Objetivismo, colectivismo, historicismo: los errores de las Ciencias
Sociales
Una síntesis de “La contrarrevolución de la ciencia” de F. Hayek
1-
La enorme pelea que la ciencia mantuvo contra el
irracionalismo es posiblemente la página más extraordinaria que libró el progreso de la Humanidad. La
ciencia tuvo que luchar contra un paradigma que se basaba en la autoridad de
los “sabios”, en la creencia de que las “ideas” sobre las cosas encierran
alguna verdad sobre las cosas y el “antropomorfismo” o sea la idea de que
alguna mente, similar a la humana, era la autora de los fenómenos de la
Naturaleza.
Contra ese paradigma la ciencia tuvo que construir su propia
alternativa.
Su tarea fue, entonces, centrarse en los “hechos objetivos”,
es decir los fenómenos de la naturaleza, al margen de las “ideas” que el hombre
había construido sobre esos fenómenos. Una profunda revisión de los conceptos
para quitarles las capas de creencias, muchas irracionales, que los hombres
habían construido para explicarse fenómenos como el movimiento de los astros ,
la vida o la dilatación de los metales. La crítica al “sentido común” fue,
entonces, el sello de la actividad científica. Había que desterrar las
ilusiones, las falsas explicaciones y las creencias infundadas, reconstruir los
conceptos a partir de la observación y análisis de hechos “objetivos”.
En este camino, justificado para permitir el desarrollo de
las ciencias, las prevenciones contra el “sentido común” fueron creando lo que
podrían denominarse “errores por exceso”. Los científicos, queriendo
emanciparse de las “explicaciones” precientíficas comenzaron a rehuir de las
explicaciones mismas, reduciendo a la ciencia a la mera “descripción” de
fenómenos objetivos. Todo intento de “explicar” un fenómeno remitía a los
errores de la experiencia humana y a la creencia de una “mente superior” como
explicación del mundo.
2-
Estos “errores por exceso” fueron particularmente nefastos
en el campo de lo que en aquellos tiempos se denominaba “Ciencias morales” o
Humanas.
Lo que la gente piensa, las hipótesis que elabora respecto
de si misma, de las relaciones con otros seres humanos y en relación a la
naturaleza son, justamente, la materia sobre la cual las ciencias sociales
trabajan. El problema fue que el brillante desempeño de las ciencias exactas y
naturales hizo que, naturalmente, los pensadores sociales intentaran aplicar
los métodos de esas ciencias sobre un objeto de estudio radicalmente distinto. Mientras
que unas pueden dedicarse a analizar objetos y sus relaciones,
la ciencia social no puede analizar a los hombres como “objetos” sino como
sujetos animados de intencionalidad, necesitados de actuar para alcanzar sus
objetivos, seres que responden a determinadas leyes físicas y naturales, como
seres físicos y biológicos que son, pero en los que su humanidad trasciende la
dimensión “ natural” y los incorpora al mundo humano, al mundo del lenguaje, la
cultura, el intercambio de bienes, el poder, el temor, el deseo. Ninguna
ciencia natural está preparada para analizar esta dimensión.
Escribe Hayek :
“El peculiar objeto y los métodos de los
estudios sociales no tratan de relaciones entre cosas, sino de relaciones entre
hombres y cosas o de las relaciones que mantienen los hombres entre sí. Tienen
que ver con las acciones de los hombres, y su objetivo es explicar los
resultados no intencionados o no planeados de los actos de muchas personas”
Este pensamiento apunta a demoler a “las cosas” como objeto de
investigación social, centrando a las ciencias sociales en el estudio de cómo
del hombre se relaciona con las cosas y con otros hombres. Y, además, una clave
de esta afirmación está contenida en la última parte, “explicar resultados no
planeados de la acción humana.” Si no hubiera efectos no previstos de la acción
humana, su estudio sería tan simple como el estudio de una sociedad animal,
como hormigas o abejas. Si el mecanismo social fuera de respuestas previsibles
a estímulos conocidos solo bastaría con “describir” esos eventos repetitivos,
como el zoólogo hace con la conducta animal. Pero lo que la ciencia social no
puede hacer, aplicando los métodos de
las ciencias naturales, es anticipar efectos imprevistos. Ese reino, el de la
inpredictibilidad es justamente el reino de la ciencia social. Por definición,
un efecto no previsto no es definible en términos de una ecuación. Escapa a
cualquier modelo matemático ya que no se ajusta a ninguna curva matemática
conocida.
Por otra parte, los efectos imprevistos, son causa de una
larga cadena de acontecimientos, algunos de los cuales son, nuevamente, imposibles
de prever. La realidad social, por lo tanto, es a su vez, una realidad de alta
complejidad.
El objeto propio de la ciencias sociales, entonces, aquello
que las diferencia esencialmente de las ciencias naturales, es en palabras de
Hayek el siguiente:
“Las ciencias sociales en sentido estricto, es
decir, aquellas que recibían el nombre de ciencias morales tratan de la acción
consciente o reflexiva propia del hombre, de actos de los que puede decirse que
una persona realiza en función de una elección entre varias alternativas que se
le presentan.(…) En sus decisiones conscientes, el hombre clasifica los
estímulos externos de una forma que sólo conocemos a través de nuestra
experiencia subjetiva de este tipo de clasificación. (…) Nuestro proceder se
basa en la experiencia de que el resto de la gente, en general (aunque no
siempre) clasifica impresiones sensoriales del mismo modo que nosotros (…) En
lo que concierne a las acciones humanas, las cosas son lo que la gente que
actúa piensa que son”
No importa, entonces, a realidad “física” de un objeto sino
su significado, el modo en que es clasificado por el hombre. Las herramientas
son elementos físicos utilizados para “servir” para algo. No importa por lo
tanto cuál es su material o su mecanismo, solo importa que para las personas
“sirve para”(cavar la tierra, cosechar, clavar un clavo, etc.) No son los
caracteres físicos de la herramienta sino
su propósito lo que le otorga sentido.
De ahí que por doble vía, es evidente que las ciencias
sociales son “subjetivas”: lo son en
cuanto no interesa la realidad material de las cosas sino las ideas que la gente tiene sobre para que sirven las cosas. Y ,
además, el observador “comprende” lo que la gente piensa sobre los objetos,
porque comparte con los grupos o personas que analiza unas experiencias
comunes, experiencia inexistente en las ciencias naturales.
“Los hechos de las
ciencias sociales …se diferencian de los hechos de las ciencias físicas en que
son creencias u opiniones que sostienen
los individuos; creencias que, como tales, son nuestros datos, independientemente de que sean verdaderas o
falsas, y, lo que es más, no podemos observarlas directamente dentro de la
mente de los individuos, sino que hemos de identificarlas a partir de lo que
ellos hacen y dicen, merced a que
tenemos una mente similar a la suya” (Subrayado nuestro)
Es una clave del pensamiento hayekiano la referencia a que
conocer al otro se basa en compartir una misma estructura mental. No podemos
conocer, dice Hayek, a otra especie, o a extraterrestres, o a locos,
simplemente porque no poseemos su misma mente, no podemos “entender” si no
compartimos estructuras mentales comunes.
Pero tener una “mente común” no significa tener “una mente
única”. Cada individuo tiene conocimientos y experiencias únicas. La acción
humana, las de personas o grupos, no se basa en tener un conocimiento completo
y compartido sobre la realidad, sino, por lo contrario, tener un conocimiento
limitado, disperso, incompleto. Esta “imperfección” es un “dato”, desde las cuales las ciencias sociales han de
partir. No existe una mente única, omnisciente y total sino mentes con estructuras
y funcionamiento común, pero no idéntico. El gran tema de las ciencias sociales
es lidiar con este conocimiento particularizado, no centralizado, inabarcable.
Un hecho social solo
se puede entender si se conocen las intenciones de su actor. Tanto las intenciones
del actor, como la comprensión del científico son “subjetivas”. Y esta
subjetividad está por completo fuera del alcance de las ciencias naturales,
“objetivas”, que solo analizan hechos físicos carentes de propósito.
La relación del hombre con las “cosas”, por lo tanto, no se
basa en las características físicas que las cosas tienen, sino en las
características que los hombres creen que tienen, características que importan
en la medida que afecten su vida (recursos, herramientas, materias primas,
paisajes aprovechables, etc.)
Con más razón, las relaciones de “hombres con hombres”.
Relaciones en apariencia puramente biológicas como la de padres e hijos solo
pueden comprenderse entendiendo los propósitos humanos de su desarrollo (poder,
herencia, afecto, protección, producción, consumo, etc.)
La Economía es, sin dudas, la ciencia social que más avances
ha tenido y básicamente debido a que ha podido romper la “dependencia” del
“objetivismo” y, en cambio ha analizado la actividad económica del hombre desde
el punto de vista subjetivo.
“A menos que podamos
comprender lo que las personas persiguen con sus actos, cualquier intento de
explicarlos, esto es, de aplicarles reglas que relacionen situaciones
semejantes con actos parecidos, está condenado al fracaso.”
En síntesis, Hayek enumera un conjunto de características de
lo social, que hace imposible su
comprensión desde las categorías “objetivas” que cultivan las ciencias físicas
y naturales.
“Los puntos que
queremos destacar son que en todos esos campos debemos partir de lo que los
hombres piensan y quieren hacer: del hecho de que los individuos que conforman
la sociedad tienen como guía de sus actos una clasificación de las cosas y eventos en concordancia con un sistema
de percepciones sensoriales y de conceptos que tiene una estructura común a todos ellos que nosotros conocemos, porque
también nosotros somos hombres ; y que el conocimiento concreto que posean
los individuos será distinto en aspectos importantes. La acción del hombre
hacia los objetos externos, así como también todas las relaciones entre los
hombres y todas las instituciones sociales, solo podrán comprenderse en la medida que partamos de los que los
hombres piensan acerca de ellas. La sociedad tal y como la conocemos se ha
desarrollado sobre la base de los conceptos e ideas que la gente sostiene; por
lo que sólo podemos identificar las fenómenos sociales en la medida en que
estos tengan reflejo en la mente de los hombres.
La estructura de la mente humana, el principio común por el que las
personas clasifican los fenómenos externos, nos proporciona el conocimiento de
los elementos recurrentes sobre los que las diferentes estructuras sociales
descansan, y solo en función de él podremos describir y explicar esas
estructuras”(Subrayados nuestros)
Las personas no son intercambiables, idénticas. Sin embargo
las estructuras sociales tiene una recurrencia, una permanencia, aunque las
personas cambien, los roles siguen siendo los mismos. Los individuos no son
idénticos, solo comparten similares roles, reempalzan a otros individuos :
“Los individuos son,
meramente, nodos de la red de relaciones, y son las diversas actitudes que los
individuos adoptan respecto de sus semejantes ( o respecto de sus actitudes
similares o diferentes respecto de los objetos físicos) lo forma los elementos
recurrentes, habituales e identificables de la estructura”
3-
La especial dificultad del objeto de las ciencias sociales es el papel que
tienen las “ideas” en el mundo social. En las ciencias naturales se trata de
analizar y criticar los conceptos habituales, del sentido común, sobre las
cosas y redefinirlos, limpiándolos de las capas de creencias irracionales.
“La especial dificultad de las ciencias
sociales … proviene precisamente del hecho de que en ellas las ideas tienen dos
capacidades: pueden ser el objeto de
estudio, y pueden ser ideas acerca de ese objeto”
En las ciencias naturales el objeto de estudio y
nuestras explicaciones coincide con la
diferencia entre “ideas” y “hechos objetivos”, en cambio en las ciencias
sociales hay ideas constitutivas de
los fenómenos que queremos explicar e ideas que- nosotros o las personas que
participan del fenómeno estudiado- se forman para explicar esos fenómenos; “ideas
que no son la causa de las estructuras sociales, sino teorías acerca de ellas”
Para simplificar algo burdamente: las hormigas no tienen
ideas sobre por qué actúan como actúan y, menos aún, las comunican. El zoólogo
solo tiene que analizar el comportamiento “objetivo” del hormiguero y desechar
las ideas falsas que la gente ha ido utilizando para explicarse la conducta de
las hormigas.
En sociólogo o el historiador, en cambio, tiene que explicar
la adhesión de la gente a políticas populistas en el nivel de las ideas constitutivas del fenómeno y
también de cómo la gente se explica su
adhesión al populismo, como la explican los ideólogos populistas, los historiadores
populistas, la prensa populista, etc. Confundir ambas dimensiones de
pensamiento lleva a errores y fracasos notables.
“El verdadero contraste
es entre ideas que, al ser adoptadas por la gente, se convierten en causas de
fenómenos sociales, y las ideas que la
gente se forma acerca de esos fenómenos. …Los cambios de las opiniones que
la gente sostiene acerca de un determinado bien o mercancía, los cuales
identificamos como causa de una variación en el precio de esa mercancía, están
claramente en un plano distinto de las ideas que esa misma gente pudo haberse
formado sobre las causas del cambio en el precio o sobre la “naturaleza del valor” en general.
“
Las pseudo-teorias populares, que “explican” conjuntos
complejos como mercado, capitalismo, imperialismo, etc., deben ser desechadas
como “ideas constitutivas” y, en cambio, ser consideradas como
racionalizaciones o explicaciones “populares” sobre fenómenos complejos, como
“teorías convencionales” que deben ser analizadas y mejoradas. La ciencia
social no debe tratar a esas teorías como “hechos” y, en cambio, debe obligarse a analizar los conceptos que
orientan la conducta de las personas y NO las teorías que esas personas
construyen para explicar su propio comportamiento.
Las ideas
constitutivas existen con independencia de los conceptos
que la gente se forma sobre determinados fenómenos
La confusión entre ambos planos ha sido fuente de errores en
las ciencias sociales, protagonizados por el cientismo. Éste rechaza por “subjetivas” las ideas o
conceptos que los individuos tienen y que fundamentan su conducta económica o
social, y en cambio, toman ingenuamente como” datos objetivos”, como “hechos
claros”, las teorías convencionales que
colectivamente se comparten.
4.
Lo que conocemos directamente son los conceptos sostenidos
por los individuos, los individuos actuando, tomando decisiones. De estos
elementos básicos se pueden construir conjuntos, sistemas, modelos más
generales que explican la complejidad de los fenómenos sociales. Se procede por
síntesis, agregación,
“Son los conjuntos, los
grupos de elementos que están
estructuralmente conectados, los que aprendemos a aislar de la totalidad de los
fenómenos observados sobre la única base de
nuestra capacidad para reunir los elementos que tienen propiedades que
nos son familiares. Ensamblamos o reconstruimos esos conjuntos a partir de las
propiedades conocidas de los elementos”
Lo esencial es que las conductas conscientes de muchos hombres producen resultados no buscados,
imprevistos. Es esa, como ya se ha dicho, la tarea central de las ciencias sociales: detectar
regularidades que “no son producto de ningún plan previo”.
Ese orden espontáneo que surge de manera no planeada produce
una sensación de “vacío”, inaceptable para los cientistas. Para ellos, lo
social es diferente de lo natural porque en los social existen planes,
proyectos, diseños humanos aplicados a la construcción de instituciones y
reglas sociales, económicas, políticas. Cuando se los interroga sobre el origen
espontaneo, no diseñado y , a su vez, tan cotidiano como el lenguaje no suele
encontrarse una respuesta concreta.
Mientras las ciencias sociales no pueden “observar” estos
conjuntos complejos, resultados de los actos individuales- solo pueden acceder
a los comportamientos de los individuos-
lo único que pueden analizar las ciencias naturales son los “complejos”,
los sistemas que se presentan a la observación. Son su punto de partida a
partir del cual retrotraerse en búsqueda de elementos
de los que se componen. Los átomos y las fuerzas no son objetos observables
empíricamente, por la experiencia. Por el contrario, son accesibles mediante el
análisis del plano observable, que
son los conjuntos, los sistemas.
La ciencias exactas y naturales tratan con objetos preexistentes , que operan en conjuntos observables. Su búsqueda es la
de las “unidades” (fuerzas) que explican el comportamiento de esos conjuntos
La ciencia social, en cambio, trata con objetos “que construye”
conceptualmente. Y tiene acceso directo a los elementos unitarios- los conceptos
y las conductas de los individuos- y no a los conjuntos (grupos, clases, naciones,
culturas)
La ciencia natural es a-histórica, no busca eventos
particulares sino leyes universales. La ciencia social es esencialmente
histórica. Los eventos (revoluciones, descubrimientos, guerras) marcan un antes y un después. Las leyes universales son
pocas y no ayudan a entender cada evento particular.
La ciencias exactas generan modelos de pocas variables
(masa, velocidad, atracción gravitatoria, etc.) . Los modelos de Newton para
explicar los movimientos de los astros del sistema solar excluyen centenares de
variables y se centran en las principales fuerzas de atracción. La naturaleza
no genera efectos imprevistos o azarosos, esos efectos de son causa de otros
efectos imprevistos y, además, es explicable apelando a pocas variables, con lo
cual los modelos matemáticos son extremadamente simples.
5-
Los pensadores sociales intentaron aplicar los métodos de
las ciencias que analizan cosas, cosas que mantienen escasas relaciones unas
con otras y cosas que carecen de intencionalidad. Cosas que responden a fuerzas
físicas y, en el caso de la naturaleza, a instintos que determinan buena parte
de su comportamiento.
Para cumplir, por lo tanto, su proyecto científico en el
territorio de lo humano debieron adaptar al objeto de estudio a los requisitos
del método, en vez de adaptar el método a las características del objeto.
Así, impusieron al estudio de la realidad social tres grandes limitaciones,
vfuentes de innumerables equívocos y errores que jalonaron en los dos últimos
siglos la marcha de las ciencias sociales
-El objetivismo: tratar a los hombres como objetos de la
naturaleza, o sea, desconocer sus motivaciones, objetivos, deseos, odios o
amores y, en cambio, analizarlos por fuera de cualquier categoría “humana”,
subjetiva. Al tratarlos como objetos, los individuos pierden su status de
sujetos. Desaparece la subjetividad. Los hombres solo reaccionan
previsiblemente a estímulos. Sus conductas se explican por la pertenencia de
clase, o cultura, o nación.
El objetivismo deriva en el rechazo de la introspección, la
capacidad de comprender a lo humano
porque el científico también es humano. Esta habilidad de comprender porque se
comparte una mente común es despreciada como “subjetivismo”. Pero es juntamente
nuestra pertenencia a una especie común lo único que nos permite entender
comportamientos de épocas o culturas muy distantes a las nuestras. Se rechaza
la introspección y se apela al esquema estímulo-respuesta, típico de los
estudios biológicos, para “comprender” el comportamiento de grupos lejanos.
-El colectivismo: Despreciar al individuo y dar a las
colectividades (grupos, razas, clases, culturas, naciones) capacidades de la
que carecen: tomar decisiones, fijarse objetivos, actuar de común acuerdo. El
colectivismo descarta al individuo como elemento esencial del sistema social.
Para éste, el sistema social es un espacio donde se dirime el conflicto entre
pobres y ricos, entre cultos e ignorantes, entre razas, naciones, regiones,
culturas, religiones, grupos de poder, medios de comunicación, grupos
económicos, etc. El individuo teniendo que elegir alternativas para tomar
decisiones es simplemente una dimensión que el colectivismo no toma en cuenta.
En todo caso, los individuos son meramente partículas que conforman los
colectivos, sin mayor incidencia en la toma de decisiones. Esta visión le
permite al colectivismo acceder a la existencia de “conjuntos” saltándose todas
las etapas de agregación que va de lo
individual a lo social. Para el colectivismo, por ejemplo, existen los
“burgueses”, y la pertenencia de un individuo a esa supuesta clase lo hace
receptor de ideas que luego se realizarán a nivel individual. Lo que no
entiende el colectivista que esos conjuntos, esos objetos complejos que el
analiza sólo existen en la construcción de su teoría. Nadie vio nunca al objeto
“burguesía”, como sí se ve el objeto “sol”. Nadie vio al Capitalismo ni, mucho
menos, al “espíritu nacional alemán” o al “pueblo ario”: Esos conceptos son,
simplemente, construcciones del
pensador, que empieza por el final. Justamente primero hay que demostrar que
existen esas clases, esos pueblos, antes de relatar sus supuestos “intereses”,
“objetivos”, “estrategias”, “decisiones”, etc.
Pero no existen “colectivos” al margen de los individuos. Y
hay que comenzar a entender lo social a
partir de las relaciones entre individuos (colaboración, competencia,
conflicto). Es obvio que el individuo aislado no existe, pero su condición de
actor social no puede dejar de lado
su condición de actor, de individuo
que actúa.
-El Historicismo. La supuesta capacidad del científico
social de descubrir “leyes de la Historia”, que le permiten por lo tanto juzgar
a instituciones o comportamientos humanos como “progresistas”, o sea, que
coinciden con el devenir histórico y “reaccionarias”, es decir, que se oponen
conscientemente o no a las –supuestas- “leyes de la Historia”. El Historicismo,
además, niega la existencia de leyes universales. Para él, resulta poco menos
que imposible lo sucedido en épocas remotas de la humanidad. La leyes solo
valen para una época determinada. El historicismo pretende que el historiador
acceda directamente a la observación de “conjuntos” de significación social. Su
inicial desapego de la teoría- reservada solo a las ciencias naturales- fue
mutando hacia una concepción en la que “Bajo la influencia de las corrientes
cientistas de la época vino a presentar la historia como el estudio empírico de
la sociedad del que finalmente saldrían las generalizaciones. La historia iba a
ser la fuente de la que emanaría una nueva ciencia de la sociedad, que, al
mismo tiempo, fuera histórica y sin embargo produjera el conocimiento teórico
que esperábamos obtener acerca de la sociedad”
Hay una diferencia significativa entre el estudio de leyes
universales y el estudio de casos concretos, que son, la aplicación de principios
generales a eventos específicos para tratar de entenderlos. La Historia tiene,
a diferencia de las ciencias naturales, especial interés en el evento
específico, más que en las leyes generales de desenvolvimiento.
“Al contrario de lo que
sucede en las ciencias naturales, donde el lugar preeminente lo ocupa la
búsqueda de leyes generales aplicables a eventos particulares…En la mayoría de
las ciencias naturales, el evento o situación particular es generalmente uno
más entre un gran número de eventos similares…Lo importante para las ciencias
naturales es la ley general aplicable a todos los eventos recurrentes de una
clase determinada. En el campo social, por otro lado, un suceso concreto o
evento único son con frecuencia de tal importancia, y al mismo tiempo de tal
complejidad y tan difíciles de aprehender en todos sus aspectos importantes,
que su explicación y discusión constituyen por sí mismas una empresa que
requiere toda la energía de un especialista.”
La tarea del investigador social es recortar algunos
elementos de la realidad para construir con ellos una categoría de eventos. No estudia “la totalidad” sino que debe
destacar algunos elementos por sobre otros, en una tarea de “minería”, que selecciona
ciertos elementos y desecha otros. Y esa búsqueda está guiada por
consideraciones teóricas, por hipótesis, por modelos. No es una búsqueda casual
o azarosa. Ese es el papel de la teoría para la tarea del historiador. No
existe la “totalidad” (una vana pretensión) sino una categorización de
elementos como pertenecientes a una clase o a otra de fenómenos.
“De la aplicación de
estas consideraciones a los fenómenos de la historia humana se derivan
consecuencias muy importantes. Significa, nada menos, que un proceso o período
histórico no es nunca en sí un objeto de pensamiento simple y bien definido,
solo alcanza esa categoría cuando planteamos una cuestión acerca de él; y que,
en función de la cuestión que formulemos, lo que estamos acostumbrados a
identificar como un evento histórico simple puede convertirse en cualquier
colección de diversos objetos de pensamiento (…)
Palabras como gobierno, comercio, ejército y conocimiento no hacen referencia a cosas
observables sino a estructuras de relaciones que sólo pueden describirse
mediante una representación esquemática o “teoría” el sistema de relaciones permanente
entre unos elementos que varían constantemente. Estos “conjuntos”, en otras
palabras, no existen fuera de la teoría con la que los constituimos.”
Estos conjuntos no tienen existencia por fuera del marco
teórico en el que se constituyen. Son “objetos”, en el sentido de las ciencias
naturales. Y esa concepción, ingenua, es la madre de las enormes deformaciones
que el historicismo ha inducido en el conocimiento de las sociedades y su
historia.
“La ingenua visión que considera los conjuntos
de los que se ocupa la historia como realidades dadas desemboca de forma
natural en la creencia de que observación puede revelar “leyes” de desarrollo
de esos conjuntos. Esta creencia es una de las notas más características de esa
historia cientista que, bajo el nombre de historicismo, intenta encontrar una
base empírica para una teoría de la historia o “filosofía de la historia” y
establecer una sucesión necesaria de “etapas” o “fases”, “sistemas” o “estilos”
en el desarrollo de la historia”.
La sucesión de eventos únicos e irrepetibles (la Revolución
Francesa, el Descubrimiento de América o las Cruzadas) no puede ser explicada
por supuestas “leyes” que surgen de la observación de esos hechos. Es forzar al
límite la credulidad afirmar que esos eventos complejos, irrepetibles, son
“parte” del desarrollo de alguna ley invisible que el historiador nos viene a
descubrir.
“La creencia de que la
historia humana, que es el resultado de la interacción de innumerables mentes,
ha de estar sin embargo sujeta a leyes simples accesibles a esas mentes está
hoy tan extendida que pocas personas se dan siquiera cuenta de la increíble
pretensión que esta tesis implica(…) Los autores de estas pseudoteorías de la
historia pretender ser capaces de llegar, por medio de un atajo mental, a la
contemplación directa de las leyes de sucesión de unos conjuntos directa e
inmediatamente aprehensibles.”
La importancia sobredimensionada que autores como Hegel,
Comte, Marx, Sombart o Spengler se basa en la suposición de que ellos han
trabajado siguiendo el modelo de las ciencias naturales, en una época en que
dichas ciencias estaban en el cénit y que lo que ellos afirmaban eran verdades
científicas, similares a las que la física, la química o la biología
despliegan.
“El marxismo, más que
ningún otro, se ha convertido en el vehículo por el que esta consecuencia del
cientismo ha obtenido una influencia tan amplia que muchos de los adversarios
del marxismo, al igual que sus defensores, piensan en sus términos.”
El otro problema del historicismo es el “relativismo”: cada
época solo se explica por los valores de esa época, la mente humana es mutable
e ininteligible fuera de su contexto temporal. Los cambios, o, mejor dicho, las
“leyes” que explican los cambios las encuentra en historiador se explican por
la mutación de la mente humana. Así, y en el extremo, habrá pensadores que
afirmen que la lógica es mutable. No existe una “naturaleza humana” reconocible
detrás de los cambios. No hay una “mente” que podamos reconocer como nuestra,
porque comparte con nosotros algunas experiencias básicas. Es justamente eso lo
que inteligibles los comportamientos de personas de otras épocas.
“Es la única base de la
que disponemos para comprender lo que entendemos por las intenciones de la
gente o por el significado de sus actos; y es, ciertamente, la base de todo
nuestro conocimiento histórico , puesto que todo él se deriva de la comprensión
de signos o documentos (…) Sólo podemos hablar con sentido de una mente si es
como la nuestra”
6-
La compleja mezcla de estas tendencias ha generado un gran
conjunto de errores en la visión del hombre que se ha ido construyendo desde
las ciencias sociales en los dos últimos siglos.
En principio, la incomprensión de que las acciones independientes
de muchos individuos pueden producir conjuntos
coherentes que cumplen importantes fines humanos sin que hayan sido
producidos conscientemente, merced a un diseño o plan deliberado. Por el
contrario, estas concepciones tienen un concepto “pragmático” de las
instituciones humanos: han sido creadas conscientemente para un objetivo
explícito, estructuras ordenadas y finalistas. Niegan “propósito útil” a todo
conjunto no diseñado explícitamente para eso.
“ Al igual que
en los organismos biológicos, en las formaciones sociales espontáneas observamos
con frecuencia que las partes se comportan o mueven como si su objetivo fuera
la preservación de conjuntos. Nos encontramos una y otra vez con que si alguien deliberadamente tuviera como
objetivo conservar la estructura de esos conjuntos, tendría que provocar
precisamente esos movimientos que, en realidad, ya tienen lugar sin que nadie
los dirija”
La existencia de instituciones, de las cuales apenas somos conscientes,
pero que arman todo el andamiaje sobre el que desarrollamos nuestra vida es una
realidad que a los cientistas desconcierta e irrita. En palabras de Carl Menger
que cita Hayek:
“La cuestión de cómo es
posible que las instituciones que sirven al bienestar común, y son al tempo las
más importantes para su progreso, puedan surgir sin una voluntad común que
persiga su creación sigue siendo el problema quizás más significativo de las
ciencias sociales”(Carl Menger, Estudio sobre los métodos en la ciencias sociales,
1883)
La ignorancia o la negación de este aspecto central para la
comprensión del fenómenos humanos, ni más no menos que la existencia de
instituciones que no han sido creadas deliberadamente por nadie y que sin
embargo, son esenciales para el desarrollo de la civilización como el lenguaje,
el dinero, el mercado, la moral, indican que se trata de un área que pone en
cuestión la postura política de los cientistas sociales. Admitir la creación
espontanea de instituciones significa degradar el poder que estos cientistas le
dan al hombre para “moldear” su futuro, desde cero. El iluminismo tenía la
pretensión de infalibilidad y el poder casi sin límites de la Razón. Suponer
que hay instituciones no creadas por la razón sería admitir que el proyecto de la
modernidad no es posible.
“Desde la creencia de
que nada que no haya sido diseñado conscientemente puede ser útil, y mucho
menos esencial, para los propósitos del hombre, es fácil la transición hacia la
creencia de que, puesto que todas las instituciones han sido creadas por el
hombre, está en nuestra mano poder rediseñarlas como deseemos. Pero, aunque
esta conclusión parece un evidente lugar común, en realidad es un completo non sequitur, ocasionado por el uso
incorrecto de la palabra institución.
Sólo sería válida si todas las formaciones “deliberadas” fueran producto de un
cálculo intencional. Pero los fenómenos del lenguaje, del mercado, el dinero, o
la moral no son realmente artificios o productos de una creación deliberada. No
solo no han sido diseñados por ninguna mente, sino que su persistencia y
funcionamiento dependen de gentes que no están impulsadas por el deseo de
preservarlos”
Entendiendo esto se puede “actuar” sobre las formaciones
espontáneas a través de ajustes en las instituciones. Pero una cosa es actuar
para encauzar los fenómenos espontáneos y otra intentar reemplazarlos por
construcciones sociales deliberadas, controladas por, supuestamente, mentes
omniscientes.
La pretensión de re-crear el mundo a partir de los poderes de
la Razón ha sido la herencia de la
Ilustración, que en su lucha contra la tradición absolutista y feudal se creyó
con capacidad para esa tarea imposible. La creación de la civilización no fue producto de una mente brillante o de
una tarea de coordinación consciente de muchos individuos.
La creencia del control consciente de una mente única,
individual no deja de ser una paradoja: los colectivistas reclaman que un
individuo único, un líder, controle el funcionamiento de las instituciones:
“De este modo, resulta
que en la práctica es el teórico colectivista quien ensalza la razón individual
y exige que todas las fuerzas de la sociedad se sometan a la dirección de una
sola mente genial, mientras que es el teórico individualista quien reconoce el limitado
poder de la razón individual y, en consecuencia, defiende la libertad como
medio para el completo desarrollo de las fuerzas generadas por el proceso
interpersonal”
Toda exigencia de “control deliberado” remite a la
existencia de una única mente. No es casual que los regímenes totalitarios
desemboquen en el “culto a la personalidad” y es el Líder, el Fhurer, el
Caudillo, el Jefe, el Duce, la última instancia de ese control sobre
instituciones sociales. El lenguaje, por ejemplo, es especial objeto de cuidado
por parte de estos regímenes: palabras nuevas, palabras prohibidas, palabras
reiteradas hasta el cansancio. Las transacciones libres, el intercambio, la
creación cultural son especialmente regimentadas para evitar cualquier peligro
de acciones “contrarrevolucionarias” que afecten el Plan total.
La pretensión más ambiciosa del “control consciente” es la
de controlar la propia evolución de la razón.
“La idea común de que
la mente humana es capaz de trascenderse a sí misma obedece a un mismo
planteamiento general: la convicción de que estudiando la Razón humana desde
fuera y como un todo, podemos aprehender las leyes de su funcionamiento de un
modo más completo y exhaustivo que mediante la paciente exploración interna,
que observa fielmente el desenvolvimiento de los procesos en que se despliega
de hecho la interacción entre las mentes individuales”
De allí surge la
pretensión de “explicar” la razón, el surgimiento de ideas y de teorías, cuales
son las determinantes de determinado pensamiento, con lo cual se tendría la llave
para “ordenar” los pensamientos de la gente, acoplándolos al Plan general de la
dirección central. La pretensión de explicar las teorías individualistas, por
ejemplo, como “producto de los intereses materiales de determinada clase” son
típicos intentos en ese sentido. Lo extraño que se intenta “explicar” todas las
teorías opuestas a la teoría “oficial”, la cual mágicamente, no tiene
determinantes de ninguna clase, solo han nacido de la brillantez de ciertas
mentes omniscientes.
Esta postura rebaja el debate. Ya no se discuten ideas, sino
el “origen espurio”, de clase, de determinadas ideas. La verdad no surge de la
confrontación de hipótesis, sino de la descalificación del otro como “pensador
burgués”, condicionado por su pertenencia de clase. Desaparece la contrastación
lógica o empírica de las hipótesis:
“Si la veracidad o
falsedad de una afirmación no se decide ya por el razonamiento lógico y las
pruebas empíricas, sino en el examen de la posición social de la persona que la
pronuncia; cuando pues, la capacidad de descubrir la verdad depende de la
pertenencia a determinada clase o raza, y cuando, en conclusión, se proclama
que el infalible instinto de una determinada clase o de un determinado pueblo
tiene siempre razón, ello significa que la razón ha sido definitivamente
liquidada”
Dos fuerzas se enfrentan en este campo: el individualismo,
que sabe que la mente, la razón, no son desarrollos individuales sino
resultados de la interacción de millones de individuos, y que, más que recrear
las instituciones espontáneas, hay que entenderlas para poder encarar
progresos, y “el colectivismo, que
aspira a dirigir conscientemente todas las fuerzas de la sociedad”.
El primero es consciente de las limitaciones de la mente y
que su mejoramiento surge de un proceso interindividual, que incluye los
conocimientos individuales de cientos de generaciones anteriores y los
presentes de millones de individuos.
El colectivismo pretende, por el contrario, abarcar todo el
proceso de creación y desarrollo de la razón y conducirlo integrando el todo en
un único pensamiento. El colectivismo metodológico culmina en el colectivismo
político, es su sustento teórico.
“Sin la presunción de
que la razón individual consciente es capaz de abarcar todos los fines y todo
el conocimiento de la “sociedad” o de la “humanidad”, queda sin fundamento la
convicción de que estos fines pueden alcanzarse mejor por medio de una
dirección central consciente”
No hay límites a la razón, para el colectivismo. La ciencia
resolverá todos los problemas humanos. Desatado de tradiciones irracionales, el
hombre será artífice de su propio destino, dice la promesa central del
colectivismo. Todo es posible, incluyendo el crear una nueva mente, una razón
perfecta, una sociedad perfecta.
“El racionalista cuya razón no basta para hacerle comprender
estas limitaciones de los poderes de la razón consciente y que desprecia todas
las instituciones y costumbres que no hayan tenido un erigen intencionado,
puede convertirse así en el destructor de la civilización que sobre ellas de
basa. Este va a ser el valladar contra el que la humanidad va repetidamente a
chocar, solo para volver a caer en la barbarie”
7-
La economía ha sido el campo sobre el cual la idea de que es
posible un “control consciente” de toda la realidad social más ha influido. La
idea de la “planificación económica” es parte del programa de casi todos los
partidos políticos. El Estado debe planificar, se dice y la discusión se
traslada entones al campo de la instrumentación: donde, como, cuando planificar.
No se discute la idea madre.
Ingeniería social, ingeniería política son ya conceptos
ampliamente difundidos. Ingenieros del alma, afirmó Stalin sobre los artistas
de la Revolución.
La idea de que son los ingenieros los artífices del progreso
ha arraigado extensamente.
Pero,
“ El ideal del
ingeniero se basa en el desconocimiento del hecho económico más fundamental que
condiciona nuestra situación aquí y ahora, la escasez de capital”
El ingeniero considera que las variaciones de precio, los
problemas de abastecimiento y logística son efectos de que aún existen “fuerzas
irracionales” que afectan sus planes. De ahí su deseo de dominarlo todo, como
si de una máquina se tratara.
“La planificación
económica central no es sino la aplicación de la planificación ingenieril a
toda la sociedad, basada en el supuesto de que es completa concentración del
conocimiento relevante es posible”
El problema del conocimiento para la planificación es que
éste no se encuentra accesible a la oficina del gobernante. Por el contrario,
está disperso en millones de actores económicos – campesinos, comerciantes,
industriales, trabajadores, consumidores, inversores, rentistas- y la mente
individual solo puede conocer una fracción de ese conocimiento. Pero el hecho
de que el mercado- el espacio de todos los posibles intercambios- exista, haya
nacido y se desarrolle con independencia de cualquier autoridad central, que no
sea panificable sino imprevisto y variable es algo que “el experto en ciencias
naturales difícilmente podrá aceptar”.
“Mientras las ciencias
morales tienden a mostrarnos los límites de nuestro control consciente, las
ciencias de la naturaleza, en cambio, amplían constantemente su radio de
control deliberado, y esa es la razón de que el experto en ciencias naturales
se rebele tan a menudo contra las enseñanzas de las ciencias morales”
Este es el conflicto que subyace a todas las polémicas
políticas de los últimos cien años. O se aplica la lógica ingenieril, que
supone que la ciencia es la gran autora del progreso social y lo que hay que
hacer es desarrollar su potencial al máximo, minimizando los grados de libertad
de una sociedad a fin de evitar “interferencias” al Plan o, por el contrario,
la ciencia debe dedicarse a desarrollar su campo, no intentando que desde su
lógica objetivista se organice la experiencia humana.
“ Cuanto más avanza nuestra civilización técnica - y, por lo
tanto, más el estudio de las cosas como distinto del estudio del hombre y de
sus ideas abre camino a las posiciones más eminentes e influyentes- más
significativo es el abismo que separa a estos dos tipos diferentes de
mentalidad: el del hombre cuya suprema ambición consiste en transformar el
mundo circundante en una enorme máquina cuyas partes, apretando un botón, se
muevan de acuerdo con su plan, y el de aquellos cuyo principal interés es el
desarrollo de la mente humana en todos sus aspectos, que en el estudio de la
historia o la literatura, del arte o del derecho, ha aprendido a ver al individuo
como parte de un proceso en el que su contribución no está dirigida sino que es
espontánea, y en que participa en la creación de algo más grande que lo que él
mismo o cualquier otra mente singular es capaz de planear.”