domingo, 29 de mayo de 2016

La Catalaxia: el orden del mercado




Hayek pertenece a la Escuela Austríaca de Economía, fundada por Carl Menger hacia 1870 y, como tal, adhiere a sus principales postulados. En especial a la teoría del valor subjetivo que brillantemente Menger opuso a la tradición clásica de Adam Smith, Ricardo y finalmente el mismísimo Carlos Marx. Ellos asumen la idea de que el valor surge del “trabajo” invertido en la producción de un bien. Menger pone la cosas al revés, a la manera de Copérnico, afirmando que el valor no es una característica intrínseca del bien, sino una valoración humana subjetiva. Porque deseamos cierto bien, porque lo necesitamos, o creemos que lo necesitamos es que lo valoramos y pagamos por él un determinado precio. Al hacer esto el comprador que puja por ese bien no está pensando en el “tiempo socialmente necesario” para producirlo sino en hasta que punto ese bien es necesario para incrementar su nivel de satisfacción. Poner el valor del lado de la demanda y sacarlo del de la oferta es en esencia la revolución subjetivista en economía, cuyos continuadores (Boom-Bewerk, Wiesser, Von Mises y el propio Hayek) conformaron lo que es hoy la Escuela Austríaca.
La Escuela Austriaca es la que le ha devuelto a la Economía el lugar de ciencia social. Los llamados economistas clásicos habían esfumado al hombre, reemplazado ahora por “colectivos” (El Consumo. La Producción. El Ahorro. El Déficit, etc.) que son entidades puramente intelectuales, descritas mediante ecuaciones cada vez más complejas. Los economistas clásicos desconocen que son las innumerables decisiones cotidianas de millones de actores las que producen la realidad económica: qué comprar y qué no comprar, a cuanto comprar, cuanto ahorrar, cuanto invertir, en qué invertir, vender o no vender, prestar, pedir prestado, honrar las deudas o no honrarlas son las alternativas que los hombres escogen día tras día. Y como estos economistas las desconocen, no tienen idea de cómo medirlas, evaluarlas o- mucho menos- anticiparlas. No saben por qué un empresario determinado decide encarar un proyecto, crear un nuevo producto o servicio, contratar o no mano de obra, etc. O sea, la dinámica real de la economía se les escapa por que no entra de ningún modo en su marco teórico.
Como tienen un respetable tufillo matemático – y los políticos desconocen y respetan a las matemáticas- sus análisis y diagnósticos tienen gran acogida entre los decisores políticos. Cuanto más alejadas de la realidad del mercado y más cerca de las ciencias exactas, las conclusiones parecen ser más serias y creíbles.
La escuela austríaca se basa en el concepto del carácter subjetivo del valor de los bienes: el valor no es un componente intrínseco del producto- como la economía clásica y el marxismo afirman- sino una opinión, una “valoración” que el sujeto hace en relación a determinado bien. Como es evidente esa valoración depende de circunstancias de tiempo y lugar que son casi infinitas. “Mi reino por un caballo” expresa que para ese rey vencido en la batalla, el máximo valor era un caballo que lo alejara de la amenaza de morir en el campo de batalla. Como todo es relativo ninguna estimación, ninguna ecuación formalmente perfecta puede anticipar el volátil comportamiento de los mercados, o sea de la gente tomando decisiones desde su subjetividad, desde su concreta situación. La baja del petróleo, por ejemplo, no figuraba en los diagnósticos de ningún economista hace tan solo dos años.
El foco puesto en el individuo significa que los factores situacionales y psicológicos adquieren enorme relevancia. Supone que hay que describir los conceptos que guían la toma de decisiones: cual es la insatisfacción que la compra o la venta de un bien viene a generar, cual es el balance entre costos y beneficios que cada actor efectúa, qué está dispuesto a perder a cambio de obtener esa satisfacción, que cantidad de riesgo está dispuesto a asumir al tomar una decisión de inversión, etc. Esos son todos temas de estudio de una ciencia social que tiene que incorporar la voluntad, el deseo como factores subjetivos clave para describir la conducta del hombre en proceso de decisión.
Ninguna ecuación resuelve las incógnitas, sino más bien, tiende a ocultar el verdadero proceso decisorio. La elegancia de las matemáticas solo sirve en el mundo físico, en el cual las relaciones entre elementos son fijas. La gravedad siempre produce una misma tasa de aceleración de la velocidad de caída (9,8 metros por segundo) , independiente del peso del objeto, demostró Galileo, inaugurando las ciencia exacta. En cambio, nadie puede “demostrar” que los pescadores del puerto querrán deshacerse mañana de la merluza a $10.
No hay en el mundo “relaciones fijas” entre las valoraciones de distintos bienes. No hay una tasa de cambio fija, que indique que siempre las amas de casa preferirán cuatro manzanas a tres bananas. Esa supuesta estabilidad de las valoraciones está en la base de todos los proyectos intervencionistas: el Estado- lleno de científicos y estadísticos - fija los precios de millones de productos y salarios, de una vez para siempre. Fija la relación entre manzanas y bananas como si las contingencias del clima, el cambio del gusto o cualquier factor impredecible dejaran ya de operar, por decreto, en la tasa de cambio entre los bienes, o sea en las valoraciones subjetivas de los actores económicos.
De ahí, su fracaso. La economía soviética fijaba sus precios de referencia tomando como señal los precios que su enemigo, el capitalismo, determinaba por la libre fluctuación de la oferta y la demanda. Hasta para eso necesitaban de su enemigo.
El Socialismo Científico, que alardeó de haber desentrañado la lógica profunda de las relaciones sociales necesitaba ciertos valores de referencia que su “ciencia”, simplemente, no alcanzaba a determinar. Obviamente lo que obtenía era una caricatura de precios, ya que no existen precios si no hay actores que toman decisiones con diversos grados de libertad y especulan, toman riegos, apuestan, estiman el comportamiento futuro del mercado.
Ese es el complejo camino que recorre la ciencia económica que desarrolla la Escuela Austriaca: lidiar con la complejidad, con la subjetividad, con la variabilidad, el cambio, lo impredecible para tratar, modestamente, de explicar los fenómenos económicos, los fenómenos humanos.


jueves, 26 de mayo de 2016

Objetivismo, colectivismo, historicismo: los errores de las Ciencias Sociales Una síntesis de “La contrarrevolución de la ciencia” de F. Hayek

Objetivismo, colectivismo, historicismo: los errores de las Ciencias Sociales 
Una síntesis de “La contrarrevolución de la ciencia” de F. Hayek

1-
La enorme pelea que la ciencia mantuvo contra el irracionalismo es posiblemente la página más extraordinaria  que libró el progreso de la Humanidad. La ciencia tuvo que luchar contra un paradigma que se basaba en la autoridad de los “sabios”, en la creencia de que las “ideas” sobre las cosas encierran alguna verdad sobre las cosas y el “antropomorfismo” o sea la idea de que alguna mente, similar a la humana, era la autora de los fenómenos de la Naturaleza.
Contra ese paradigma la ciencia tuvo que construir su propia alternativa.
Su tarea fue, entonces, centrarse en los “hechos objetivos”, es decir los fenómenos de la naturaleza, al margen de las “ideas” que el hombre había construido sobre esos fenómenos. Una profunda revisión de los conceptos para quitarles las capas de creencias, muchas irracionales, que los hombres habían construido para explicarse fenómenos como el movimiento de los astros , la vida o la dilatación de los metales. La crítica al “sentido común” fue, entonces, el sello de la actividad científica. Había que desterrar las ilusiones, las falsas explicaciones y las creencias infundadas, reconstruir los conceptos a partir de la observación y análisis de hechos “objetivos”.
En este camino, justificado para permitir el desarrollo de las ciencias, las prevenciones contra el “sentido común” fueron creando lo que podrían denominarse “errores por exceso”. Los científicos, queriendo emanciparse de las “explicaciones” precientíficas comenzaron a rehuir de las explicaciones mismas, reduciendo a la ciencia a la mera “descripción” de fenómenos objetivos. Todo intento de “explicar” un fenómeno remitía a los errores de la experiencia humana y a la creencia de una “mente superior” como explicación del mundo.
2-
Estos “errores por exceso” fueron particularmente nefastos en el campo de lo que en aquellos tiempos se denominaba “Ciencias morales” o Humanas.
Lo que la gente piensa, las hipótesis que elabora respecto de si misma, de las relaciones con otros seres humanos y en relación a la naturaleza son, justamente, la materia sobre la cual las ciencias sociales trabajan. El problema fue que el brillante desempeño de las ciencias exactas y naturales hizo que, naturalmente, los pensadores sociales intentaran aplicar los métodos de esas ciencias sobre un objeto de estudio radicalmente distinto. Mientras que  unas pueden  dedicarse a analizar objetos y sus relaciones, la ciencia social no puede analizar a los hombres como “objetos” sino como sujetos animados de intencionalidad, necesitados de actuar para alcanzar sus objetivos, seres que responden a determinadas leyes físicas y naturales, como seres físicos y biológicos que son, pero en los que su humanidad trasciende la dimensión “ natural” y los incorpora al mundo humano, al mundo del lenguaje, la cultura, el intercambio de bienes, el poder, el temor, el deseo. Ninguna ciencia natural está preparada para analizar esta dimensión.
Escribe Hayek :
 “El peculiar objeto y los métodos de los estudios sociales no tratan de relaciones entre cosas, sino de relaciones entre hombres y cosas o de las relaciones que mantienen los hombres entre sí. Tienen que ver con las acciones de los hombres, y su objetivo es explicar los resultados no intencionados o no planeados de los actos de muchas personas
Este pensamiento apunta  a demoler a “las cosas” como objeto de investigación social, centrando a las ciencias sociales en el estudio de cómo del hombre se relaciona con las cosas y con otros hombres. Y, además, una clave de esta afirmación está contenida en la última parte, “explicar resultados no planeados de la acción humana.” Si no hubiera efectos no previstos de la acción humana, su estudio sería tan simple como el estudio de una sociedad animal, como hormigas o abejas. Si el mecanismo social fuera de respuestas previsibles a estímulos conocidos solo bastaría con “describir” esos eventos repetitivos, como el zoólogo hace con la conducta animal. Pero lo que la ciencia social no puede hacer, aplicando  los métodos de las ciencias naturales, es anticipar efectos imprevistos. Ese reino, el de la inpredictibilidad es justamente el reino de la ciencia social. Por definición, un efecto no previsto no es definible en términos de una ecuación. Escapa a cualquier modelo matemático ya que no se ajusta a ninguna curva matemática conocida.
Por otra parte, los efectos imprevistos, son causa de una larga cadena de acontecimientos, algunos de los cuales son, nuevamente, imposibles de prever. La realidad social, por lo tanto, es a su vez, una realidad de alta complejidad.
El objeto propio de la ciencias sociales, entonces, aquello que las diferencia esencialmente de las ciencias naturales, es en palabras de Hayek el siguiente:
 “Las ciencias sociales en sentido estricto, es decir, aquellas que recibían el nombre de ciencias morales tratan de la acción consciente o reflexiva propia del hombre, de actos de los que puede decirse que una persona realiza en función de una elección entre varias alternativas que se le presentan.(…) En sus decisiones conscientes, el hombre clasifica los estímulos externos de una forma que sólo conocemos a través de nuestra experiencia subjetiva de este tipo de clasificación. (…) Nuestro proceder se basa en la experiencia de que el resto de la gente, en general (aunque no siempre) clasifica impresiones sensoriales del mismo modo que nosotros (…) En lo que concierne a las acciones humanas, las cosas son lo que la gente que actúa piensa que son”
No importa, entonces, a realidad “física” de un objeto sino su significado, el modo en que es clasificado por el hombre. Las herramientas son elementos físicos utilizados para “servir” para algo. No importa por lo tanto cuál es su material o su mecanismo, solo importa que para las personas “sirve para”(cavar la tierra, cosechar, clavar un clavo, etc.) No son los caracteres físicos de la herramienta sino  su propósito lo que le otorga sentido.
De ahí que por doble vía, es evidente que las ciencias sociales son “subjetivas”: lo  son en cuanto no interesa la realidad material de las cosas sino las ideas que la gente tiene sobre para que sirven las cosas. Y , además, el observador “comprende” lo que la gente piensa sobre los objetos, porque comparte con los grupos o personas que analiza unas experiencias comunes, experiencia  inexistente  en las ciencias naturales.
“Los hechos de las ciencias sociales …se diferencian de los hechos de las ciencias físicas en que son creencias u opiniones que sostienen los individuos; creencias que, como tales, son nuestros datos, independientemente de que sean verdaderas o falsas, y, lo que es más, no podemos observarlas directamente dentro de la mente de los individuos, sino que hemos de identificarlas a partir de lo que ellos hacen y dicen, merced a que tenemos una mente similar a la suya” (Subrayado nuestro)
Es una clave del pensamiento hayekiano la referencia a que conocer al otro se basa en compartir una misma estructura mental. No podemos conocer, dice Hayek, a otra especie, o a extraterrestres, o a locos, simplemente porque no poseemos su misma mente, no podemos “entender” si no compartimos estructuras mentales comunes.
Pero tener una “mente común” no significa tener “una mente única”. Cada individuo tiene conocimientos y experiencias únicas. La acción humana, las de personas o grupos, no se basa en tener un conocimiento completo y compartido sobre la realidad, sino, por lo contrario, tener un conocimiento limitado, disperso, incompleto. Esta “imperfección” es un “dato”,  desde las cuales las ciencias sociales han de partir. No existe una mente única, omnisciente y total sino mentes con estructuras y funcionamiento común, pero no idéntico. El gran tema de las ciencias sociales es lidiar con este conocimiento particularizado, no centralizado, inabarcable.
Un hecho social solo se puede entender si se conocen las intenciones de su actor. Tanto las intenciones del actor, como la comprensión del científico son “subjetivas”. Y esta subjetividad está por completo fuera del alcance de las ciencias naturales, “objetivas”, que solo analizan hechos físicos carentes de propósito.
La relación del hombre con las “cosas”, por lo tanto, no se basa en las características físicas que las cosas tienen, sino en las características que los hombres creen que tienen, características que importan en la medida que afecten su vida (recursos, herramientas, materias primas, paisajes aprovechables, etc.)
Con más razón, las relaciones de “hombres con hombres”. Relaciones en apariencia puramente biológicas como la de padres e hijos solo pueden comprenderse entendiendo los propósitos humanos de su desarrollo (poder, herencia, afecto, protección, producción, consumo, etc.)
La Economía es, sin dudas, la ciencia social que más avances ha tenido y básicamente debido a que ha podido romper la “dependencia” del “objetivismo” y, en cambio ha analizado la actividad económica del hombre desde el punto de vista subjetivo.
“A menos que podamos comprender lo que las personas persiguen con sus actos, cualquier intento de explicarlos, esto es, de aplicarles reglas que relacionen situaciones semejantes con actos parecidos, está condenado al fracaso.”
En síntesis, Hayek enumera un conjunto de características de lo  social, que hace imposible su comprensión desde las categorías “objetivas” que cultivan las ciencias físicas y naturales.
“Los puntos que queremos destacar son que en todos esos campos debemos partir de lo que los hombres piensan y quieren hacer: del hecho de que los individuos que conforman la sociedad tienen como guía de sus actos una clasificación de las cosas y eventos en concordancia con un sistema de percepciones sensoriales y de conceptos que tiene una estructura común a todos ellos que nosotros conocemos, porque también nosotros somos hombres ; y que el conocimiento concreto que posean los individuos será distinto en aspectos importantes. La acción del hombre hacia los objetos externos, así como también todas las relaciones entre los hombres y todas las instituciones sociales, solo podrán comprenderse en la medida que partamos de los que los hombres piensan acerca de ellas. La sociedad tal y como la conocemos se ha desarrollado sobre la base de los conceptos e ideas que la gente sostiene; por lo que sólo podemos identificar las fenómenos sociales en la medida en que estos tengan reflejo en la mente de los hombres.
La estructura de la mente humana, el principio común por el que las personas clasifican los fenómenos externos, nos proporciona el conocimiento de los elementos recurrentes sobre los que las diferentes estructuras sociales descansan, y solo en función de él podremos describir y explicar esas estructuras”(Subrayados nuestros)
Las personas no son intercambiables, idénticas. Sin embargo las estructuras sociales tiene una recurrencia, una permanencia, aunque las personas cambien, los roles siguen siendo los mismos. Los individuos no son idénticos, solo comparten similares roles, reempalzan a otros individuos :
“Los individuos son, meramente, nodos de la red de relaciones, y son las diversas actitudes que los individuos adoptan respecto de sus semejantes ( o respecto de sus actitudes similares o diferentes respecto de los objetos físicos) lo forma los elementos recurrentes, habituales e identificables de la estructura”

3-
La especial dificultad del objeto  de las ciencias sociales es el papel que tienen las “ideas” en el mundo social. En las ciencias naturales se trata de analizar y criticar los conceptos habituales, del sentido común, sobre las cosas y redefinirlos, limpiándolos de las capas de creencias irracionales.
 “La especial dificultad de las ciencias sociales … proviene precisamente del hecho de que en ellas las ideas tienen dos capacidades: pueden ser el objeto de estudio, y pueden ser ideas acerca de ese objeto
En las ciencias naturales el objeto de estudio y nuestras  explicaciones coincide con la diferencia entre “ideas” y “hechos objetivos”, en cambio en las ciencias sociales hay ideas constitutivas de los fenómenos que queremos explicar e ideas que- nosotros o las personas que participan del fenómeno estudiado- se forman para explicar esos fenómenos; “ideas que no son la causa de las estructuras sociales, sino teorías acerca de ellas”
Para simplificar algo burdamente: las hormigas no tienen ideas sobre por qué actúan como actúan y, menos aún, las comunican. El zoólogo solo tiene que analizar el comportamiento “objetivo” del hormiguero y desechar las ideas falsas que la gente ha ido utilizando para explicarse la conducta de las hormigas.
En sociólogo o el historiador, en cambio, tiene que explicar la adhesión de la gente a políticas populistas en el nivel de las ideas constitutivas del fenómeno y también de cómo la gente se explica su adhesión al populismo, como la explican los ideólogos populistas, los historiadores populistas, la prensa populista, etc. Confundir ambas dimensiones de pensamiento lleva a errores y fracasos notables.
“El verdadero contraste es entre ideas que, al ser adoptadas por la gente, se convierten en causas de fenómenos sociales, y las ideas que la gente se forma acerca de esos fenómenos. …Los cambios de las opiniones que la gente sostiene acerca de un determinado bien o mercancía, los cuales identificamos como causa de una variación en el precio de esa mercancía, están claramente en un plano distinto de las ideas que esa misma gente pudo haberse formado sobre las causas del cambio en el precio  o sobre la “naturaleza del valor” en general. “
Las pseudo-teorias populares, que “explican” conjuntos complejos como mercado, capitalismo, imperialismo, etc., deben ser desechadas como “ideas constitutivas” y, en cambio, ser consideradas como racionalizaciones o explicaciones “populares” sobre fenómenos complejos, como “teorías convencionales” que deben ser analizadas y mejoradas. La ciencia social no debe tratar a esas teorías como “hechos” y, en cambio, debe  obligarse a analizar los conceptos que orientan la conducta de las personas y NO las teorías que esas personas construyen para explicar su propio comportamiento.
Las ideas constitutivas existen con independencia de los  conceptos que la gente se forma sobre determinados fenómenos
La confusión entre ambos planos ha sido fuente de errores en las ciencias sociales, protagonizados por el cientismo. Éste  rechaza por “subjetivas” las ideas o conceptos que los individuos tienen y que fundamentan su conducta económica o social, y en cambio, toman ingenuamente como” datos objetivos”, como “hechos claros”,  las teorías convencionales que colectivamente se comparten.
4.
Lo que conocemos directamente son los conceptos sostenidos por los individuos, los individuos actuando, tomando decisiones. De estos elementos básicos se pueden construir conjuntos, sistemas, modelos más generales que explican la complejidad de los fenómenos sociales. Se procede por síntesis, agregación,
“Son los conjuntos, los grupos de elementos que  están estructuralmente conectados, los que aprendemos a aislar de la totalidad de los fenómenos observados sobre la única base de  nuestra capacidad para reunir los elementos que tienen propiedades que nos son familiares. Ensamblamos o reconstruimos esos conjuntos a partir de las propiedades conocidas de los elementos”
Lo esencial es que las conductas conscientes de muchos hombres producen resultados no buscados, imprevistos. Es esa, como ya se ha dicho, la tarea  central de las ciencias sociales: detectar regularidades que “no son producto de ningún plan previo”.
Ese orden espontáneo que surge de manera no planeada produce una sensación de “vacío”, inaceptable para los cientistas. Para ellos, lo social es diferente de lo natural porque en los social existen planes, proyectos, diseños humanos aplicados a la construcción de instituciones y reglas sociales, económicas, políticas. Cuando se los interroga sobre el origen espontaneo, no diseñado y , a su vez, tan cotidiano como el lenguaje no suele encontrarse una respuesta concreta.
Mientras las ciencias sociales no pueden “observar” estos conjuntos complejos, resultados de los actos individuales- solo pueden acceder a los comportamientos de los individuos-  lo único que pueden analizar las ciencias naturales son los “complejos”, los sistemas que se presentan a la observación. Son su punto de partida a partir del cual retrotraerse en búsqueda de elementos de los que se componen. Los átomos y las fuerzas no son objetos observables empíricamente, por la experiencia. Por el contrario, son accesibles mediante el análisis del plano observable, que son los conjuntos, los sistemas.
La ciencias exactas y naturales tratan con objetos preexistentes , que operan en conjuntos observables. Su búsqueda es la de las “unidades” (fuerzas) que explican el comportamiento de esos conjuntos
La ciencia social, en cambio,  trata con objetos “que construye” conceptualmente. Y tiene acceso directo a los elementos unitarios- los conceptos y las conductas de los individuos- y no a los conjuntos (grupos, clases, naciones, culturas)
La ciencia natural es a-histórica, no busca eventos particulares sino leyes universales. La ciencia social es esencialmente histórica. Los eventos (revoluciones, descubrimientos, guerras) marcan un  antes y un después. Las leyes universales son pocas y no ayudan a entender cada evento particular.
La ciencias exactas generan modelos de pocas variables (masa, velocidad, atracción gravitatoria, etc.) . Los modelos de Newton para explicar los movimientos de los astros del sistema solar excluyen centenares de variables y se centran en las principales fuerzas de atracción. La naturaleza no genera efectos imprevistos o azarosos, esos efectos de son causa de otros efectos imprevistos y, además, es explicable apelando a pocas variables, con lo cual los modelos matemáticos son extremadamente simples.
5-
Los pensadores sociales intentaron aplicar los métodos de las ciencias que analizan cosas, cosas que mantienen escasas relaciones unas con otras y cosas que carecen de intencionalidad. Cosas que responden a fuerzas físicas y, en el caso de la naturaleza, a instintos que determinan buena parte de su comportamiento.
Para cumplir, por lo tanto, su proyecto científico en el territorio de lo humano debieron adaptar al objeto de estudio a los requisitos del método, en vez de adaptar el método a las características del objeto.
Así, impusieron al estudio de la  realidad social tres grandes limitaciones, vfuentes de innumerables equívocos y errores que jalonaron en los dos últimos siglos la marcha de las ciencias sociales
-El objetivismo: tratar a los hombres como objetos de la naturaleza, o sea, desconocer sus motivaciones, objetivos, deseos, odios o amores y, en cambio, analizarlos por fuera de cualquier categoría “humana”, subjetiva. Al tratarlos como objetos, los individuos pierden su status de sujetos. Desaparece la subjetividad. Los hombres solo reaccionan previsiblemente a estímulos. Sus conductas se explican por la pertenencia de clase, o cultura, o nación.
El objetivismo deriva en el rechazo de la introspección, la capacidad de comprender a lo  humano porque el científico también es humano. Esta habilidad de comprender porque se comparte una mente común es despreciada como “subjetivismo”. Pero es juntamente nuestra pertenencia a una especie común lo único que nos permite entender comportamientos de épocas o culturas muy distantes a las nuestras. Se rechaza la introspección y se apela al esquema estímulo-respuesta, típico de los estudios biológicos, para “comprender” el comportamiento de grupos lejanos.
-El colectivismo: Despreciar al individuo y dar a las colectividades (grupos, razas, clases, culturas, naciones) capacidades de la que carecen: tomar decisiones, fijarse objetivos, actuar de común acuerdo. El colectivismo descarta al individuo como elemento esencial del sistema social. Para éste, el sistema social es un espacio donde se dirime el conflicto entre pobres y ricos, entre cultos e ignorantes, entre razas, naciones, regiones, culturas, religiones, grupos de poder, medios de comunicación, grupos económicos, etc. El individuo teniendo que elegir alternativas para tomar decisiones es simplemente una dimensión que el colectivismo no toma en cuenta. En todo caso, los individuos son meramente partículas que conforman los colectivos, sin mayor incidencia en la toma de decisiones. Esta visión le permite al colectivismo acceder a la existencia de “conjuntos” saltándose todas las etapas de agregación que va de lo  individual a lo social. Para el colectivismo, por ejemplo, existen los “burgueses”, y la pertenencia de un individuo a esa supuesta clase lo hace receptor de ideas que luego se realizarán a nivel individual. Lo que no entiende el colectivista que esos conjuntos, esos objetos complejos que el analiza sólo existen en la construcción de su teoría. Nadie vio nunca al objeto “burguesía”, como sí se ve el objeto “sol”. Nadie vio al Capitalismo ni, mucho menos, al “espíritu nacional alemán” o al “pueblo ario”: Esos conceptos son, simplemente, construcciones del pensador, que empieza por el final. Justamente primero hay que demostrar que existen esas clases, esos pueblos, antes de relatar sus supuestos “intereses”, “objetivos”, “estrategias”, “decisiones”, etc.
Pero no existen “colectivos” al margen de los individuos. Y hay que comenzar a entender lo  social a partir de las relaciones entre individuos (colaboración, competencia, conflicto). Es obvio que el individuo aislado no existe, pero su condición de actor social no puede dejar de lado su condición de actor, de individuo que actúa.
-El Historicismo. La supuesta capacidad del científico social de descubrir “leyes de la Historia”, que le permiten por lo tanto juzgar a instituciones o comportamientos humanos como “progresistas”, o sea, que coinciden con el devenir histórico y “reaccionarias”, es decir, que se oponen conscientemente o no a las –supuestas- “leyes de la Historia”. El Historicismo, además, niega la existencia de leyes universales. Para él, resulta poco menos que imposible lo sucedido en épocas remotas de la humanidad. La leyes solo valen para una época determinada. El historicismo pretende que el historiador acceda directamente a la observación de “conjuntos” de significación social. Su inicial desapego de la teoría- reservada solo a las ciencias naturales- fue mutando hacia una concepción en la que “Bajo la influencia de las corrientes cientistas de la época vino a presentar la historia como el estudio empírico de la sociedad del que finalmente saldrían las generalizaciones. La historia iba a ser la fuente de la que emanaría una nueva ciencia de la sociedad, que, al mismo tiempo, fuera histórica y sin embargo produjera el conocimiento teórico que esperábamos obtener acerca de la sociedad”
Hay una diferencia significativa entre el estudio de leyes universales y el estudio de casos concretos, que son, la aplicación de principios generales a eventos específicos para tratar de entenderlos. La Historia tiene, a diferencia de las ciencias naturales, especial interés en el evento específico, más que en las leyes generales de desenvolvimiento.
“Al contrario de lo que sucede en las ciencias naturales, donde el lugar preeminente lo ocupa la búsqueda de leyes generales aplicables a eventos particulares…En la mayoría de las ciencias naturales, el evento o situación particular es generalmente uno más entre un gran número de eventos similares…Lo importante para las ciencias naturales es la ley general aplicable a todos los eventos recurrentes de una clase determinada. En el campo social, por otro lado, un suceso concreto o evento único son con frecuencia de tal importancia, y al mismo tiempo de tal complejidad y tan difíciles de aprehender en todos sus aspectos importantes, que su explicación y discusión constituyen por sí mismas una empresa que requiere toda la energía de un especialista.”
La tarea del investigador social es recortar algunos elementos de la realidad para construir con ellos una categoría de eventos. No estudia “la totalidad” sino que debe destacar algunos elementos por sobre otros, en una tarea de “minería”, que selecciona ciertos elementos y desecha otros. Y esa búsqueda está guiada por consideraciones teóricas, por hipótesis, por modelos. No es una búsqueda casual o azarosa. Ese es el papel de la teoría para la tarea del historiador. No existe la “totalidad” (una vana pretensión) sino una categorización de elementos como pertenecientes a una clase o a otra de fenómenos.
“De la aplicación de estas consideraciones a los fenómenos de la historia humana se derivan consecuencias muy importantes. Significa, nada menos, que un proceso o período histórico no es nunca en sí un objeto de pensamiento simple y bien definido, solo alcanza esa categoría cuando planteamos una cuestión acerca de él; y que, en función de la cuestión que formulemos, lo que estamos acostumbrados a identificar como un evento histórico simple puede convertirse en cualquier colección de diversos objetos de pensamiento (…)
Palabras como gobierno, comercio, ejército y conocimiento no hacen referencia a cosas observables sino a estructuras de relaciones que sólo pueden describirse mediante una representación esquemática o “teoría” el sistema de relaciones permanente entre unos elementos que varían constantemente. Estos “conjuntos”, en otras palabras, no existen fuera de la teoría con la que los constituimos.”
Estos conjuntos no tienen existencia por fuera del marco teórico en el que se constituyen. Son “objetos”, en el sentido de las ciencias naturales. Y esa concepción, ingenua, es la madre de las enormes deformaciones que el historicismo ha inducido en el conocimiento de las sociedades y su historia.
 “La ingenua visión que considera los conjuntos de los que se ocupa la historia como realidades dadas desemboca de forma natural en la creencia de que observación puede revelar “leyes” de desarrollo de esos conjuntos. Esta creencia es una de las notas más características de esa historia cientista que, bajo el nombre de historicismo, intenta encontrar una base empírica para una teoría de la historia o “filosofía de la historia” y establecer una sucesión necesaria de “etapas” o “fases”, “sistemas” o “estilos” en el desarrollo de la historia”.
La sucesión de eventos únicos e irrepetibles (la Revolución Francesa, el Descubrimiento de América o las Cruzadas) no puede ser explicada por supuestas “leyes” que surgen de la observación de esos hechos. Es forzar al límite la credulidad afirmar que esos eventos complejos, irrepetibles, son “parte” del desarrollo de alguna ley invisible que el historiador nos viene a descubrir.
“La creencia de que la historia humana, que es el resultado de la interacción de innumerables mentes, ha de estar sin embargo sujeta a leyes simples accesibles a esas mentes está hoy tan extendida que pocas personas se dan siquiera cuenta de la increíble pretensión que esta tesis implica(…) Los autores de estas pseudoteorías de la historia pretender ser capaces de llegar, por medio de un atajo mental, a la contemplación directa de las leyes de sucesión de unos conjuntos directa e inmediatamente aprehensibles.”
La importancia sobredimensionada que autores como Hegel, Comte, Marx, Sombart o Spengler se basa en la suposición de que ellos han trabajado siguiendo el modelo de las ciencias naturales, en una época en que dichas ciencias estaban en el cénit y que lo que ellos afirmaban eran verdades científicas, similares a las que la física, la química o la biología despliegan.
“El marxismo, más que ningún otro, se ha convertido en el vehículo por el que esta consecuencia del cientismo ha obtenido una influencia tan amplia que muchos de los adversarios del marxismo, al igual que sus defensores, piensan en sus términos.”
El otro problema del historicismo es el “relativismo”: cada época solo se explica por los valores de esa época, la mente humana es mutable e ininteligible fuera de su contexto temporal. Los cambios, o, mejor dicho, las “leyes” que explican los cambios las encuentra en historiador se explican por la mutación de la mente humana. Así, y en el extremo, habrá pensadores que afirmen que la lógica es mutable. No existe una “naturaleza humana” reconocible detrás de los cambios. No hay una “mente” que podamos reconocer como nuestra, porque comparte con nosotros algunas experiencias básicas. Es justamente eso lo que inteligibles los comportamientos de personas de otras épocas.
“Es la única base de la que disponemos para comprender lo que entendemos por las intenciones de la gente o por el significado de sus actos; y es, ciertamente, la base de todo nuestro conocimiento histórico , puesto que todo él se deriva de la comprensión de signos o documentos (…) Sólo podemos hablar con sentido de una mente si es como la nuestra”
6-
La compleja mezcla de estas tendencias ha generado un gran conjunto de errores en la visión del hombre que se ha ido construyendo desde las ciencias sociales en los dos últimos siglos.
En principio, la incomprensión de que las acciones independientes de muchos individuos pueden producir conjuntos coherentes que cumplen importantes fines humanos sin que hayan sido producidos conscientemente, merced a un diseño o plan deliberado. Por el contrario, estas concepciones tienen un concepto “pragmático” de las instituciones humanos: han sido creadas conscientemente para un objetivo explícito, estructuras ordenadas y finalistas. Niegan “propósito útil” a todo conjunto no diseñado explícitamente para eso.
“ Al igual que en los organismos biológicos, en las formaciones sociales espontáneas observamos con frecuencia que las partes se comportan o mueven como si su objetivo fuera la preservación de conjuntos. Nos encontramos una y otra vez con que si alguien deliberadamente tuviera como objetivo conservar la estructura de esos conjuntos, tendría que provocar precisamente esos movimientos que, en realidad, ya tienen lugar sin que nadie los dirija”
La existencia de instituciones, de las cuales apenas somos conscientes, pero que arman todo el andamiaje sobre el que desarrollamos nuestra vida es una realidad que a los cientistas desconcierta e irrita. En palabras de Carl Menger que cita Hayek:
“La cuestión de cómo es posible que las instituciones que sirven al bienestar común, y son al tempo las más importantes para su progreso, puedan surgir sin una voluntad común que persiga su creación sigue siendo el problema quizás más significativo de las ciencias sociales”(Carl Menger, Estudio sobre los métodos en la ciencias sociales, 1883)
La ignorancia o la negación de este aspecto central para la comprensión del fenómenos humanos, ni más no menos que la existencia de instituciones que no han sido creadas deliberadamente por nadie y que sin embargo, son esenciales para el desarrollo de la civilización como el lenguaje, el dinero, el mercado, la moral, indican que se trata de un área que pone en cuestión la postura política de los cientistas sociales. Admitir la creación espontanea de instituciones significa degradar el poder que estos cientistas le dan al hombre para “moldear” su futuro, desde cero. El iluminismo tenía la pretensión de infalibilidad y el poder casi sin límites de la Razón. Suponer que hay instituciones no creadas por la razón sería admitir que el proyecto de la modernidad no es posible.
“Desde la creencia de que nada que no haya sido diseñado conscientemente puede ser útil, y mucho menos esencial, para los propósitos del hombre, es fácil la transición hacia la creencia de que, puesto que todas las instituciones han sido creadas por el hombre, está en nuestra mano poder rediseñarlas como deseemos. Pero, aunque esta conclusión parece un evidente lugar común, en realidad es un completo non sequitur, ocasionado por el uso incorrecto de la palabra institución. Sólo sería válida si todas las formaciones “deliberadas” fueran producto de un cálculo intencional. Pero los fenómenos del lenguaje, del mercado, el dinero, o la moral no son realmente artificios o productos de una creación deliberada. No solo no han sido diseñados por ninguna mente, sino que su persistencia y funcionamiento dependen de gentes que no están impulsadas por el deseo de preservarlos”

Entendiendo esto se puede “actuar” sobre las formaciones espontáneas a través de ajustes en las instituciones. Pero una cosa es actuar para encauzar los fenómenos espontáneos y otra intentar reemplazarlos por construcciones sociales deliberadas, controladas por, supuestamente, mentes omniscientes.
La pretensión de re-crear el mundo a partir de los poderes de la Razón  ha sido la herencia de la Ilustración, que en su lucha contra la tradición absolutista y feudal se creyó con capacidad para esa tarea imposible. La creación de la civilización   no fue producto de una mente brillante o de una tarea de coordinación consciente de muchos individuos.
La creencia del control consciente de una mente única, individual no deja de ser una paradoja: los colectivistas reclaman que un individuo único, un líder, controle el funcionamiento de las instituciones:
“De este modo, resulta que en la práctica es el teórico colectivista quien ensalza la razón individual y exige que todas las fuerzas de la sociedad se sometan a la dirección de una sola mente genial, mientras que es el teórico individualista quien reconoce el limitado poder de la razón individual y, en consecuencia, defiende la libertad como medio para el completo desarrollo de las fuerzas generadas por el proceso interpersonal”
Toda exigencia de “control deliberado” remite a la existencia de una única mente. No es casual que los regímenes totalitarios desemboquen en el “culto a la personalidad” y es el Líder, el Fhurer, el Caudillo, el Jefe, el Duce, la última instancia de ese control sobre instituciones sociales. El lenguaje, por ejemplo, es especial objeto de cuidado por parte de estos regímenes: palabras nuevas, palabras prohibidas, palabras reiteradas hasta el cansancio. Las transacciones libres, el intercambio, la creación cultural son especialmente regimentadas para evitar cualquier peligro de acciones “contrarrevolucionarias” que afecten el Plan total.
La pretensión más ambiciosa del “control consciente” es la de controlar la propia evolución de la razón.
“La idea común de que la mente humana es capaz de trascenderse a sí misma obedece a un mismo planteamiento general: la convicción de que estudiando la Razón humana desde fuera y como un todo, podemos aprehender las leyes de su funcionamiento de un modo más completo y exhaustivo que mediante la paciente exploración interna, que observa fielmente el desenvolvimiento de los procesos en que se despliega de hecho la interacción entre las mentes individuales”

De allí surge  la pretensión de “explicar” la razón, el surgimiento de ideas y de teorías, cuales son las determinantes de determinado pensamiento, con lo cual se tendría la llave para “ordenar” los pensamientos de la gente, acoplándolos al Plan general de la dirección central. La pretensión de explicar las teorías individualistas, por ejemplo, como “producto de los intereses materiales de determinada clase” son típicos intentos en ese sentido. Lo extraño que se intenta “explicar” todas las teorías opuestas a la teoría “oficial”, la cual mágicamente, no tiene determinantes de ninguna clase, solo han nacido de la brillantez de ciertas mentes omniscientes.
Esta postura rebaja el debate. Ya no se discuten ideas, sino el “origen espurio”, de clase, de determinadas ideas. La verdad no surge de la confrontación de hipótesis, sino de la descalificación del otro como “pensador burgués”, condicionado por su pertenencia de clase. Desaparece la contrastación lógica o empírica de las hipótesis:
“Si la veracidad o falsedad de una afirmación no se decide ya por el razonamiento lógico y las pruebas empíricas, sino en el examen de la posición social de la persona que la pronuncia; cuando pues, la capacidad de descubrir la verdad depende de la pertenencia a determinada clase o raza, y cuando, en conclusión, se proclama que el infalible instinto de una determinada clase o de un determinado pueblo tiene siempre razón, ello significa que la razón ha sido definitivamente liquidada”
Dos fuerzas se enfrentan en este campo: el individualismo, que sabe que la mente, la razón, no son desarrollos individuales sino resultados de la interacción de millones de individuos, y que, más que recrear las instituciones espontáneas, hay que entenderlas para poder encarar progresos, y  “el colectivismo, que aspira a dirigir conscientemente todas las fuerzas de la sociedad”.
El primero es consciente de las limitaciones de la mente y que su mejoramiento surge de un proceso interindividual, que incluye los conocimientos individuales de cientos de generaciones anteriores y los presentes de millones de individuos.
El colectivismo pretende, por el contrario, abarcar todo el proceso de creación y desarrollo de la razón y conducirlo integrando el todo en un único pensamiento. El colectivismo metodológico culmina en el colectivismo político, es su sustento teórico.
“Sin la presunción de que la razón individual consciente es capaz de abarcar todos los fines y todo el conocimiento de la “sociedad” o de la “humanidad”, queda sin fundamento la convicción de que estos fines pueden alcanzarse mejor por medio de una dirección central consciente”
No hay límites a la razón, para el colectivismo. La ciencia resolverá todos los problemas humanos. Desatado de tradiciones irracionales, el hombre será artífice de su propio destino, dice la promesa central del colectivismo. Todo es posible, incluyendo el crear una nueva mente, una razón perfecta, una sociedad perfecta.
“El racionalista cuya razón no basta para hacerle comprender estas limitaciones de los poderes de la razón consciente y que desprecia todas las instituciones y costumbres que no hayan tenido un erigen intencionado, puede convertirse así en el destructor de la civilización que sobre ellas de basa. Este va a ser el valladar contra el que la humanidad va repetidamente a chocar, solo para volver a caer en la barbarie”
7-
La economía ha sido el campo sobre el cual la idea de que es posible un “control consciente” de toda la realidad social más ha influido. La idea de la “planificación económica” es parte del programa de casi todos los partidos políticos. El Estado debe planificar, se dice y la discusión se traslada entones al campo de la instrumentación: donde, como, cuando planificar. No se discute la idea madre.
Ingeniería social, ingeniería política son ya conceptos ampliamente difundidos. Ingenieros del alma, afirmó Stalin sobre los artistas de la Revolución.
La idea de que son los ingenieros los artífices del progreso ha arraigado extensamente.
Pero,
“ El ideal del ingeniero se basa en el desconocimiento del hecho económico más fundamental que condiciona nuestra situación aquí y ahora, la escasez de capital”
El ingeniero considera que las variaciones de precio, los problemas de abastecimiento y logística son efectos de que aún existen “fuerzas irracionales” que afectan sus planes. De ahí su deseo de dominarlo todo, como si de una máquina se tratara.
“La planificación económica central no es sino la aplicación de la planificación ingenieril a toda la sociedad, basada en el supuesto de que es completa concentración del conocimiento relevante es posible”

El problema del conocimiento para la planificación es que éste no se encuentra accesible a la oficina del gobernante. Por el contrario, está disperso en millones de actores económicos – campesinos, comerciantes, industriales, trabajadores, consumidores, inversores, rentistas- y la mente individual solo puede conocer una fracción de ese conocimiento. Pero el hecho de que el mercado- el espacio de todos los posibles intercambios- exista, haya nacido y se desarrolle con independencia de cualquier autoridad central, que no sea panificable sino imprevisto y variable es algo que “el experto en ciencias naturales difícilmente podrá aceptar”.
“Mientras las ciencias morales tienden a mostrarnos los límites de nuestro control consciente, las ciencias de la naturaleza, en cambio, amplían constantemente su radio de control deliberado, y esa es la razón de que el experto en ciencias naturales se rebele tan a menudo contra las enseñanzas de las ciencias morales”
Este es el conflicto que subyace a todas las polémicas políticas de los últimos cien años. O se aplica la lógica ingenieril, que supone que la ciencia es la gran autora del progreso social y lo que hay que hacer es desarrollar su potencial al máximo, minimizando los grados de libertad de una sociedad a fin de evitar “interferencias” al Plan o, por el contrario, la ciencia debe dedicarse a desarrollar su campo, no intentando que desde su lógica objetivista se organice la experiencia humana.
“ Cuanto más avanza nuestra civilización técnica - y, por lo tanto, más el estudio de las cosas como distinto del estudio del hombre y de sus ideas abre camino a las posiciones más eminentes e influyentes- más significativo es el abismo que separa a estos dos tipos diferentes de mentalidad: el del hombre cuya suprema ambición consiste en transformar el mundo circundante en una enorme máquina cuyas partes, apretando un botón, se muevan de acuerdo con su plan, y el de aquellos cuyo principal interés es el desarrollo de la mente humana en todos sus aspectos, que en el estudio de la historia o la literatura, del arte o del derecho, ha aprendido a ver al individuo como parte de un proceso en el que su contribución no está dirigida sino que es espontánea, y en que participa en la creación de algo más grande que lo que él mismo o cualquier otra mente singular es capaz de planear.”



sábado, 21 de mayo de 2016

Mercado insustituible

La politicas pro-mercado son antintuitivas, no evidentes y requieren una capacidad de abstracción muy alta. Operan en el mediano y largo plazo, por que, como diría Carl Menger, les interesa influir en los órdenes superiores de la producción, no en los inferiores o primarios. La vieja y casi remanida receta de “si quieres alimentar a alguien no le des pescado, enseñale a pescar” se ha transformado en la pregunta que se hacen todos los gobiernos: “¿de donde puedo sacar el pescado para repartirlo?”Lo intuitivo es “darle pescado” al hambriento. No, por ejemplo, garantizar un precio justo a los pescadores – desregular ese mercado-porque de no hacerlo así, mermará la oferta de pescado…y subirá su precio, aunque el Gobierno intente congelarlo. Si manda su tropa de inspectores a vigilar los precios mínimos, el pescado desaparecerá de las góndolas y la vecina solo podrá conseguirlo a precio “negro”. Con lo cual la vecina despotricará, no contra el Gobierno que “quiere protegerla”, sino contra los malos comerciantes y especuladores.El gobierno dirá que hay una campaña para encarecer el precio del pescado y atentar así contra el bolsillo popular y pondrá en marcha medidas impositivas, burocráticas o penales contra los “acaparadores” que quieren lucrar a costa del hambre del pueblo.Así las cosas, a pocos se podrá convencer de cambiar la lógica y hacerles comprender de que justamente liberando los precios es como el pescado fluirá en cantidad y los precios tenderán a la baja. “Si, pero ¿cuando?, yo tengo hambre hoy. Y no es una “tendencia” al hambre sino hambre declarado”. Con esto se desarman todas las argumentaciones liberales, y viene Papá Estado, o Papá Partido del Poder y convence a la vecina de que solo dándole aun más poder a nuestro Lider podremos obtener pescado barato.
¿Cómo salir de esta trampa? Desde el siglo XIV, cuando Ibn Jaldun demostraba lo pernicioso que es el Estado Impositivo, ya que destruye la iniciativa de los productores, hasta Adam Smith, Say, Bastiat, Menger , viejos pensadores contra las fórmulas económicas estatistas y absolutistas, la lucha por demostrar la verdad de la libertad de mercado es una lucha perdida en las Universidades y los Gobiernos, pero ganada en la calle, en el mercado real, en el mundo de las transacciones libres que personas privadas llevan a cabo. Pero ese mundo no tiene prensa, no llega a los libros.
Resulta muy difícil de hacer entender que las empresas privadas son insustituibles, sea por el Estado, por las “comunidades” o cualquier otro engendro “social” que se invente. El fuego que moviliza el alma de un emprendedor no se aprende en la Universidad ni existe en el Estado y sus adyacencias. Si se pierde la iniciativa individual, que quieren tapar con toneladas de leyes, regulaciones, discursos, “justicia social” y otras inutilidades, es el fin .Estamos cerca. En una generación más, ¿quien querrá ser empresario (en serio, no amigo del Presidente) quién un emprendedor?¿ Para qué: para ser confiscado, regulado, reglamentado, obligado a “invertir” en vez de distribuir ganancias, insultado, señalado, acusado de atentar contra el medio ambiente, o de explotar a los trabajadores, o de no becar a estos o aquellos, a no comprometerse demasiado con la comunidad, etc.? Siempre habrá un “error” que destacar, un olvido, una insuficiencia. Es absurdo: quieren transformar las empresas en entidades de bien público, sin objetivos de lucro. Quieren desterrar la odiada “codicia”. “Seamos todos buenos, no tengamos ganancias, invirtamos y contratemos a mucha gente para que no haya desocupados” Quieren transformar la empresa privada en una sucursal del Estado. 
Vuelvo a Alberdi : El Estado está para garantizarla justicia, la propiedad y la igualdad de oportunidades, no para producir. Pero ese viejo pensamiento revolucionario, el que parió el mundo moderno, EEUU, la Argentina de nuestros abuelos, que rejuveneció a la vieja Europa, la liberó de servidumbres, discriminaciones y atavismos está en problemas. La historia muestra que a pesar de los Planes divinos o ateos, la llama de la libertad, la justicia y la razón, a veces tiembla y parece apagarse, pero por sobre la mirada de los inquisidores, de los dictadores, de los nazis, estalinistas, leninistas, castristas, maoístas, fascistas, nacionalistas, aristocratizantes o populistas , de los violentos, los fundamentalistas, los integristas, los tradicionalistas, los conservadores, los revolucionarios, los iluminados, los predestinados, los caudillos, los jefes, líderes, conductores, führers, los religiosos fanatizados, rígidos, por sobre los amables redistribucionistas de dinero ajeno, por sobre los científicos que se creen destinados también a conducir a la Humanidad, a pesar de todos los filósofos que creyeron encontrar La Explicación del mundo, a pesar de iluministas de la “voluntad general”, de utopistas, de planificadores, de ingenieros sociales, a pesar de tantas amenazas, restricciones, condicionamientos, persecuciones, descalificaciones, a pesar de todo eso la llama de la libertad, del libre mercado, de los intercambios libres y múltiples, la llama de la democracia política, de la justicia, del estado de derecho, del control del gobierno por los ciudadanos, de los monopolios por los consumidores, a pesar de todo eso, esa llama sigue ardiendo y quizás nunca se apague. Esa es la única esperanza.






viernes, 20 de mayo de 2016

Una creación del judaísmo: el límite al poder del Rey



La ilustración, la modernidad, han querido transformar a la religión en una atadura que ha impedido la libertad del hombre, en una cadena que lo hizo esclavo de la superstición y el miedo al castigo eterno.

Hemos asimilado esta doctrina con suma facilidad. Nada más fácil que coincidir con las críticas de Russell o de Nietzsche, o Voltaire o Rousseau al ejercicio del poder clerical. Nada más absurdo y “anticristiano” que las guerras de religión, la Inquisición, y los asuntos terrenales que la Iglesia condujo durante centenares de años.

Es también evidente la lucha a muerte que la religión y la ciencia establecieron durante centenares de años, durante la cual las iglesias intentaron disminuir, condicionar, limitar el conocimiento científico en cuanto éste ponía en cuestión el dogma. Desde la Tierra como centro del universo, a la negación de la Evolución o el rechazo del inconciente freudiano, las iglesias han actuado como permanentes amarres, pesas colocadas a la libertad de investigación.

Nadie puede negar esto. Ahora, se trata de otra cosa. Hablemos del Monoteísmo. Dice Hayek

“Debemos en parte a las creencias místicas y religiosas -y, en mi opinión especialmente a las monoteístas- el que las tradiciones beneficiosas se hayan conservado y transmitido al menos durante el tiempo necesario para que los grupos que las aceptaron pudieran desarrollarse y tuvieran oportunidad de extenderlas a través de la selección natural o cultural. Esto significa que, nos guste o no, debemos en parte la persistencia de ciertas prácticas, y la civilización que de ellas resulta, al apoyo de ciertas creencias de las que no podemos decir que sean verdaderas -o verificables, o constatables en el sentido en que lo son las afirmaciones científicas, y que ciertamente no son fruto de una argumentación racional. Pienso a veces que, por lo menos a algunas de ellas y como señal de aprecio, deberíamos llamarlas «verdades simbólicas», ya que ayudaron a quienes las asumieron a fructificar, a multiplicarse y llenar la tierra y dominarla» (Génesis, 1:28).

Incluso aquellos, entre los que me encuentro, que no están dispuestos a admitir la concepción antropomórfica de una divinidad personal deben reconocer que la prematura pérdida de lo que calificamos de creencias no constatables habría privado a la humanidad de un poderoso apoyo en el largo proceso de desarrollo del orden extenso del que actualmente disfrutamos y que, incluso ahora, la pérdida de estas creencias, verdaderas o falsas crearía graves dificultades.”


O sea: la religión monoteísta operó como un formidable sistema de apoyo a la consolidación de tradiciones (normas e instituciones) que facilitaron el paso de la etapa tribal (el pequeño grupo defensivo, solidario y xenófobo) a la etapa de la civilización, en la que millones de personas trabajan en forma cooperativa aun sin conocerse, por medio de los intercambios libres.




Sigue Hayek

“Hasta el agnóstico tendrá que admitir que debemos nuestros esquemas morales, así como la tradición que no sólo ha generado la civilización, sino que ha hecho posible la supervivencia, a la fidelidad a tales requerimientos, por más infundados científicamente que puedan parecemos.

La innegable conexión histórica entre la religión y los valores que originaron y siguen sosteniendo nuestra civilización, tales como la familia y la propiedad privada, no significa sin embargo que exista una conexión intrínseca entre lo religioso y esos valores. Entre los fundadores de religiones a lo largo de los dos últimos milenios no han faltado quienes se opusieran a la propiedad y a la familia. Pero las únicas religiones que han sobrevivido han sido aquellas que defienden ambas instituciones.”


Dice José Ignacio García Hamilton (“Por qué crecen los países”)

“El pueblo judío estableció un sistema "teocrático", en el sentido de que pretendía vivir bajo el dominio de una autoridad divina, representada por un Dios único e invisible. Sus gobernantes se consideraban los agentes de Dios, pero no tenían un poder absoluto o arbitrario, sino que estaban limitados por la Ley del Señor, representada en la Torá, o Biblia, cuyas disposiciones regían tanto para gobernantes como para gobernados. Las Sagradas Escrituras exhortan a las autoridades a ser justas, y muchas veces les recuerdan sus deberes morales frente a los súbditos, bajo pena de que la ira de Dios recaiga sobre toda la comunidad.
La tradición hebrea muestra que dicha sociedad cultivó y fomentó la lectura y escritura para que la población pudiera aprender por sí misma la “palabra de Dios".

(…)

Los judíos fueron uno de los primeros pueblos del mundo que practicaron la limitación del poder mediante leyes escritas y la vigencia de sus valores y normas los convirtió en una nación industriosa y productiva.

Según la Biblia, Jehová indicó a Samuel que previniera al pueblo judío que, si elegía a un rey, éste iba a abusar de ellos y a esquilmarlos. “

O sea: el pueblo que inventa el monoteísmo crea un arma poderosísima para limitar el poder del Faraón: nadie puede incumplir la Ley. Los reyes están solo para hacerla cumplir. Nadie, además, le va a enseñar al pueblo lo que dice la Ley: el pueblo sabe leer y accede directamente al conocimiento.

Lord Acton refuerza este argumento:

“Es en la historia del Pueblo Elegido, por consiguiente, donde obtuve las primeras ilustraciones de mi tema.
El gobierno de los israelitas era una federación establecida en la unidad de raza y credo, en una autoridad política basada en un acuerdo voluntario y no en la fuerza física.

El principio de gobierno propio se aplicaba no sólo en cada tribu, sino que en cada grupo de al menos 120 familias, sin privilegio de rango ni desigualdad




ante la ley.

La monarquía era tan ajena al espíritu primitivo de la comunidad, que fue combatida por Samuel en esa famosa protesta y advertencia que ha sido constantemente confirmada por todos los reinos de Asia y muchos de los de Europa.

El trono se basaba en que el rey carecía del derecho a legislar para un pueblo que sólo reconocía a Dios como legislador, consistiendo su principal objetivo político en restaurar la pureza original de la constitución y hacer que su gobierno se adaptara al ideal venerado por las sanciones del cielo.

Hombres inspirados –que se sucedían continuamente para profetizar en contra del usurpador y el tirano – proclamaban constantemente que las leyes, de orden divino, eran superiores a los gobernantes pecadores, apelando a las autoridades establecidas –el rey, los sacerdotes y los príncipes del pueblo – tanto como a las fuerzas armonizadoras que dormían en las conciencias incorruptas de las masas.

De este modo, el ejemplo de la nación hebrea estableció las líneas paralelas sobre las cuales se ha conquistado la libertad: la doctrina de la tradición nacional y la doctrina de la ley superior; el principio de que la constitución se desarrolla a partir de una raíz, mediante un proceso de evolución, y no por un cambio esencial; y el principio de que es preciso poner a prueba a reformar todas las autoridades políticas conforme a un código que no fue hecho por el hombre.”

Lord Acton proclama entonces una verdad que nadie, imbuido y formado en el espíritu antirreligioso de la modernidad, podría siquiera sospechar: los judíos pusieron los dos cimientos donde creció la libertad: la idea monoteísta de un dios supremo, ante el cual la autoridad del rey se disuelve y la convicción de que hay una “tradición”, un cuerpo de normas que evolucionan lentamente, para sustentar el cambio.

Es que un Dios individual, que puede ser conocido personalmente por cada creyente, al cual se le dedica un día (un shabat libre de reyes y patrones), un Dios que limita al Rey – que solo es un humano más- es una idea sencillamente revolucionaria. Demasiado para ser adoptada: el estado judío se hundió en la nada y con él esta raíz de libertad, recuperada siglos después.

Imaginemos el mundo sin Dios de hace tres mil años.

El individuo no existe: solo hay súbditos del rey-dios: el Faraón, el Rey Persa, los reyezuelos griegos o itálicos. No hay nada parecido a la Justicia: los súbditos pueden ser asesinados por orden del Rey sin apelación posible. Hay, si, tribunales para mediar en conflictos entre súbditos, pero el Estado-Rey-Dios es un sujeto no judiciable: la encarnación de Dios y Supremo Juez.

No hay nada parecido a propiedad privada en Egipto: todos los inmuebles son del Faraón, el cual puede donar alguna propiedad a destacados nobles o altos funcionarios del estado, a modo de premio por servicios prestados.

Pero para el pueblo no hay propiedad de tierras laborables o viviendas, los hijos nada heredan de los padres, no hay posibilidad de mejorar y heredar la tierra.

Hay Faraones “buenos”, generosos, que tratan de atenuar los sufrimientos del pueblo, pero los hay sádicos y violentos. Todo depende del arbitrio de cada Rey: nada está pautado o limitado. No hay Ley suprema por encima del Faraón.

En ese contexto ominoso, donde la persona no tiene valor frente al poder delEstado, nace Yahvé.

Un conjunto de tradiciones se unifican en la escritura de una narración primigenia, original, en la que se describe la compleja relación entre un Pueblo y su Dios. A cambio de su protección, el Pueblo debe obedecer ciertas leyes que consisten básicamente en morigerar la carga violenta de los seres humanos, a fin de facilitar la convivencia pacífica con el resto de la comunidad. En vez de apelar al expediente punitivo (la fuerza del estado aplicada a los que transgreden la ley) esta doctrina se basa en educar a la gente en el respeto a las leyes, de modo que su cumplimiento sea espontáneo y no producto del temor.

En vez de investir a un Rey con el poder de vida o muerte, se instituye un Rey virtual - Yahvé- invisible, inescrutable, poderoso, pero justo. Se libera al pueblo de la opresión del Estado y, en cambio, se eleva a los altares la responsabilidad individual y el gobierno de los Jueces, llamados no a hacer respetar la voluntad del Rey, sino a evitar que la voluntad de uno afecte los derechos de otros.

Para “convencer” al pueblo de las bondades de tal sistema, hay que inventar un Dios poderoso y temible, capaz de generar miedo entre los enemigos del Pueblo: el Terrible Yahvé.

El primer manifiesto libertario que limita el poder del Rey es éste, escrito dos mil años antes de la Carta Magna inglesa:

" Samuel repitió todas estas palabras de Yahvé al pueblo que le pedía un rey diciendo: He aquí el fuero del rey que va a reinar sobre vosotros.
Tomará vuestros hijos y los destinará a sus carros y sus caballos y tendrán que correr delante de su carro. Los empleará como jefes de mil y jefes de cincuenta; les hará labrar sus campos, segar su cosecha, fabricar sus armas de guerra y los arreos de sus carros. Tomará vuestras hijas para perfumistas, cocineras y panaderas. Tomará vuestros campos, vuestras viñas y vuestros mejores olivares y se los dará a sus servidores. Tomará el diezmo de vuestros cultivos y vuestras viñas para dárselo a sus eunucos y a sus servidores. Tomará vuestros criados y criadas, y vuestros mejores bueyes y asnos y les hará trabajar para él. Sacará el diezmo de vuestros rebaños y vosotros mismos seréis sus esclavos. Ese día os lamentaréis a causa del rey que os habéis elegido, pero entonces Yahvé no os responderá"

El pueblo no quiso escuchar a Samuel y dijo " ¡No! Tendremos un rey y nosotros seremos como los demás pueblos: nuestro rey nos juzgará, irá al frente de nosotros y combatirá nuestros combates"

"Me habéis dicho "que reine un rey sobre nosotros" siendo así que vuestro rey es Yahvé, Dios vuestro. Aquí tenéis ahora el rey que os habéis elegido. Yahvé ha establecido un rey sobre vosotros. Si teméis a Yahvé y le servís, si escucháis su voz y no os rebeláis contra las órdenes de Yahvé; si vosotros y el rey que reine sobre vosotros seguís a Yahvé vuestro Dios, está bien. Pero si no escucháis la voz de Yahvé, si os rebeláis contra las órdenes de de Yahvé, entonces la mano de Yahvé pesará sobre vosotros."

El Éxodo tiene un significado fundante para el pueblo de Israel. Porque libera al pueblo de la esclavitud en Egipto, pero - quizás más importante aun- libera alpueblo de la tentación del ídolo- o sea de los “dioses” que sirven al Rey circunstancial- y lo enfrentan en un pacto personal, con Dios, o sea con la fuente de la Ley (Torá).

La Ley adquiere así carácter divino y permanente, por fuera de las querellas humanas. Y de esa Ley se desprenden las “interpretaciones de la Ley”: las infinitas adaptaciones, matices, sutilezas, cambios de punto de vista que hacen que la obra de Dios no fuese una y única para toda la eternidad, sino que constituya el puntapié para que los hombres- cada hombre, en particular-protagonice su propia búsqueda.

La relación con Dios se hace personal y activa.

La Ley no se limita al Decálogo, sino que abarca infinidad de acciones de la vida cotidiana.

-  “Cuando compres un esclavo hebreo servirá seis años, y el séptimo quedara libre sin pagar rescate”
-  “Si un hombre hiere a su siervo en el ojo y le deja tuerto, le dará libertad en compensación del ojo”
-  “Si un hombre roba un buey o una oveja y los mata o los vende, pagará cinco bueyes por el buey, y cuatro ovejas por la oveja”
-  “Si un hombre causa daño en un campo dejando suelto su ganado para que pazca en campo ajeno, restituirá con lo mejor de su propio campo y lo mejor de su propia viña”

-  “No maltrataras al forastero, pues forasteros fuisteis vosotros en el país de Egipto”
-  “No vejaras a viuda y a huérfano”

-  “Si prestas dinero a uno de mi pueblo, al pobre que habita contigo, no serás con él un usurero, no le exigiréis interés”
-  “Aléjate de causas mentirosas, no quites la vida al inocente, y no absuelvas al malvado”
-  “Ponte en pie ante las canas y honra el rostro del anciano”

-  “No cometáis injusticia en los juicios, ni en las medidas de longitud, de peso o de capacidad: tened balanza justa, peso justo, y sexario justo.”
-  "No oprimirás a tu prójimo, ni lo despojarás. No retendrás el salario del jornalero hasta el día siguiente"
-  " No andes difamando entre los tuyos, no demandes contra la vida de tu prójimo"
-  " No te vengarás ni guardarás rencor contra los hijos de tu pueblo"

-  " Amarás a tu prójimo como a ti mismo"

Hay varias leyes que tiene enorme significación actual

-  “No sigas a la mayoría para hacer el mal, ni te inclines en un proceso por la mayoría en contra de la justicia”
O sea, el criterio de la mayoría jamás puede prevalecer por sobre el de la Justicia. No hay “valor” en lo mayoritario, solo hay “valor” en lo justo. Una vacuna para la tiranía demagógica…

-  “Siendo juez no hagas injusticia, no por favor del pobre ni por respeto al grande; con justicia juzgarás a tu prójimo”Justicia, justicia perseguirás
-  “No recibas regalos, porque el regalo ciega a los perspicaces y pervierte las causas justas”
La corrupción anida en los regalos a los que tienen poder.

-  “Si encuentras el buey de tu enemigo, se lo llevarás. Si ves caído bajo la carga el asno del que te aborrece, no rehúses tu ayuda”
O sea: la justicia siempre, incluso para los que te aborrecen

-“Al forastero que resida junto a ti no lo molestéis, le miraréis como a uno de vuestro pueblo y lo amarás como a ti mismo; porque forasteros fuisteis vosotros en la tierra de Egipto”

Esta es la norma básica que permite los intercambios entre pueblos distintos, la base del comercio internacional.

O sea: se trata de normas prácticas para garantizar la justicia, la moralidad, el respeto a la propiedad, el respeto a los ancianos, la no explotación del esclavo, del siervo o del extranjero, la sexualidad compatible con la continuidad de las relaciones comunitarias, el culto.

Entender estas normas en un contexto absolutamente a-moral como el del Faraón o el de Babilonia sirve para comprender la fuerza y la originalidad del mensaje que encierra la Alianza entre Yahvé y su pueblo: ni el Rey ni nadie puede esclavizar, violar, apartarse de la justicia, oprimir al extranjero, despreciar a la viuda, violar la propiedad de sus vecinos, no responder por los robos o ultrajes realizados. Los hombres debemos apegarnos a un código moral, que es el único que asegura nuestra supervivencia y crecimiento como seres humanos.

¿No será éste el trasfondo histórico, la razón profunda que hay detrás del obstinado odio al judío por parte del Faraón, ya que ese pueblo le recuerda que su poder es limitado por una Ley divina, que el es solo hombre, no semidiós, ni Caudillo, ni Líder, ni Führer, ni Duce, ni Conductor, ni Jefe, ni Comandante?

¿No será que el odio al judío esconde el temor a la lectura individual de la Ley que cada judío hace, porque sabe leer desde hace tres mil años?
¿No será que el rechazo al judío es a la riqueza lograda por pura capacidad de gestión, sin depender de prerrogativas de sangre o de uso del Estado como botín?


¿No será, en definitiva, que el odio al judío es otra manera de odiar la libertad?