El país
acelerado
Si
uno solo leyera los diarios de Argentina y mirara los programas de debate, con
el inefable Intratables a la cabeza, estaría seguro de una cosa: buena parte de
los votantes a Macri están arrepentidos, hay una Dictadura macrista en el poder
y el pueblo tiene derecho a la resistencia activa para destituirla. La economía
ha empeorado, los derechos humanos han empeorado, todo está mal.
Es
innegable que Macri cumplió con el consejo que el ex Rey de España, Juan
Carlos, le dio cuando vino a su investidura: “Lo que tengas que hacer, hazlo
rápido”.
A
pesar de que la intelectual número uno de la Argentina, Beatriz Sarlo dice que
“Macri me aburre”, difícilmente eso sea cierto para un gobierno que en dos
meses levantó el cepo cambiario, nombró dos jueces de la Corte Suprema por
decreto, echó o no le renovó contrato a unos diez mil empleados públicos, no
renovó el contrato de decenas de periodistas militantes de Canal 7 o Radio
Nacional, que está arreglando con los Holdouts el problema de la deuda, que se
peleó con Maduro, sufrió la fuga de los tres detenidos más importantes del país
y, a los tumbos, pudo recapturarlos, que retiró los cuadros de Kirchner y
Chávez de Casa Rosada, Macri viajó a
Davos con Massa y se trasformó en una figura internacional, donde cada día se
destapa alguna olla podrida en los restos del naufragio kirchnerista (desde
empleados públicos que vivían en el exterior hasta el “pago” de jubilaciones a
10,000 fallecidos o la desaparición de armas incautadas por el Estado).Y donde
la justicia jujeña encarcela a Milagro Sala, la dueña del Estado paralelo de la
Tupac Amaru. A este fárrago, Sarlo lo califica de “aburrido”. Prefiere la
“diversión” de Cristina, seguramente embargada por el Síndrome de Estocolmo por
el cual la víctima termina enamorada del victimario.
Por
si esto fuera poco, en el peronismo las cosas están que arden. Se rompió el
bloque de diputados del Frente para la Victoria y entre 15 y 18 de sus
integrantes se alejaron, conformando un nuevo bloque, que en el colmo de la
originalidad se denomina Bloque Justicialista. Los seis diputados santiagueños
darán quorum aunque aún no se han separado formalmente del bloque kirchnerista.
En el Senado, Pichetto, el incombustible Jefe de Bloque Kirchnerista se está
transformando en el Jefe del Bloque Antikirchnerista.
Así
las cosas, a partir del 1° de marzo el
Gobierno contará con aliados o neutrales que, es de prever, facilitarán el
trámite legislativo. Ahí vendrá otra catarata de leyes que ocuparán la Agenda
pública varios meses, para espanto de La Cámpora y su Jefa Espiritual en retiro
efectivo.
Ante
este panorama los Resistentes de la Cámpora necesitan sobreactuar, cosa de
tener cobertura mediática. Preparan una enorme Marcha de la resistencia para el
24 de febrero. “Ahí verán quienes somos”, amenazan.
Otro
hueso, mucho más duro de roer que el peronismo es el sindicalismo, en especial
los docentes bonaerenses y, ahora, los muchachos transportistas de Moyano
(hijo), que amenazan con paros sorpresivos si se implementa la orden del Banco
Central de entregar los resúmenes bancarios por email, no en papel. Para esto último
se necesitan 4.000 choferes que trasladen los resúmenes a los millones de domicilios de los
bancarizados. La tecnología siempre afecta el trabajo. Si no hubieran existido
los camiones que maneja Moyano, hoy día miles de ferroviarios, tranviarios o
carreros tendrían trabajo, cosa que desgraciadamente no sucede. Nadie le hizo
una huelga a Moyano por eso.
Pero
Moyano (padre) líder de la CGT opositora a Cristina, junto a Caló (líder de la
CGT más afín al kirchnerismo) y otros peces gordos del sindicalismo se
reunieron con Macri en Casa Rosada y arreglaron muchas cosas. Sobre todo salir
en la foto que necesita Macri.
Donde el
gobierno hace agua es en la lucha contra la inflación. Parece que en ese rubro
el macrismo es la continuación del kirchnerismo por otros medios: más
tecnología pero la misma errónea filosofía de culpar por los aumentos a los
comerciantes. Dice Juan Carlos de Pablo, viejo y astuto
economista: "Usar la Comisión de Defensa de la Competencia o publicar los
precios online no sirve para nada" , y aconsejó al gobierno “no decir
nada” si no saben cómo combatir la inflación.
"Para decir eso, mejor no digan nada. Si no pueden hacer algo porque hay otros objetivos
más importantes que luchar con la inflación, no me vengan a vender un buzón diciendo
que saben qué va a hacer con la tasa de inflación".
Agregó: “la historia dice que el día que decidan atacar la inflación, la
política va a ser el shock, no gradual”
Ese
desafío no se resuelve con más controles, como el que ahora se planea: que cada
supermercado suba a internet sus precios, para exponerse al repudio público. No
es ese el método que usan en Chile, en Perú o en Uruguay para mantener los
precios en un nivel razonable. Es evidente que en el Ministerio de Hacienda no
leyeron el instructivo libro “4.000 años de controles de precios” de Robert
Schuettinger y Eamonn Butler, que demuestra la inutilidad - desde Hammurabi en
adelante- de esa política elemental, que castiga al comerciante y se olvida que
la causa primera de la inflación es la impresión de dinero en exceso o la
acuñación de monedas cada vez con menos oro y con más bronce, ensayada por los reyes.
Emitir menos, significa bajar el gasto. Bajar el gasto significa el odio de los
beneficiarios y el aplauso de los que la ponen. Como los que la ponen son minoría, siempre los gobiernos querrán que
la mayoría de los votantes estén contentos con subsidios o planes sociales, aunque
esto genere esa molesta inflación que es difícil de derrotar, esquiva a los
controles.
El otro país
Mientras
todo eso sucede, la gente, los votantes, el pueblo, los ciudadanos parecen
estar viendo otra película. En vez de estar arrepentidos del voto, la evaluación
positiva de Macri pasó del 63% en diciembre a 62% en enero. En vez de alarmarse
por los despidos, por la expulsión de los periodistas militantes, por la cárcel
para Milagro Sala, la gente, entre el 55
y el 65% aprueba esas medidas. Un 15% de la población, que votó a Scioli,
aprueba buena parte de la gestión de
Macri. Solo el 1,2% de los que lo votaron a Macri rechaza la gestión del gobierno.
El
gabinete es evaluado positivamente por el 58%. Un 70% aprueba la subida de las
tarifas eléctricas acompañada por una mejora del servicio.
Pero
la gente es muy sensible a la inflación. Como preocupación, el riesgo
inflacionario que era del 35% en octubre pasó al 55% en enero. La inflación es
el gran problema del gobierno. Y es, justamente, donde el gobierno más flaquea
en tomar drásticas decisiones de bajar la enorme tasa de emisión monetaria, que
fue del 40% anual en 2015.
Aunque
parezca mentira, a dos meses de asumir, hay un 5% que pide la “renuncia de
Macri”. Son pocos, pero expresan a un pequeño sector, un 20% quizás, que es
inflexiblemente cristinista y no está dispuesto a concederle nada a Macri. Con
un 20% nadie gana una elección, pero tampoco se puede gobernar con un quinto de
la población dispuesto a inmolarse por Cristina. Es parte de la locura que
instaló el kirchnerismo: “Después de mí, el diluvio”. Esa gente descubre ahora
que hay inflación, que hay pobres, que hay problemas educativos y sanitarios,
que hay inseguridad. Se despertaron abruptamente del sueño cristinista el 22 de
noviembre, día del balotaje, y aun no lo
pueden creer. Vivían de la ilusión del Relato, lo creían, lo esperaban, lo
agrandaban y ahora descubren que nada bueno hay detrás de esa fantasía, solo la
ardua realidad. La culpa es de Macri.
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