antes de
ella, se corporizo en la libre navegabilidad de los ríos, la vieja aspiración
del litoral, que Rosas jamás concedió.
Los nacionalistas que festejan la derrota de la Vuelta de Obligado , como el
bastión de la soberanía deberían saber que la verdadera soberanía la decretó
Urquiza abriendo los ríos al comercio, cosa que Rosas quiso evitar en su famosa
batalla. La soberanía de la Nación estaba secuestrada por la Provincia de
Buenos Aires, que imponía su monopolio portuario sobre el conjunto del país,
apropiándose indebidamente de las rentas aduaneras. La verdadera soberanía fue
liberar los ríos, romper el monopolio porteño y, por último, nacionalizar la
Aduana.
Ecribió
Florencio Varela, el periodista exiliado en Montevideo, finalmente asesinado
allí por un esbirro de Oribe/ Rosas
“No
es la Nacion Arjentina quien se opone á la libre navegacion del Paraná; es el
solo y único gobierno de Buenos Aires; mientras que las otras provincias
arjentinas, á quienes la cuestion interesa, desean, piden á voces, necesitan
vitalmente esa libertad de navegacion, tan léjos de oponerse á ella. La
historia de las revueltas domésticas de aquellos pueblos, desde poco despues de
la comun emancipacion, y los hechos que Hoy vemos, prueban incontestablemente
esa verdad.El Paraná, desde la confluencia del Paraguay hasta que se vacia en
el Plata, corre bañando territorio
de cuatro provincias arjentinas;—Corrientes y Entre Rios en la márjen
izquierda, Santa Fé y Buenos Aires en la derecha. De todas ellas, solo esta
última tiene interés—interés segun el sistema anti-económico y estrecho que
hasta ahora se ha seguido—en que buques extranjeros no suban el Paraná; por qué
mientras el término final de las expediciones de ultramar sea la rada de Buenos
Aires, ella sola hace todo el comercio de tránsito con las demas provincias. Estas, por el contrario, tienen el mas
alto interés mercantil, económico y político, en hacer el comercio directo con
el extranjero; en no pagar á Buenos Aires los derechos y gastos del comercio de
tránsito, en particular de las rentas de las Aduanas; y en no permanecer en
impotente dependencia de la voluntad del Gobierno de Buenos Aires; que,
alegando necesidades de guerra ciertas ó supuestas, cierra cuando le parece
toda comunicacion por las aguas, incluso el comercio mismo de tránsito.”
Pero como fue que Urquiza, siempre fiel a Rosas, se inclinó por la
libertad y guerreó contra su viejo aliado?
Se trata de una enseñanza esencial: las leyes económicas no son
retóricas. Las necesidades económicas se imponen aun a viejas amistades y a
idearios comunes. La política no puede contra la economía.
Como bien plantea Varela, las provincias del litoral ansiaban la
apertura de los ríos al libre comercio internacional. No era solo un débil
deseo, era un objetivo concreto. Rosas se había adueñado del relato simbólico
de encarnación de La Nación, cuando no era más que la encarnación del interés
porteño de monopolizar el puerta y la Aduana.
Esa hábil representacion del interés nacional quedó evidenciada en
el famoso combate de la Vuelta de Obligado, como símbolo de la Soberanía
argentina.
Dice Varela:
“Tratando
ahora de la entrada que buques extrangeros se han forzado en el Paraná, fácil
será demostrar que ella no viola principio alguno de derecho
internacional, ni ofende las prerogativas de la Nacion Arjentina. La Inglaterra y la Francia no han dicho;
"entramos al Paraná por que la ley comun de las naciones nos dá derecho de
entrar, aunque la Nacion Arjentina no quiera." No; ellas reconocen plenamente el derecho de los arjentinos:
sus gobiernos lo han declarado así solemnemente: pero han entrado al Paraná por
razones del todo independientes de ese derecho.Esas
son las razones por que se fuerza la entrada al Paraná; no por desconocer el
derecho ni la soberania de la Nacion Arjentina en aquel Rio. Rosas, solo
Rosas, es el causador de esa hostilidad; como él, y solo él, es quien se opone á la libertad
de la navegacion, que Corrientes, Entre Rios y Santa Fé desean y necesitan para
prosperar”
El episodio nacionalista de Obligado es en realidad el episodio
del localismo porteño que niega a las provincias litorales el derecho a
comerciar con el mundo, independientemente del puerto de Buenos Aires.
Lo que se olvida es que el fallido de corte con cadenas del Paraná
era el desesperado intento de Rosas de frenar el creciente libre comercio de
Corrientes y Entre Ríos con el puerto de Monevideo y puertos brasileños rio
Uruguay arriba. Como bien describe Florecio Varela, este ilegal y creciente comercio
era ya irrefrenable:
“Por
lo que hace al Entre Rios, sus ventajas son infinitamente mayores que las de
otra ninguna Provincia: porque no solamente puede aprovechar del comercio
necesario á su consumo, sino tambien del de tránsito para Corrientes, Misiones,
Paraguay, y acaso para los pueblos
de la márjen derecha del Paraná. La
importancia que tiene para Entre Rios el comercio, á que Rosas quiere que
renuncie, puede comprenderse por las tablas de las exportaciones de aquella
Provincia para el solo puerto de Montevideo, en los últimos doce meses. Esas
tablas, segun nuestros rejistros, cuya exactitud es ya jeneralmente reconocida,
dán los siguientes resultados:
En los seis últimos
meses de 1846,
desde 1.° de Julio á 31 de Diciembre, se importaron en Montevideo de los puertos
de Entre Rios 99,979 cueros
vacunos secos, y 15,303 dichos salados.
Resulta, pues, que el Entre Rios ha exportado, en los últimos doce meses,
233,024 cueros secos, 31,007 salados y 6,238 arrobas de cerda, á mas de lana y
otros artículos. El precio medio de los cueros secos de esa procedencia en el
periodo expresado ha sido de 20 reales uno; el de los salados 17-1/2 reales; y
el del quintal de cerda 15 ps.
Total 673,780 2-1/2
En
ese total no va incluido, como se vé, el valor de la lana, grasa, sebo ni otros
artículos que el Entre Rios ha exportado para Montevideo.
El
valor de las importaciones en aquella provincia ha sido, no solo igual al de
sus exportaciones, sino algo mayor, segun datos exactos que poseemos.
Ese hermoso movimiento mercantil en
una provincia que acaba apénas de retirarse de hecho de una guerra en que nada
ganaba, esplica bien las disposiciones y tendencias pacíficas del pueblo
Entrerriano. Esos son los resultados de la paz y de la libertad del comercio:
se han levantado saladeros, graserias, y otros establecimientos importantes,
que representan grandes capitales, que dán buena ganancia á los hacendados, y
proporcionan salario á la poblacion trabajadora.”
La correspondencia entre Urquiza y Crespo, gobernador este de
Entre Rios mientras Urquiza asistía a Rosas en la guerra uruguaya muestra un extraño
juego de simulaciones.
Urquiza le recrimina a Crespo que siga con los puertos entrerrianos
abiertos al comercio con Montevideo, pese a la orden de Rosas de cerrar todos los puertos de la Confederación.
Estas cartas son publicadas por XX
“En un principio cuando Urquiza
percibió la autonomía con la cual se movía
el gobernador interino le escribió
diciéndole "...He sido impuesto por un conducto
seguro y respetable, que a pesar del
sabio ... decreto del Exmo. Sr. Gob. de Buenos
Aires encargado de las relaciones
exteriores de la Confederación Argentina sigue
aun el comercio de esa provincia con
el territorio del Brasil por el puerto de La Concordia,
sensible me sería que esto fuese
cierto y que así se contraría esa medida de
tantas importancia hermanadas por
aquel gobierno, con el tino que tanto lo distingue.
En
consecuencia debe Ud. poner todo su conato en cortar semejante escandaloso
abuso
(en como así fuese) y castigar rigurosamente a los contraventores al
mencionado
decreto, que prohibe ese trafico, es esto de suma necesidad y creo que
Ud. no descuidará un punto tan
exencial"
Era cierto en enojo de Urquiza hacia Crespo o era, más bien , un
juego de ocultación para que Rosas jamás se enterara de las verdaderas intenciones
de Urquiza?
“Pero aquel cierto enojo inicial de
Urquiza pronto desapareció ante el éxito
financiero y comercial que le iban
proporcionando los hechos, así unos meses después
le confesaba a Crespo que:
"...Conozco cuan sinceramente es Ud. mi amigo, estoy muy satisfecho de
todos sus procederes y a su capacidad y patriotismo debo
gran parte de haber hallado mi patria
en orden, con un Exto. virtuoso y en arreglo
todos los Departamentos como patriota
y como Entrerriano se lo agradesco de corazón
y es tal mi confianza en Ud. que lo
considero otro yo...".
El “otro yo”, era , en realidad el YO profundo de Urquiza, el que
no se animaba aun a dar el paso final: el alzamiento contra el vetusto y
cerrado sistema rosista.
“Y he ahí porque se crée jeneralmente que el gobernador dá Entre
Rios se negará á privar él mismo á su Provincia, solo porque Rosas lo quiere,
de una situacion tan ventajosa y tan próspera.—Porque, en efecto; ¿qué habria hecho
el Entre Rios de todos esos frutos que ha exportado, si hubiese cerrado
sus puertos, ó dado márjen á que se los bloqueasen? ¿A donde los habria
enviado?
¿Qué
utilidades habrian dado los capitales empleados en sus estancias, saladeros y
graserias? Esas utilidades, lo mismo que el movimiento mercantil, han de ser
naturalmente, en adelante, mayores de lo que han sido; porque los nuevos
establecimientos de saladeros y demas han vencido ya las dificultades que
impiden al principio sacar de ellos todas las utilidades que despues dán.
¿Por qué, pues, se privaria el Entre Rios del
fruto de sus capitales y de su trabajo, ahora precisamente que mas deberia
producirle? ¿Qué le dá Rosas en cambio de ese inmenso sacrificio? Por eso hemos
dicho otras veces, que solo el hecho consumado nos hará creer que el Gobernador Urquiza
se pliegue á las
exijencias egoistas y ruinosas, que hoy tiene el Dictador respecto del Entre
Rios.”
Esto lo escribió Varela en agosto de 1847, cuatro años antes del Pronunciamiento
de Urquiza. Esa claridad no abunda entre periodistas y analistas. Varela la
tenía porque entendía con claridad que Rosas ganaba en la Retórica, pero
Urquiza tenía la economía de aliada.
Mirando
la cuestion de modo tan distinto, natural es que sean tambien distintos los
medios de sostenerla.
Nosotros presentamos á las Provincias hechos
comerciales, cuentas claras y probadas de la importancia de su comercio. Rosas
las grita, os quieren conquistar, os quieren convertir en colonias.
Nosotros llamamos la atencion de aquellos pueblos
á las ventajas del comercio directo; les mostramos cuanto tiene de mas barato,
de mas pronto y de mas seguro; Rosas solo responde, quieren dividir las
Provincias, quieren destruirlas y causar una dislocacion jeneral”
El “Patria o Colonia”, grito tan
recurrido para sostener al aislamiento y la derrota económica nació allí. “Los que quieren comercio libre y apertura de
los Ríos trabajan para ser Colonias, nosotros que queremos puertos cerrados,
rios con cadenas, control monopolico, queremos Patria independiente”. Varela fue quizas el
primero que entendió que la economia es la unica que derrota a la retórica
política. Palabras no se combaten con palabras , sino con hechos: incremento del
comercio, más exportacion, más trabajo para los argentinos.
Urquiza, ya sin ocultamientos,
felicita a Crespo por los datos comerciales, esos que Varela expone en sus artículos
"...las dos últimas
[correspondencias]
del 26 se reducen en su mayor parte a
darme explicaciones respecto al
comercio hecho en nuestros pueblos de
la costa del Uruguay. Estoy muy conforme
con todo y por lo mismo conviene que siga la cosa en el mismo
estado, puesto
que
Ud. se anima a cargar la leña que ha hecho dejandole seguir el gobierno
provincial.
Hando una oferta muy prudente la de
UD., pues como más viejo hara menos
falta...".
Estaba clara la sutil reparticion de
papeles. Urquiza sería el leal al Restaurador, indignado por el incumplimiento
de Crespo, pero no haría nada para interrumpir la apertura de los puertos
entrerrianos. Y si recibía algún tirón de orejas de Rosas, sería Crespo el que
sacaría las castañas del fuego, recibiendo las reprimendas de Buenos Aires:
“Si a pesar de todo quanto le significo no
queda {Rosas} satisfecho y le hiciese
algún recelo, deje correr el gobierno provisorio un
poco tiempo más, y yo cargaré con la leña como que soy el que lo ha hecho, y Ud.
Queda
libre de polvo. Para ello tiene la excusa de su constante atención a la guerra,
yo
más quiero que me tachen de estas materias de medio pícaro que no medio
sonso, nada se nos puede pegar de la tal operación,
la provincia y su gobierno
se ha sacrificado, y continua
haciéndolo para sostener la independencia y
debe
pues
buscar los medios para llevar adelante su empresa por donde halle camino…”.
Unos días después Crespo eufórico
saboreaba el éxito alcanzado, y le comentaba
a Urquiza “…Habiendo recibido los
estados de cajas de la provincia […] por
ello vera Ud. Que el estado de la caja
del Uruguay es el de marzo y la que le falta mucho
más fondos […] Vea Ud. el resultado de no haber sido carmelitas y haber abierto
nuestros
puertos”.
Quizás sea Crespo un personaje menor, pero no cabe duda que en
realidad fue el artífice del cambio dramático de la situación, al hacerle a
Urquiza de vocero permanente de los éxitos de la apertura al libre comercio, alentándolo
y asumiendo él el peso del castigo que,
se temía, Rosas aplicaría a la Provincia rebelde. Pero ese castigo nunca llegó.
Y las alforjas de Urquiza, se iban llenando con los argumentos, las realidades
del auge económico que vivía Entre Ríos. Todo ello se sumó para que Urquiza
tomara la decisión que lo colocaría en la Historia y que permitiría a la postre
una Argentina floreciente.
domingo, 24 de septiembre de 2017
Las ciudades emergentes
Las ciudades
emergentes, cabeceras portuarias constituyen quizás un fenómeno singular que
caracteriza el período 1880 1914.
En 1880 la población de las ciudades de Rosario y Bahía
Blanca, sumadas, era de aproximadamente 30.000 personas. En 1914 había alcanzado
a 276.000, es decir casi 10 veces más. En ese periodo la Argentina pasó de
cerca de 3 millones a cerca de 8 millones de habitantes. O sea casi tres veces.
Este ritmo diferencial solo indica que esas ciudades protagonizaron una
explosión originada en el hecho de ser las válvulas que conectaban la
producción cerealera con el mundo. Esas válvulas tenían que estar preparadas
para manejar con enorme velocidad la logística de transporte, almacenamiento y
carga en las bodegas de millones de bolsas de cereal.
Cuanto trigo pasaba, por ejemplo, por el puerto de Bahía
Blanca hacia 1900? Unas 200.000 toneladas, unos 5 millones de bolsas. Hacia
1910 Bahía Blanca exportó 641308
toneladas, más que Buenos Aires y que Rosario. En 1892 había exportado
tan solo 14 mil toneladas.
En menos de 30 años
la casi inexistente Bahia Blanca desplazó a Buenos Aires y a Rosario de la cabeza
de la exportación de trigo. Algo muy fuerte debía estar pasando en su zona de
influencia, el sur de la Provincia de Buenos Aires. En 1895 los partidos de la
zona Sur produjeron 60 mil toneladas. En 1914, 800 mil, eso es lo que sucedió. Esa explosión del trigo en el sur
bonaerense significó que Buenos Aires desalojó a Santa Fe del primer puesto de
la producción de trigo. Mientras en la década del 90 Buenos Aires representaba
un 20% de la producción nacional, en la década de 1901 a 1910 incrementó su
participación a un promedio del 40%. Por eso Bahía Blanca pasó de 9000
habitantes en 1895 a 50 mil en 1914. Ese febril crecimiento solo es equiparable
al de la otra gran ciudad-puerto, Rosario. Una nueva actividad., ligada a la
función de conectar una zona agrícola de producción extensiva con el mundo, requería
una infraestructura de comunicaciones, almacenamiento y carga de buques
sustentada por miles de trabajadores que a su vez se convertían en consumidores
de vivienda, vestido, alimento, esparcimiento. Al igual que Rosario, Bahía Blanca
se convirtió en una ciudad cabeza de un hinterland geográfico que excedía el
territorio de la Provincia en la que está ubicada. Mientras Rosario fue cabeza
de la Pampa Gringa, un territorio que abarcaba Entre Rios, Sur de Santa Fe y
Este de Córdoba, Bahía Blanca se convirtió en la puerta de entrada y la capital de hecho de la Patagonia, el
nuevo territorio a poblar.
domingo, 30 de julio de 2017
Prólogo
LA EXCEPCION
ARGENTINA
1880-1914
PROLOGO
Quiero dejar escrito que la pampa y las afueras son enternecedoras de
todo mirar argentino y son patrias manifiestas de nuestro sentir.
Jorge Luis Borges
Escribir
este libro ha constituido una audacia. Un No- historiador como yo, sociólogo, no
parece la persona más dotada para contar el pasado. Los sociólogos hacen
análisis sincrónicos y, casi, desconocen el diacrónico, el tiempo. Los
historiadores, en cambio, se sumergen en
el pasado, son necesariamente grandes
lectores de documentos antiguos, a veces casi ilegibles, frecuentadores de
archivos coloniales, parroquiales, de comunidades extranjeras, de instituciones
como la Iglesia o el Ejército, a la búsqueda constante de la verdad que se
esconde tras millones de palabras. Ese no soy yo. No frecuento archivos, soy
incapaz de leer un manuscrito y carezco de acceso a fuentes documentales
privadas. Mi única cualidad es, en todo caso, cierto poder de síntesis, de
resumen, el poder de comunicar cuestiones complejas de una manera no compleja.
El eclectismo es, en todo caso, mi característica: amo la historia y no soy historiador, amo la
economía y no soy economista.
Estudiando
un objeto definido (el boom argentino
entre 1880 y 1914) fui invadido por una certeza: el proceso que protagonizó
Argentina entre 1880 y 1914 no ha podido ser interpretado cabalmente por nadie,
es de tal complejidad y magnitud que se resiste a cualquier esquema de
interpretación. Lo que llama la atención es la multiplicidad de elementos puestos en
juego y la compleja interrelación de esos elementos, al punto que fue imposible
‘planificar’ nada. Todo se jugaba en microprocesos cambiantes. Ningún área se consolidaba para siempre como
productora de determinado bien agrario. Ningún producto se aseguraba la
permanencia, ninguna técnica, proceso o mecanismo tenía garantizada la
estabilidad. Nadie estaba impedido del error o del éxito impensado. No había planes, se actuaba por ensayo y
error. Había, sí, una visión: Argentina , país atrapado en la política
menor, debía salir del estancamiento y
progresar, explotando sus riquezas y atrayendo millones de inmigrantes.
Para ser meramente
descriptivo, cualquier interpretación del proceso argentino debe considerar
como factores y actores al clima, el suelo, las prácticas productivas
tradicionales, el saladero, los
productos de exportación y su evolución década tras década, desde los
tradicionales (cuero y tasajo) , la lana, y los emergentes( trigo y carnes de
alta calidad), el rol de la mecanización de la agricultura, los inmigrantes , las nuevas tecnologías (el alambrado, los
molinos para aguada, segadoras, arados, trilladoras, los corrales, los
potreros, los montes arbolados,) el papel de las colonias santafesinas, la
campaña del desierto y el fin de la frontera peligrosa, la guerra del Paraguay,
los molinos santafesinos y la captación
de mercado porteño de harina, los peones golondrina, las cuadrillas para esquila, la producción de puros de raza ovina
y bovina, la extensión de la red de
ferrocarriles, la conformación de una vanguardia ganadera, el rol tradicional
del gaucho y su transformación en peón disciplinado, de la estancia tradicional
a la estancia moderna, la logística del almacenamiento, traslado y embarque de
los granos, el papel de los empresarios en la colonización, los acopiadores,
comerciantes y exportadores de grano, el crédito a los productores, el cultivo
de alfalfa en régimen de arrendamiento, la contratación de mano de obra, la
mejora de las razas, la incorporación de la lechería de alto nivel, la
exportación de ganado en pie, el congelamiento de carnes ovinas y luego en de
carnes bovinas, la instalación de frigoríficos, las inversiones extranjeras y
las garantías por esas inversiones, el acceso al mercado británico, precios de
nuestros productos, ganancias, PBI interno general y per cápita. En fin, un
largo y complejo entramado de factores y resultados, en algún punto todos ellos
asociados, relacionados, en conflicto o
cooperando.
Con estos hechos,
procesos, eventos se debe intentar construir un relato coherente, que le de
forma y sentido a tanta información. Mi propósito es descriptivo. Poner orden y
exponer pausadamente todos esos elementos ya vale la pena. Más que desarrollar
una nueva interpretación, el objetivo es la exposición comprensible de hechos,
datos, cifras en búsqueda de encontrar relaciones, interconexiones,
interacciones entre personas, grupos, tecnologías, desarrollo de productos,
técnicas de gerenciamiento…
Para eso
me baso en la riquísima y poco explorada base de datos que constituyen los
censos nacionales de 1869, 1895 y 1914, los de la Ciudad de Buenos Aires de
1887, 1904 y 1909, el Censo Escolar de 1884, el Censo provincial de Santa Fe de
1887, el Censo de Empleados públicos de 1893, el Censo Agropecuario Nacional de 1908. Me apoyo en
los estudios de los principales economistas e historiadores que se pueden
consultar en la Bibliografía, y, sobre todo, en el testimonio de los
contemporáneos, desde viajeros extranjeros, colonos, inmigrantes, pensadores,
políticos que entre 1870 y 1920 intentaron describir, analizar, explicar el
fenómeno argentino de fin de siglo XIX y
comienzos del XX. Como escribió el gran sociólogo e historiador social, Juan Álvarez,
rosarino, al escribir su Historia de Rosario, su libro “se integra con muchas
transcripciones, porque al invocar testimonio ajeno es preferible hacerlo con
las palabras del testigo, y también porque frases de un Alberdi o un Avellaneda
no requieren glosador”. Modestamente, intento lo mismo. En un panorama intelectual
en el que se busca originalidad
pretendo, por el contrario, dejar que las cifras no sean ocultadas por las
construcciones teóricas e ideológicas y que los testigos hablen libremente, sin la
tijera del glosador.
Acaso no
agraden las cifras al lector…Sin embargo, es preciso que se interese por ellas
un instante, pues toda la vida pasada, presente y futura de la República
Argentina se sintetiza en algunas sumas. (…) En un país como este, las
demostraciones secas y áridas de los números se animan y adquieren una
apariencia de milagro y de reto. Los totales prósperos , gloriosos, como
contentos de sí mismos, se acrecen año en año en columnas cada vez más largas
y, de adición en adición, cuando llegan al balance comparativo de las naciones
competidoras, hacen ostentación del triunfo, como comerciantes felices,
radiantes de alegría.
Jules Huret. De Buenos Aires al Gran
Chaco.1911
Creo que
es tiempo de reconocer el milagro
argentino. Este país no se recuperará sino no renace alguna forma de
orgullo nacional, esta vez lejos de toda fiesta chauvinista. Nacimos en un
país increíble, pero no lo sabíamos.
Este libro
intenta recuperar ese orgullo. Y voy a aportar datos para ello. No se trata de
retórica sino de datos objetivos, no solo numéricos – que los hay- sino más
inasibles como las ideas, las polémicas y los mitos que la literatura de
ficción y el ensayo supieron corporizar y echar a andar. Pero
para que esos mitos existieran algo tuvo
que pasar en esta ciudad y en este país.
Lo que
sucedió fue la excepción argentina.
sábado, 4 de marzo de 2017
Una breve historia de la propiedad privada
La propiedad privada
1. De la recolección
al cultivo, de la propiedad común a la propiedad privada
Existe el Mito de la Edad de Oro, según el cual en tiempos
antiguos no existía la propiedad privada, que todos los bienes se obtenían y
utilizaban en común. No había ricos ni pobres, ni avaricia ni codicia, y los
seres humanos eran pacíficos.
Durante incontables milenios nuestros ancestros se
alimentaban a través de la caza, la pesca y la recolección de frutos. Solo hace
10 milenios la agricultura y el pastoreo se convirtieron en los mecanismos
habituales para obtener alimentos. Desde el punto de vista de la evolución de
nuestra psicología la enorme etapa de cazadores-recolectores aún permanece como
un sustrato de nuestra conducta social. Atiborrarse de comida, por ejemplo, es
una herencia de esta etapa, en la cual la caza era azarosa y cuando aparecía
una fuente de alimentos, animal o vegetal, la gente devoraba esas primicias,
ignorantes de cuándo podría repetir el festín.
Algo de cierto tiene ese Mito. En la época de los recolectores-cazadores
nadie era dueño de las tierras ni de las manadas de animales, nadie sembraba
semillas, nadie preparaba el terreno para la siembra, nadie poseía herramientas
para la cosecha. Solo algunos bienes personales, un abrigo, algún arma- hachas
o lanzas- o algún objeto de adorno eran
propiedad individual.
El respeto a la propiedad no dispondría ciertamente de gran arraigo
entre las bandas de cazadores y recolectores en cuyo seno cualquiera que
descubriera una nueva fuente de alimentación o un más seguro refugio quedaba
obligado a comunicar su hallazgo al resto de sus compañeros. (Friedrich
Hayek, La fatal arrogancia)
El problema era que en esa “edad”, nada era parecido a la
paz y la armonía del Mito. La gente moría antes de los treinta años y se necesitaban
enormes espacios para sustentar a unos pequeños grupos nómades que recorrían
selvas y bosques en búsqueda de animales y frutos.
Pero, había un serio problema, tal como describe Hans-Herman
Hoppe en ECONOMÍA Y ÉTICA DE LA PROPIEDAD PRIVADA:
Sin embargo la vida de cazadores y recolectores enfrentaba un desafío
fundamental. Las sociedades de cazadores‐recolectores llevaban esencialmente
vidas parásitas. Es decir, no agregaban nada al suministro de productos
entregados por la naturaleza. Sólo agotaban las fuentes de bienes. No producían
(fuera de algunas herramientas) sino que consumían solamente. No cosechaban ni
criaban sino que tenían que esperar a que la naturaleza regenerara y
reaprovisionara. Esta forma de parasitismo implicaba el problema inatajable del
crecimiento de la población. Para mantener una vida cómoda, la densidad
demográfica tendría que haber seguido siendo extremadamente baja. Se ha
estimado que una milla cuadrada de territorio era necesaria para sostener
confortablemente una o dos personas, e inclusive, en regiones menos fértiles
eran necesarios terrenos más grandes aún.
El crecimiento de la población puso en crisis el sistema de
cazadores-recolectores.
El asentamiento, por
consiguiente, permitía un crecimiento demográfico mucho más rápido, y una
población creciente intensificaba la caza y la recolección locales, lo cual
hacía que los alimentos en estado natural escasearan más y más. Esto
significaba que los grupos sedentarios acabarían encontrándose probablemente
atrapados en un modo de vida cada vez más laborioso, trabajando primero en
pequeños huertos y luego en campos más extensos al disminuir los frutos de la
caza y la recolección a la antigua usanza.
(J. R. McNEILL, y W. H. McNEILL, Las redes
humanas. Una historia global del Mundo.)
Las soluciones fueron dos:
1)
Apropiarse de terrenos para siembra y
pastoreo y de manadas para criar animales.
Se puede
decir que el primer paso hacia la solución de la trampa Maltusiana que
enfrentaban con su crecimiento las sociedades de cazadores‐recolectores, fue
exactamente el establecimiento de la
propiedad de las tierras. Presionados por el
descenso en el estándar de vida, como resultado de la
superpoblación absoluta, los miembros de la tribu
sucesivamente (por separado o colectivamente) se apropiaron, cada vez más, de
naturaleza (tierra) no‐poseída previamente. Esta apropiación de la tierra tenía
un efecto doble inmediato. Primero, se producían más bienes y por consiguiente
se podían satisfacer más necesidades que antes. De hecho, este fue el motivo
real detrás de la apropiación de las tierras: la idea de que la tierra tenía
una cierta conexión causal con la satisfacción de necesidades humanas y podía
ser controlada. Controlando la tierra, el hombre realmente empezaba a producir bienes en vez de simplemente consumirlos.(Hope,id.)
“Fue probablemente la
necesidad de disponer de una mínima unidad productiva viable lo que dio lugar a
que la propiedad de la tierra pasara de colectiva a privada”(Hayek, id.)
2) Crear unas unidades de producción de seres
humanos, las familias. Hasta ese momento los hijos no tenían padre
reconocido, hombres y mujeres se apareaban indiscriminadamente y nadie “poseía”
hijos propios. Los que nacían eran simplemente, hijos de la tribu. Estos hijos
de la tribu incrementaban la población, con lo cual se ponía en crisis el
inestable equilibrio comida-población.
“Sin embargo, la economía en la tierra era
solamente parte de la solución al problema que se presentó por la presión del
aumento poblacional. Con la apropiación se hizo un uso más eficaz de la tierra,
teniendo en cuenta que sustentaba un tamaño mayor de población. Pero la
institución de la propiedad de la tierra en sí no afectó el otro lado del
problema: la proliferación continuada de descendientes. Este aspecto del
problema requería también una solución. Tenía que encontrarse una institución
social que pusiera esta proliferación bajo control. La institución diseñada
para lograr esta tarea fue la institución de la familia” (Hope)
En efecto, cono señala Yuval Harari, existe la presunción de
que en esa etapa no existía la familia.
“Algunos psicólogos evolutivos aducen que las antiguas bandas de
humanos que buscaban comida no estaban compuestas por familias nucleares
centradas en parejas monógamas. Por el contrario, los recolectores vivían en
comunas carentes de propiedad privada, relaciones monógamas e incluso
paternidad. En una banda de ese tipo, una mujer podía tener relaciones sexuales
y formar lazos íntimos con varios hombres (y mujeres) simultáneamente, y todos
los adultos de la banda cooperaban en el cuidado de los hijos. Puesto que
ningún hombre sabía a ciencia cierta cuál de los niños era el suyo, los hombres
demostraban igual preocupación por todos los jóvenes”
(Yuval Harari, "Sapiens. De animales a dioses: Una breve historia de la humanidad "
)
O, mejor dicho, la misma despreocupación. De hecho podría
afirmarse que los machos humanos no tenían ninguna preocupación o interés por
sus cachorros: no le enseñaban nada, nada heredarían ellos de él.
La idea de la
propiedad privada está fuertemente asociada a la idea de continuidad temporal a través de los hijos.
Solo la familia y los hijos garantizan que el hombre se preocupará por adquirir
y preservar una propiedad que será su legado al futuro.
Imaginemos una
sociedad sin propiedad (en verdad no sería una sociedad). ¿Por qué voy a
sembrar una tierra o construir una casa si luego cualquiera puede venir a
cosechar los frutos o a instalarse en mi casa? Como no tengo un derecho para
excluirlos no podría evitar esas circunstancias, por lo que mejor desisto de
sembrar o construir y veo de consumir lo que otro haya cosechado o construido.
Así, estaríamos de vuelta en un mundo de cazadores-recolectores o menos aun
porque ni siquiera podríamos sostener la propiedad sobre otros bienes o
herramientas necesarias para ello (armas para cazar, por ejemplo). Ese sería un
mundo pobre, que solo podría sostener a un pequeño número de seres humanos,
lejos de los siete mil millones de hoy.
Precisamente porque
alguien, gracias al derecho de propiedad, puede ‘excluir’ a otros de su uso es
que se convierte también en un ‘protector’ que buscará cuidar y multiplicar el
recurso. Resulta entonces que pese a que la propiedad ‘excluye’ recursos del
acervo global, en verdad los multiplica y los devuelve con creces.
(Martin Krause)
Con la propiedad de tierras y manadas y la propiedad de
crear hijos propios, reconocibles, termina el comunismo primitivo. Nadie
mejoraría su parcela de tierra para que otro se quedara con sus frutos. Nadie
criaría animales para que los comiera un desconocido. Nadie traería hijos al
mundo, futuros productores y consumidores, si no había certeza de que esos
hijos pertenecían a determinados padres, es decir, trabajarían en la unidad
productiva independiente formada por padres e hijos, con funciones productivas
y de crianza de niños y de soporte a los viejos.
Mientras los grupos humanos
errantes consumieron los alimentos que encontraban a mano y los compartieron
entre todos sus miembros, el esfuerzo
extra necesario para cultivar huertos careció de atractivo y, sobre todo, el
almacenamiento de semillas para la cosecha del próximo año fue poco práctico.
Sólo cuando las unidades familiares se convirtieron en consumidores
independientes de alimentos se hizo posible el despegue de la agricultura.
(McNeil, id.)
O sea, que es evidente la correlación entre la creación de
la institución familiar, la transformación de la familia en unidad de
producción y consumo, y la creación de la agricultura, y por ende el nacimiento
de la propiedad privada.
La agricultura y la ganadería crean entonces la propiedad
privada- de terrenos, de animales, de instalaciones productivas, de
herramientas- como único mecanismo que permite identificar y personalizar el
trabajo productivo. En vez de depredar al bosque, ahora hay que apropiarse de
la tierra fértil, garantizar su uso exclusivo para la agricultura, separado del
uso para la ganadería, preparar la tierra, ararla, sembrar, cosechar, guardar,acopiar
semillas para la próxima cosecha y, por último, intercambiar en el mercado los
excedentes de grano o de carne, por otros bienes comestibles o de uso como
textiles, cacharrería, adornos, herramientas, armas, etc.
La invención de la agricultura
permanente inyectó tipos nuevos de información a la red humana. Los aprendices
de agricultor intercambiaban permanentemente habilidades, conocimientos,
semillas y ganado de crianza con las comunidades vecinas. (McNeil, id.)
2. La Revolución neolítica:
agricultura y ciudad
Frente al Mito de la Edad de Oro, según la cual la
naturaleza entregaba sus dones sin mayor trabajo humano, la Revolución
Neolítica, o sea, la capacidad humana de organizar la producción de alimentos
vegetales y animales, criando y cultivando obligó a la humanidad a “trabajar
con el sudor de la frente”. Para alimentar a una población creciente, evitar
las hambrunas por malas cosechas o por plagas y enfermedades que aquejaran al
ganado las personas tuvieron que adquirir nuevas habilidades. Las viejas
destrezas de la caza y la pesca (rastrear, acechar, matar) no servían ya para
las complejas tareas del cultivo y la crianza.
La introducción de una economía productora de alimentos afectó, como
una revolución, las vidas de todos los involucrados en ella lo bastante para
reflejarse en la curva de la población.(…)
La comunidad de recolectores de
alimentos tenía limitada su magnitud por la provisión de alimntos disponibles-
el número real de animales de caza, de peces, de raíces comestibles y de bayas
que crecían en su territorio-. Ningún esfuerzo humano, ni tampoco conjuro mágico alguno, podía aumentar esta
provisión. (…) Las poblaciones cazadoras se muestran muy bien ajustadas a los
recursos que disponen. El cultivo rompe, de una vez, con los los límites así
impuestos. Para incrementar la provisión de alimentos, sólo es n ec esario
sembrar más semillas, cultuivadndo mayor extensión de tierras.Si exustyen más
bocas por alimentar, también se tienen más brazos para trabajar los campos.(
Gordon Childe, Los orígenes de la civilización)
Por otra parte, por
primera vez, el ser humano alteraba sustancialmente la Naturaleza. La selección
de los mejores granos, los más resistentes o los más sustanciosos, generó un
proceso de “selección artificial” por el cual, en pocos milenios, se crearon
variedades de cereales y leguminosas nuevas. El trigo, por ejemplo, ya no tenía
nada que ver con el antiguo cereal silvestre.
Al principio este trigo
silvestre se cosechaba regularmente pero no se sembraba; más tarde empezó
también a sembrarse con regularidad. El trigo en cuestión era escandía,
antepasado del trigo moderno que, junto con el centeno (originariamente una
mala hierba de los trigales), la cebada, la avena, el mijo y la espelta, crecía
en estado silvestre en el Mediterráneo oriental. Allí también se refinó para
adaptarlo al hombre. (Hugh Thomas,
Una historia del mundo)
Tuvo lugar entonces un aumento
del número de personas y del número de plantas y animales domésticos, porque la
dependencia mutua permitió que unos y otros obtuviesen mucha más energía de la
faz de la tierra de la que ésta les había proporcionado hasta entonces. Los
seres humanos y algunos de sus animales domesticados – no todos- tuvieron que
trabajar con más ahínco y cambiar el entorno de forma más radical que antes,
creando así más riesgos para sí mismos: hambruna, enfermedades y guerra (McNeil,
id.)
Las tareas agrícolas implicaban eliminar las malas hierbas,
roturar el terreno con azadas, utilizar el fuego para desbrozar el terreno y
mejorar la fertilidad, la utilización de una hoz para cosechar, atar las
gavilla de cereal cosechado, pisar el cereal, machacarlo, etc. Todo esto
significa mucho trabajo y organización del trabajo: nada es dado graciosamente
por la Naturaleza.
Lo mismo, los animales. Los hombres aplicaron la selección
artificial, matando, por ejemplo, a los ejemplares demasiado agresivos de las
manadas de bovinos, creando así variedades sumisas y fácilmente manejables. No
existirían hoy las vacas, ovejas o caballos si no se entendiera este proceso de
selección activa que los humanos operaron sobre el medio natural.
Encerrar el rebaño durante la noche y protegerlo de otros predadores
cuando pastaba durante el día era esencial para la nueva relación entre los
seres humanos y los animales. Al igual que en el caso de los cereales el
resultado fue una adaptación radical por ambas partes.(…) Desde el punto de
vista de los animales , las armas humanas ofrecían sin duda mejor protección
que los cuernos. Pero los pastores sólo podían ofrecer un liderazgo real matando a los animales desafiantes, con
lo que, sin darse cuenta, fomentaran de manera selectiva un comportamiento
sumiso (McNeil,id.)
3. Los cereales: la creación
del mercado, de la ciudad y del poder del Estado
Cada tipo de agricultura tiene sus condicionamientos
geográficos y sociales. La agricultura tropical es descentralizada: cada aldea
panta y consume sus tubérculos. No hay un tiempo de cosecha, no hay que
almacenar semillas, etc. Por lo tanto, poblaciones aisladas, remotas, han
seguido viviendo en el aislamiento en algunos casos hasta el siglo XX.
Además, como explica Gordon Childe, la agricultura no
significa necesariamente asentamientos permanentes. En especial, la agricultura
de azada, con su gran explotación y agotamiento de los terrenos implica la
necesidad de emigrar cada tanto, con lo cual no tiene sentido la construcción
de viviendas permanentes.
En cambio la agricultura del cereal implica la necesidad de
una gran cantidad de mano de obra trabajando junta tanto en la siembra como en
la cosecha. Exige grandes depósitos centrales. El grano no se pudre, por lo
cual puede ser trasladado sin peligro de pérdida: Todos estos componentes de
los cereales implican que su cultivo es un fenómeno sociopolítico que incluye a
los productores agrarios y a los consumidores urbanos.
La ciudad solo se
explica por la existencia de trigo, en Europa, y arroz en Asia oriental. El
cereal crea relaciones complejas de intercambio, dominación, gobiernos,
impuestos, obras públicas, caminos, es
decir todos los componentes que estallarían hace 5 mil años en la creación de
la ciudad.
En este contexto de mayor especialización, enriquecimiento
del lenguaje, mejora en las habilidades intercambio con poblados vecinos, etc.
el trueque se instala como mecanismo de intercambio de excedentes. Eso
significó que comenzara a haber una valoración explícita de los diversos
bienes. Cuanto más escaso y necesario fuera un tipo de bien, más bienes para
intercambiar demandaría. Eso implica un necesario desarrollo del lenguaje, de
las interacciones humanas, de la gestión de acuerdos, de la existencia de un
imprescindible clima de paz, que permita que el trueque reemplace al robo. Y la
existencia de alguna autoridad arbitral que resuelva en los conflictos entre
compradores y vendedores.
4. El dinero
El trueque era un avance en relación al robo o la autarquía
y el aislamiento, pero estaba lejos de ser perfecto como mecanismo de
intercambio.
En principio, se necesitaba que el que ofrecía huevos y
pretendía granos encontrara a un excedentario en granos que a su vez
pretendiera huevos. Esta combinación muchas veces no se encontraba, con lo cual
se frustraba el intercambio. Había que encontrar a un excedentario y un
deficitario justamente en los bienes específicos que se demandaban. Y ¿con qué
pagar a unos obreros que ayudan a construir tu casa, con “partes de la casa”?
Como señala Rothbard, los dos problemas básicos del trueque son la
“indivisibilidad” y la “falta de coincidencia en cuanto a necesidades”.
Es por ello que naturalmente se pasó a una nueva creación,
el dinero. El intercambio indirecto.
Pero el hombre, en su
interminable proceso de ensayos y fracasos, descubrió el camino que posibilita
alcanzar una economía de gran expansión: el intercambio indirecto. Mediante el
intercambio indirecto, uno vende su producto, no a cambio de un bien que se
precisa directamente sino a cambio de otro bien que, a su vez, es vendido a
cambio del bien que uno necesita. (Rothbard,
)
O sea desaparece el problema de la indivisibilidad y el
problema de la no coincidencia de necesidades complementarias que tiene el
truque.
Y esos “bienes
intermedios” que se compran, son las monedas, el dinero. Por sus dos
gallinas, el granjero obtiene en el mercado 5 rupias (o taleros, o pesos, o
como se llame). Y con esas 5 rupias compra lo que andaba necesitando: una
herramienta para podar sus arbustos.
No deberíamos pensar en dinero como monedas de oro acuñadas por el rey, al menos durante miles de años.
Esa fue solo una de las formas que el
dinero adoptó históricamente. Como se sabe, hubo bienes utilizados como
dinero, tales como tabaco, azúcar, sal, ganado, clavos, cereales, etc. Se han
registrado conchillas como medios de pago en poblaciones del Pacífico, hace
8000 años.
Pero luego de ensayos y errores, en todo el mundo conocido,
el oro y la plata fueron reconocidos como el dinero por excelencia, por lo cual
el “peso” (de oro o de plata) fue la manera de estandarizar su uso: conocido el
“peso” (una libra, una onza, etc.) se podía entonces negociar un precio de
intercambio: cuantos “pesos” te costará mi kilo de pescado.
Con la existencia de dinero, una mercancía que pertenece a
un individuo, no hay “comunismo primitivo” posible. MIS monedas de oro ME
servirán para criar mejor a MI hijo. Tantos pronombres posesivos aun asustan a
ciertos profetas de la igualdad. Pero lo cierto es que la posesión de dinero
independiza al individuo de ciertas servidumbres, es un bien universal que le
permite adquirir cualquier producto o servicio.
Como es obvio, es más fácil robar – o perder- dinero que una
propiedad inmueble. Poseer dinero implica un riesgo, mucho mayor que poseer una
propiedad inmueble. En realidad, toda propiedad mueble (ganado, dinero, granos)
tiene mayor riesgo de robo, pérdida o destrucción que cualquier propiedad territorial.
5. La ciudad
La ciudad supone una concentración de funciones
simbólicas-religiosas, la instalación de un poder político , la creación de una
clase de funcionarios (recaudadores, contables, escribas, soldados, sacerdotes,
consejeros del Rey, etc.) y artesanos (fundidores, talabarteros, ceramistas,
constructores, etc.) , por lo tanto, la existencia de recursos excedentes, que
son arrancados por la fuerza (impuestos, tributos) a los agricultores. Se
calcula que en una ciudad mesopotámica 7,000 funcionarios y artesanos vivían a
costa de 25,000 agricultores.
La sumisión de esos 25,000 agricultores se basaba en que
el Poder distribuía remedios religiosos-
bendiciones, pasaportes a la inmortalidad-,
regulaba la distribución de agua, el gran recurso escaso, organizaba obras
públicas que requerían miles de trabajadores (canales, presas, desmonte,
etc.) y ofrecía protección frente a las
bandas de pastores-guerreros que, montados en sus caballos o camellos, ejercían
fuerte presión sobre los campesinos , pueblos y ciudades.
Los pastores tenían experiencia en protección de sus
ganados, lo cual se transformó rápidamente en entrenamiento militar: poseían la
capacidad de reunirse rápidamente y asaltar los depósitos de grano de los
campesinos. En este contexto, los campesinos requerían protección de los
soldados profesionales urbanos, a cambio de parte de sus granos.
Los grupos locales de
agricultores no podían igualar la violencia organizada que normalmente ejercían
los soldados profesionales pastoriles y urbanos. La sumisión era inevitable y
preferible a la resistencia, ya que las rentas e impuestos más o menos
previsibles eran más fáciles de soportar que el pillaje desenfrenado. Por
consiguiente este sistema pasó a ser el habitual. En efecto, los pastores
crearon junto a los soldados profesionales y los gobernantes de los estados
agrarios un mercado extraoficial pero eficaz de costes de protección, y fijaron
pagos de rentas e impuestos en un nivel que garantizaba la supervivencia de los
habitantes de los poblados dejándoles un margen, en los años normales, para
protegerse de la posible pérdida de cosechas. Después del año 2500 AEC este
tipo de mercado de protección subordinó a los campesinos y sostuvo las
civilizaciones urbanas durante los milenios siguientes hasta casi la época
presente.(McNeill, Las redes humanas)
La suma del poder religioso, militar y económico se
concentraba, entonces, en la Ciudad. Y
esas tres dimensiones estaban íntimamente relacionadas.
Cada dios tenía su morada
terrenal, el templo en la ciudad, una propiedad territorial, servidores
humanos, y la corporación sacerdotal. Los documentos descifrables más antiguos
de Mesopotamia son, en efecto, las cuentas llevadas por los sacerdotes acerca
de los ingresos de los templos. Por ellas se pone de manifiesto que el templo
no solo era el centro de la vida religiosa de la ciudad, sino también el núcleo
de la acumulación de capital. El templo funcionaba como un gran banco; el dios
era el principal capitalista del
territorio (Gordon Childe, Los orígenes de la Civilización)
El Templo, era ,a la vez, la casa de Dios en la ciudad y el
deposito que concentraba los tributos que las familias debían pagar.
Cada ciudad era sede de un Dios. Pero ¿Cómo se decidía el
sitio de la ciudad? No solo por consideraciones geográficas. Antes de decidirse
por este o aquel lugar existía una creencia, el sentimiento de que ciertos
lugares son sagrados. El espacio no era homogéneo: había lugares en que
habitaba el Cosmos- el orden divino- y lugares aun caóticos- meramente producto
de la naturaleza.
Como ha demostrado Eliade, se
establecían en lugares donde lo sagrado se había manifestado en una ocasión,
rompiendo la barrera que separaba los dioses de la humanidad (…)
Una vez que se experimentaba un lugar como sagrado, era radicalmente separado de sus alrededores profanos. Como allí se había revelado lo divino, el lugar se convertía en el centro de la Tierra (…) era uno de los lugares donde se podía entrar en contacto con lo divino, lo único que daba realidad y significación a sus vidas. (Karen Armstrong, Historia de Jerusalén)
Una vez que se experimentaba un lugar como sagrado, era radicalmente separado de sus alrededores profanos. Como allí se había revelado lo divino, el lugar se convertía en el centro de la Tierra (…) era uno de los lugares donde se podía entrar en contacto con lo divino, lo único que daba realidad y significación a sus vidas. (Karen Armstrong, Historia de Jerusalén)
El carácter sagrado de las ciudades, como resulta evidente,
es la base de su poder simbólico. Las humildes familias de campesinos llegan,
digamos, a Jerusalén, o Sidón, o
Babilonia. Contemplan sus murallas infranqueables, las torres de vigilancia,
los palacios del rey, el Templo, morada
de Dios. Su sorpresa se transforma rápidamente en veneración y se someten así,
casi sin dudarlo, a la protección de la Ciudad. Como resume Karin Armstrong:
Después de que Marduk creó el
mundo, los dioses y los humanos trabajaron juntos para edificar la ciudad de
Babilonia en el centro de la tierra. En Bab-ilani (“la puerta de los dioses”)
las divinidades se podían reunir cada año para participar en el consejo de los
dioses: era su casa en el mundo terreno de hombres y mujeres, quienes sabían
que podían tener acceso a ellos. En el centro de la ciudad edificaron también
el gran templo de Esagila dedicado a Marduk, su palacio en la ciudad. Allí
vivía e imponía el orden divino a través de su lugarteniente, el rey.
El Poder se inviste así, desde el inicio, de un halo de
divinidad que justifica sus decisiones. Nadie puede cuestionar las decisiones
de Dios, transmitidas y ejecutadas por medio del Rey, su representante en el
mundo.
La Ciudad, además, era inestable. Había años buenos y años
de magras cosechas, años de paz y años de invasiones de pueblos extraños. Había
años de tranquilidad y años de rebelión contra los poderosos. Frente a ese
cambio permanente, a esa inestabilidad, se reforzaba la creencia en dioses,
leyes e instituciones permanentes que aportaban cierta idea de continuidad y
estabilidad. El Poder, obviamente, reforzaba ese sentimiento. Fiestas,
celebraciones, homenajes, festivales, días sacros, entierros reales, bodas,
nacimientos reales eran todos instrumentos de diferenciación entre los reyes y
sus vasallos. El lujo, la ostentación de joyas y vestidos, armas y cabalgaduras
eran todos símbolos que se exhibían para ampliar la brecha entre los simples
humanos y los Reyes, representantes de Dios en la Tierra.
El rey debía no solo construir templos para los dioses.
Debía cumplir deberes más cotidianos: fortificar la ciudad, proveerla de acceso
al agua, defenderla de los enemigos,. Y tenía que imponer la Ley, una creación
divina “que los dioses habían revelado al rey”.
El Rey no solo debía construir murallas, debía –aplicando
sabiamente la Ley-mantener el orden social, impedir el descontento dentro de la
ciudad, proteger a los débiles, viudas y huérfanos, el bienestar de sus habitantes.
Controlar así que un campesinado explotado se rebelara contra el poder y
rompiera las murallas de la ciudad.
De este modo, la
complejidad creciente de las primeras civilizaciones impuso serios límites a la
propiedad privada.
Si bien en algunos
casos los campesinos eran propietarios de sus parcelas, debían entregar buena
parte de sus cosechas al Poder, a fin de asegurarse la pertenencia a la Ciudad,
que , como hemos visto, es un requisito para garantizar su protección y su
misma condición humana, como perteneciente a una comunidad de fieles al Dios de
la Ciudad. No se podía sobrevivir en soledad. Solo siendo súbdito del Rey se
tenía acceso a bienes terrenales- riego, protección- y a bienes espirituales
como la protección de los dioses.
Sabemos que el antiguo Egipto la propiedad era del Faraón, y
que éste podía premiar a sus generales o ministros con parcelas propias. Pero
era una “propiedad delegada”, y así como faraón la cedía , podía recuperarla
con un simple decreto real.
Hubo que esperar al nacimiento de normas de defensa de la
propiedad privada para que la civilización comenzara su andadura:
Dice F. Hayek:
… parece razonable también
situar el punto de partida del proceso civilizador en las regiones costeras de
Mediterráneo. Las posibilidades facilitadas por el comercio a larga distancia otorgaron ventaja relativa a aquellas
comunidades que se avinieron a conceder a sus miembros la libertad de hacer uso
de la información personal sobre aquellas otras en las que era el conocimiento
disponible a nivel colectivo o, a lo sumo, el que se encontraba en poder de su
gobernante de turno el que determinaba las actuaciones de todos. Fue, al parecer, en la región mediterránea
donde por primera vez el ser humano se avino a respetar ciertos dominios
privados cuya gestión se dejó a la responsabilidad del correspondiente
propietario, lo que permitió establecer entre las diferentes comunidades
una densa malla de relaciones comerciales. Surgió la misma al margen de los
particulares criterios o veleidades de los jefes locales, al no resultar
posible entonces controlar eficazmente el tráfico marítimo.
Lo importante es advertir que el desarrollo de la propiedad plural (privada)
ha sido en todo momento condición imprescindible para la aparición del comercio y, por lo tanto, para la formación de
esos más amplios y coherentes esquemas de interrelación humana, así como de las
señales que denominamos precios. El
que fueran los individuos, las “familias” (en el sentido amplio del término), o
los grupos formados voluntariamente quienes detentaran los derechos de
propiedad tiene transcendencia menor que el hecho de que cada actor pudiera en
todo momento identificar a quién correspondía determinar el uso a dar a sus
bienes.
. Desgraciadamente, tarde o temprano, los gobernantes tienden a abusar de
los poderes a ellos confiados para coartar esa libertad que deberían defender y
para imponer su supuestamente más acertada interpretación de los
acontecimientos, no dudando en justificar su comportamiento afirmando que
simplemente tratan de impedir “que las instituciones sociales evolucionen
arbitrariamente”
En suma, la propiedad privada surge en el contexto de
- la aparición de la agricultura y la ganadería
- la institución de la familia como grupo productor y
consumidor organizado
-el desarrollo de
redes de comercio incipientes que significaron normas para realizar y
hacer cumplir contratos entre compradores y vendedores
- El reconocimiento de derechos de propiedad en manos de
individuos, familias o grupos, o sea la facultad de asignar ciertos fines a
determinados bienes
- Un poder político, asentado en las ciudades, que provee-
por vía del monopolio de la coerción- seguridades a la propiedad, asediada por
asaltantes, ejércitos extranjeros, etc. La dialéctica de conflicto entre el
ámbito privado y el poder político- encargado de su seguridad- terminó, por lo
general, con éste interviniendo y limitando la libertad. El Estado, dependiente de los impuestos de los
propietarios pasa de ser un sumiso delegado a un amo irascible sobre la base de
deificar su conformación como poder sobrehumano. Este Estado-Dios fue – y sigue
siendo- el más formidable enemigo de la propiedad privada.
martes, 28 de febrero de 2017
La singularidad argentina
Los argentinos tenemos solo una vaga noción de
que este país alguna vez estuvo a la vanguardia
del progreso y atraía a millones de inmigrantes con la promesa de “hacerse la
América”. En pocos años un desierto despoblado, cruzado de anarquías y guerras
civiles, donde la vida no valía nada, adonde muy pocos extranjeros se animaban
a recalar, un país casi olvidado, lejos de los flujos de inversión, comercio
mundial y las migraciones, pasó a protagonizar un crecimiento poblacional,
económico, social y cultural de los que, con la excepción de los Estados
Unidos, el mundo no tenía memoria.
Millones inmigrantes se asentaron aquí, convirtiendo a la Argentina en el país
que más inmigrantes recibió entre 1880 y 1930, después de los EEUU. Recibió notablemente más
inmigrantes que Brasil, Australia, Canadá, México.
Pero todo
eso, como una bruma, desaparece de
nuestra conciencia y nos despertamos nuevamente frente a nuestra realidad
cotidiana.
Creo que es
tiempo de reconocer el milagro argentino.
Este país no se recuperará sino no renace alguna forma de orgullo nacional,
esta vez lejos de toda fiesta chauvinista. Nacimos en un país increíble, pero no lo sabíamos.
Este libro
intenta recuperar ese orgullo. Y voy a aportar datos para ello. No se trata de
retórica sino de datos objetivos, no solo numéricos – que los hay- sino más
inasibles como las ideas, las polémicas y los mitos que la literatura de
ficción y el ensayo supieron corporizar y echar a andar. Pero
para que esos mitos existieran algo tuvo
que pasar en esta ciudad y en este país.
Lo que sucedió
fue la excepcionalidad argentina.
Escribe
Ezequiel Gallo:
“El período histórico
que me he propuesto analizar a continuación estuvo marcado por una gran
expansión de la sociedad y la economía argentinas, expansión que ya contaba con
más de cuarenta años en la década de 1920. Son pocos los investigadores de ese
período que estarían dispuestos a cuestionar esa idea.
Sin embargo, buena parre de sus trabajos no destacan
suficientemente la importancia capital de ese hecho.
Tienden a concentrarse en lo que podríamos llamar
“los aspectos negativos del proceso”, más que en la propia expansión. Las
razones de esto son fáciles de comprender: la mayoría de esos estudios hacen
hincapié en el análisis de los elementos menos exitosos de la economía en su
pasado más reciente”
De más está
decir que el sesgo negativo que esos estudios han generado es el que predomina ampliamente en la cátedra universitaria, en el
periodismo, en la cultura política argentina. Cuando se habla de “generación
del 80” se saca a relucir lo anecdótico, lo cuestionable, los errores u
olvidos, pero se desdeña presentar el cuadro completo. En ese relato, una
minoría oligárquica, rapaz y codiciosa se las arregla para esquilmar al pueblo.
Lo que no se
entiende es que el pueblo argentino es, justamente, producto de ese proyecto:
los millones de inmigrantes que fueron incorporados al país fueron, en gran
parte, los abuelos de los ciudadanos argentinos de hoy. No existiría la
Argentina tal como hoy la conocemos si no se hubiera puesto en marcha, con sus
problemas, injusticias o errores, ese fantástico proyecto de poblar el desierto,
de llenar de granjas la llanura y de extranjeros los pueblos y ciudades del
país.
Escribió
Horace Rumbold, un visitante inglés, hacia 1887:
“Los pronósticos que me atreví a
formular en cuanto a su progreso se han cumplido, de hecho, con holgura. El
número de inmigrantes que afluyen cada año se ha triplicado. Tan grande ha sido
el aumento de su población de la ciudad de Buenos Aires, que en el curso de
cuatro años ha pasado de 300 a 400 mil habitantes… Indefectiblemente, el
carácter de los porteños del futuro se verá modificado en su esencia por
esta gran infusión de sangre extranjera. (…) Ya
nadie pude dudar que la Argentina tiene asegurado un futuro de gran
prosperidad. Pacificada y consolidada, la república se ha lanzado felizmente a
la carrera entre las naciones, y de todos quienes desean su éxito, ninguno es
más sincero que el autor de esta pequeña crónica de una estadía demasiado breve
pero interesante y placentera en su hospitalaria tierra”
”
Los extranjeros del siglo XIX se sorprendían
de lo que encontraban. En vez de un pueblo atrasado, reaccionario, anticuado,
cerrado, encontraban la libertad en los rostros, mujeres que no ocultaban su
belleza y amaban ser admiradas, amabilidad y buen trato hacia el extranjero. En
vez de provincialismo hispanoamericano, encontraban una sociedad cosmopolita y
abierta, deseosa de agradar al extranjero. Esa Buenos Aires antigua esperaba
ser una metrópoli mundial y todas las esperanzas se dirigían en ese sentido.
Escribió Ruben Darío en 1910
La Argentina crece, se hace fuerte al
amparo de una política de engrandecimiento económico; hace que las grandes
potencias la miren con simpatía y celebra su primer fiesta secular con el
asombro aprobador de todas las naciones de la tierra
José Martí,
luchador americano y referente de muchos de los que expresaron al nacionalismo
antiliberal, escribió en 1883 este
homenaje a la Argentina que emergía liderando el progreso.
íCuán distantes las tierras del Plata de aquellos tiempos de
encomenderos ensañados y fieros querandíes!
En el pago de La Matanza nacen flores ; por donde corrían, sobre
fantásticos caballos Ios indios
invasores, corren hoy, como voceros de los tiempos nuevos, Ios ferrocarriles.
Ya el ombú no tiene trenos, sino himnos; ya no rinde Ia vida, a manos de Garay hazañoso.(…). Ni en lenguas
secas y ciencias sofisticas educan los colegios a la gente moza, que va de pie,
desnuda la ancha frente y limpio de odio el labio, coreando hosannas, en el
avantren de una locomotora. Acólitos no dan ya las escuelas, sino agrónomos ;
no enfrenadores de almas, sino acariciadores de la tierra.
No vive ya en Palermo el sombrío Rosas ; ni holgando por los campos vaga
el gaucho, ora carneando intrépido Ia res rebelde, ora escuchando, encuclillado
al pie del lecho recio donde descansa su indolente amada, las coloreadas y
sutiles trovas del payador enamorado. Por la pampa no merodean depredadores
sino que cruzan, seguidos de la escolta
que porta en astas altas el patrio gallardete, los zapadores nuevos del
ejército: los agrimensores.
Sonríe, maravilla y crece Buenos Aires
adelantada y generosa.(…)
Y la nación entera, trece escuelas normales de profesores que se esparcirán
luego por los campos y aldeas, a hacer buena la maravilla del pan y de los
peces, y criar maestros; y mil quinientas escuelas, pocas aún, con ser
relativamente tantas para calmar la sed ardiente de aquel gallardo pueblo: la
sed de los caminadores…
Frente a esta
realidad de crecimiento, de asombro y saludos de los intelectuales americanos, el
pensamiento crítico, inevitablemente nos recordará la desigualdad en la
distribución del ingreso, las luchas obreras, la centralización del poder en
una aristocracia.
Acepto el
reto de discutir esas consignas, convertidas casi en verdades obligatorias y
reemplazarlas con afirmaciones basadas en otro enfoque teórico y en evidencias
empíricas. No soy historiador y no me debo a ese estilo frío y distante de la
Academia. Prefiero polemizar, provocar e incluso equivocarme a ser,
simplemente, un relator desapasionado de la historia.
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