La
politicas pro-mercado son antintuitivas, no evidentes y requieren una capacidad
de abstracción muy alta. Operan en el mediano y largo plazo, por que, como
diría Carl Menger, les interesa influir en los órdenes superiores de la
producción, no en los inferiores o primarios. La vieja y casi remanida receta
de “si quieres alimentar a alguien no le des pescado, enseñale a pescar”
se ha transformado en la pregunta que se hacen todos los gobiernos: “¿de donde
puedo sacar el pescado para repartirlo?”Lo
intuitivo es “darle pescado” al hambriento. No, por ejemplo, garantizar un
precio justo a los pescadores – desregular ese mercado-porque de no hacerlo
así, mermará la oferta de pescado…y subirá su precio, aunque el Gobierno
intente congelarlo. Si manda su tropa de inspectores a vigilar los precios
mínimos, el pescado desaparecerá de las góndolas y la vecina solo podrá
conseguirlo a precio “negro”. Con lo cual la vecina despotricará, no contra el
Gobierno que “quiere protegerla”, sino contra los malos comerciantes y
especuladores.El
gobierno dirá que hay una campaña para encarecer el precio del pescado y
atentar así contra el bolsillo popular y pondrá en marcha medidas impositivas,
burocráticas o penales contra los “acaparadores” que quieren lucrar a costa del
hambre del pueblo.Así
las cosas, a pocos se podrá convencer de cambiar la lógica y hacerles
comprender de que justamente liberando los precios es como el pescado fluirá en
cantidad y los precios tenderán a la baja. “Si, pero ¿cuando?, yo tengo hambre
hoy. Y no es una “tendencia” al hambre sino hambre declarado”. Con esto se
desarman todas las argumentaciones liberales, y viene Papá Estado, o Papá
Partido del Poder y convence a la vecina de que solo dándole aun más poder a
nuestro Lider podremos obtener pescado barato.
¿Cómo salir
de esta trampa? Desde el siglo XIV, cuando Ibn Jaldun demostraba lo pernicioso
que es el Estado Impositivo, ya que destruye la iniciativa de los productores,
hasta Adam Smith, Say, Bastiat, Menger , viejos pensadores contra las fórmulas
económicas estatistas y absolutistas, la lucha por demostrar la verdad de la
libertad de mercado es una lucha perdida en las Universidades y los Gobiernos,
pero ganada en la calle, en el mercado real, en el mundo de las transacciones
libres que personas privadas llevan a cabo. Pero ese mundo no tiene prensa, no
llega a los libros.
Resulta
muy difícil de hacer entender que las empresas privadas son insustituibles, sea
por el Estado, por las “comunidades” o cualquier otro engendro “social” que se
invente. El fuego que moviliza el alma de un emprendedor no se aprende en la
Universidad ni existe en el Estado y sus adyacencias. Si se pierde la
iniciativa individual, que quieren tapar con toneladas de leyes, regulaciones,
discursos, “justicia social” y otras inutilidades, es el fin .Estamos
cerca. En una generación más, ¿quien querrá ser empresario (en serio, no amigo
del Presidente) quién un emprendedor?¿ Para qué: para ser confiscado, regulado,
reglamentado, obligado a “invertir” en vez de distribuir ganancias, insultado,
señalado, acusado de atentar contra el medio ambiente, o de explotar a los
trabajadores, o de no becar a estos o aquellos, a no comprometerse demasiado
con la comunidad, etc.? Siempre habrá un “error” que destacar, un olvido, una
insuficiencia. Es absurdo: quieren transformar las empresas en entidades de
bien público, sin objetivos de lucro. Quieren desterrar la odiada “codicia”.
“Seamos todos buenos, no tengamos ganancias, invirtamos y contratemos a mucha
gente para que no haya desocupados” Quieren transformar la empresa privada en una
sucursal del Estado.
Vuelvo a Alberdi : El Estado está para garantizarla justicia,
la propiedad y la igualdad de oportunidades, no para producir. Pero ese viejo
pensamiento revolucionario, el que parió el mundo moderno, EEUU, la Argentina
de nuestros abuelos, que rejuveneció a la vieja Europa, la liberó de
servidumbres, discriminaciones y atavismos está en problemas. La historia
muestra que a pesar de los Planes divinos o ateos, la llama de la libertad, la
justicia y la razón, a veces tiembla y parece apagarse, pero por sobre la
mirada de los inquisidores, de los dictadores, de los nazis, estalinistas,
leninistas, castristas, maoístas, fascistas, nacionalistas, aristocratizantes o
populistas , de los violentos, los fundamentalistas, los integristas, los
tradicionalistas, los conservadores, los revolucionarios, los iluminados, los
predestinados, los caudillos, los jefes, líderes, conductores, führers, los
religiosos fanatizados, rígidos, por sobre los amables redistribucionistas de
dinero ajeno, por sobre los científicos que se creen destinados también a
conducir a la Humanidad, a pesar de todos los filósofos que creyeron encontrar
La Explicación del mundo, a pesar de iluministas de la “voluntad general”, de
utopistas, de planificadores, de ingenieros sociales, a pesar de tantas
amenazas, restricciones, condicionamientos, persecuciones, descalificaciones, a
pesar de todo eso la llama de la libertad, del libre mercado, de los
intercambios libres y múltiples, la llama de la democracia política, de la
justicia, del estado de derecho, del control del gobierno por los ciudadanos,
de los monopolios por los consumidores, a pesar de todo eso, esa llama sigue
ardiendo y quizás nunca se apague. Esa es la única esperanza.
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