sábado, 21 de mayo de 2016

Mercado insustituible

La politicas pro-mercado son antintuitivas, no evidentes y requieren una capacidad de abstracción muy alta. Operan en el mediano y largo plazo, por que, como diría Carl Menger, les interesa influir en los órdenes superiores de la producción, no en los inferiores o primarios. La vieja y casi remanida receta de “si quieres alimentar a alguien no le des pescado, enseñale a pescar” se ha transformado en la pregunta que se hacen todos los gobiernos: “¿de donde puedo sacar el pescado para repartirlo?”Lo intuitivo es “darle pescado” al hambriento. No, por ejemplo, garantizar un precio justo a los pescadores – desregular ese mercado-porque de no hacerlo así, mermará la oferta de pescado…y subirá su precio, aunque el Gobierno intente congelarlo. Si manda su tropa de inspectores a vigilar los precios mínimos, el pescado desaparecerá de las góndolas y la vecina solo podrá conseguirlo a precio “negro”. Con lo cual la vecina despotricará, no contra el Gobierno que “quiere protegerla”, sino contra los malos comerciantes y especuladores.El gobierno dirá que hay una campaña para encarecer el precio del pescado y atentar así contra el bolsillo popular y pondrá en marcha medidas impositivas, burocráticas o penales contra los “acaparadores” que quieren lucrar a costa del hambre del pueblo.Así las cosas, a pocos se podrá convencer de cambiar la lógica y hacerles comprender de que justamente liberando los precios es como el pescado fluirá en cantidad y los precios tenderán a la baja. “Si, pero ¿cuando?, yo tengo hambre hoy. Y no es una “tendencia” al hambre sino hambre declarado”. Con esto se desarman todas las argumentaciones liberales, y viene Papá Estado, o Papá Partido del Poder y convence a la vecina de que solo dándole aun más poder a nuestro Lider podremos obtener pescado barato.
¿Cómo salir de esta trampa? Desde el siglo XIV, cuando Ibn Jaldun demostraba lo pernicioso que es el Estado Impositivo, ya que destruye la iniciativa de los productores, hasta Adam Smith, Say, Bastiat, Menger , viejos pensadores contra las fórmulas económicas estatistas y absolutistas, la lucha por demostrar la verdad de la libertad de mercado es una lucha perdida en las Universidades y los Gobiernos, pero ganada en la calle, en el mercado real, en el mundo de las transacciones libres que personas privadas llevan a cabo. Pero ese mundo no tiene prensa, no llega a los libros.
Resulta muy difícil de hacer entender que las empresas privadas son insustituibles, sea por el Estado, por las “comunidades” o cualquier otro engendro “social” que se invente. El fuego que moviliza el alma de un emprendedor no se aprende en la Universidad ni existe en el Estado y sus adyacencias. Si se pierde la iniciativa individual, que quieren tapar con toneladas de leyes, regulaciones, discursos, “justicia social” y otras inutilidades, es el fin .Estamos cerca. En una generación más, ¿quien querrá ser empresario (en serio, no amigo del Presidente) quién un emprendedor?¿ Para qué: para ser confiscado, regulado, reglamentado, obligado a “invertir” en vez de distribuir ganancias, insultado, señalado, acusado de atentar contra el medio ambiente, o de explotar a los trabajadores, o de no becar a estos o aquellos, a no comprometerse demasiado con la comunidad, etc.? Siempre habrá un “error” que destacar, un olvido, una insuficiencia. Es absurdo: quieren transformar las empresas en entidades de bien público, sin objetivos de lucro. Quieren desterrar la odiada “codicia”. “Seamos todos buenos, no tengamos ganancias, invirtamos y contratemos a mucha gente para que no haya desocupados” Quieren transformar la empresa privada en una sucursal del Estado. 
Vuelvo a Alberdi : El Estado está para garantizarla justicia, la propiedad y la igualdad de oportunidades, no para producir. Pero ese viejo pensamiento revolucionario, el que parió el mundo moderno, EEUU, la Argentina de nuestros abuelos, que rejuveneció a la vieja Europa, la liberó de servidumbres, discriminaciones y atavismos está en problemas. La historia muestra que a pesar de los Planes divinos o ateos, la llama de la libertad, la justicia y la razón, a veces tiembla y parece apagarse, pero por sobre la mirada de los inquisidores, de los dictadores, de los nazis, estalinistas, leninistas, castristas, maoístas, fascistas, nacionalistas, aristocratizantes o populistas , de los violentos, los fundamentalistas, los integristas, los tradicionalistas, los conservadores, los revolucionarios, los iluminados, los predestinados, los caudillos, los jefes, líderes, conductores, führers, los religiosos fanatizados, rígidos, por sobre los amables redistribucionistas de dinero ajeno, por sobre los científicos que se creen destinados también a conducir a la Humanidad, a pesar de todos los filósofos que creyeron encontrar La Explicación del mundo, a pesar de iluministas de la “voluntad general”, de utopistas, de planificadores, de ingenieros sociales, a pesar de tantas amenazas, restricciones, condicionamientos, persecuciones, descalificaciones, a pesar de todo eso la llama de la libertad, del libre mercado, de los intercambios libres y múltiples, la llama de la democracia política, de la justicia, del estado de derecho, del control del gobierno por los ciudadanos, de los monopolios por los consumidores, a pesar de todo eso, esa llama sigue ardiendo y quizás nunca se apague. Esa es la única esperanza.






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