viernes, 20 de mayo de 2016

Un país en dos velocidades



El país acelerado
Si uno solo leyera los diarios de Argentina y mirara los programas de debate, con el inefable Intratables a la cabeza, estaría seguro de una cosa: buena parte de los votantes a Macri están arrepentidos, hay una Dictadura macrista en el poder y el pueblo tiene derecho a la resistencia activa para destituirla. La economía ha empeorado, los derechos humanos han empeorado, todo está mal.
Es innegable que Macri cumplió con el consejo que el ex Rey de España, Juan Carlos, le dio cuando vino a su investidura: “Lo que tengas que hacer, hazlo rápido”.
A pesar de que la intelectual número uno de la Argentina, Beatriz Sarlo dice que “Macri me aburre”, difícilmente eso sea cierto para un gobierno que en dos meses levantó el cepo cambiario, nombró dos jueces de la Corte Suprema por decreto, echó o no le renovó contrato a unos diez mil empleados públicos, no renovó el contrato de decenas de periodistas militantes de Canal 7 o Radio Nacional, que está arreglando con los Holdouts el problema de la deuda, que se peleó con Maduro, sufrió la fuga de los tres detenidos más importantes del país y, a los tumbos, pudo recapturarlos, que retiró los cuadros de Kirchner y Chávez de Casa Rosada, Macri  viajó a Davos con Massa y se trasformó en una figura internacional, donde cada día se destapa alguna olla podrida en los restos del naufragio kirchnerista (desde empleados públicos que vivían en el exterior hasta el “pago” de jubilaciones a 10,000 fallecidos o la desaparición de armas incautadas por el Estado).Y donde la justicia jujeña encarcela a Milagro Sala, la dueña del Estado paralelo de la Tupac Amaru. A este fárrago, Sarlo lo califica de “aburrido”. Prefiere la “diversión” de Cristina, seguramente embargada por el Síndrome de Estocolmo por el cual la víctima termina enamorada del victimario.
Por si esto fuera poco, en el peronismo las cosas están que arden. Se rompió el bloque de diputados del Frente para la Victoria y entre 15 y 18 de sus integrantes se alejaron, conformando un nuevo bloque, que en el colmo de la originalidad se denomina Bloque Justicialista. Los seis diputados santiagueños darán quorum aunque aún no se han separado formalmente del bloque kirchnerista. En el Senado, Pichetto, el incombustible Jefe de Bloque Kirchnerista se está transformando en el Jefe del Bloque Antikirchnerista.
Así las cosas, a partir del  1° de marzo el Gobierno contará con aliados o neutrales que, es de prever, facilitarán el trámite legislativo. Ahí vendrá otra catarata de leyes que ocuparán la Agenda pública varios meses, para espanto de La Cámpora y su Jefa Espiritual en retiro efectivo.
Ante este panorama los Resistentes de la Cámpora necesitan sobreactuar, cosa de tener cobertura mediática. Preparan una enorme Marcha de la resistencia para el 24 de febrero. “Ahí verán quienes somos”, amenazan.
Otro hueso, mucho más duro de roer que el peronismo es el sindicalismo, en especial los docentes bonaerenses y, ahora, los muchachos transportistas de Moyano (hijo), que amenazan con paros sorpresivos si se implementa la orden del Banco Central de entregar los resúmenes bancarios por email, no en papel. Para esto último se necesitan 4.000 choferes que trasladen los resúmenes  a los millones de domicilios de los bancarizados. La tecnología siempre afecta el trabajo. Si no hubieran existido los camiones que maneja Moyano, hoy día miles de ferroviarios, tranviarios o carreros tendrían trabajo, cosa que desgraciadamente no sucede. Nadie le hizo una huelga a Moyano por eso.
Pero Moyano (padre) líder de la CGT opositora a Cristina, junto a Caló (líder de la CGT más afín al kirchnerismo) y otros peces gordos del sindicalismo se reunieron con Macri en Casa Rosada y arreglaron muchas cosas. Sobre todo salir en la foto que necesita Macri.
Donde el gobierno hace agua es en la lucha contra la inflación. Parece que en ese rubro el macrismo es la continuación del kirchnerismo por otros medios: más tecnología pero la misma errónea filosofía de culpar por los aumentos a los comerciantes. Dice Juan Carlos de Pablo, viejo y astuto economista: "Usar la Comisión de Defensa de la Competencia o publicar los precios online no sirve para nada" , y aconsejó al gobierno “no decir nada” si no saben cómo combatir la inflación.  "Para decir eso, mejor no digan nada. Si no pueden hacer algo porque hay otros objetivos más importantes que luchar con la inflación, no me vengan a vender un buzón diciendo que saben qué va a hacer con la tasa de inflación". Agregó: “la historia dice que el día que decidan atacar la inflación, la política va a ser el shock, no gradual”
Ese desafío no se resuelve con más controles, como el que ahora se planea: que cada supermercado suba a internet sus precios, para exponerse al repudio público. No es ese el método que usan en Chile, en Perú o en Uruguay para mantener los precios en un nivel razonable. Es evidente que en el Ministerio de Hacienda no leyeron el instructivo libro “4.000 años de controles de precios” de Robert Schuettinger y Eamonn Butler, que demuestra la inutilidad - desde Hammurabi en adelante- de esa política elemental, que castiga al comerciante y se olvida que la causa primera de la inflación es la impresión de dinero en exceso o la acuñación de monedas cada vez con menos oro y con más bronce, ensayada por los reyes. Emitir menos, significa bajar el gasto. Bajar el gasto significa el odio de los beneficiarios y el aplauso de los que la ponen. Como los que la ponen  son minoría, siempre los gobiernos querrán que la mayoría de los votantes estén contentos con subsidios o planes sociales, aunque esto genere esa molesta inflación que es difícil de derrotar, esquiva a los controles.

El otro país
Mientras todo eso sucede, la gente, los votantes, el pueblo, los ciudadanos parecen estar viendo otra película. En vez de estar arrepentidos del voto, la evaluación positiva de Macri pasó del 63% en diciembre a 62% en enero. En vez de alarmarse por los despidos, por la expulsión de los periodistas militantes, por la cárcel para Milagro Sala,  la gente, entre el 55 y el 65% aprueba esas medidas. Un 15% de la población, que votó a Scioli, aprueba  buena parte de la gestión de Macri. Solo el 1,2% de los que lo votaron a Macri  rechaza la gestión del gobierno.
El gabinete es evaluado positivamente por el 58%. Un 70% aprueba la subida de las tarifas eléctricas acompañada por una mejora del servicio.
Pero la gente es muy sensible a la inflación. Como preocupación, el riesgo inflacionario que era del 35% en octubre pasó al 55% en enero. La inflación es el gran problema del gobierno. Y es, justamente, donde el gobierno más flaquea en tomar drásticas decisiones de bajar la enorme tasa de emisión monetaria, que fue del 40% anual en 2015.

Aunque parezca mentira, a dos meses de asumir, hay un 5% que pide la “renuncia de Macri”. Son pocos, pero expresan a un pequeño sector, un 20% quizás, que es inflexiblemente cristinista y no está dispuesto a concederle nada a Macri. Con un 20% nadie gana una elección, pero tampoco se puede gobernar con un quinto de la población dispuesto a inmolarse por Cristina. Es parte de la locura que instaló el kirchnerismo: “Después de mí, el diluvio”. Esa gente descubre ahora que hay inflación, que hay pobres, que hay problemas educativos y sanitarios, que hay inseguridad. Se despertaron abruptamente del sueño cristinista el 22 de noviembre, día del balotaje,  y aun no lo pueden creer. Vivían de la ilusión del Relato, lo creían, lo esperaban, lo agrandaban y ahora descubren que nada bueno hay detrás de esa fantasía, solo la ardua realidad. La culpa es de Macri.

No hay comentarios:

Publicar un comentario