viernes, 20 de mayo de 2016

El jardín de senderos ideológicos que se bifurcan



Como demuestran Sowell y Hayek, el camino de la razón está adornado de horrores. La Razón, esa maravillosa propiedad de la mente que permita categorizar la realidad externa, objetiva y encontrar relaciones entre esas categorías, es una herramienta que puede extraviar sus fines. Como toda buena herramienta, tiende a creerse infalible y omnisapiente.
Para la historia convencional, un buen día del siglo XVII, algunos descubrieron la Razón y se propusieron cambiar el mundo. Ese juguete nuevo, que lucía perfecto al lado de las viejas tradiciones y supersticiones, estaba destinado a redimir a la Humanidad.
Para ello, se desempolvaron algunos viejos textos milenaristas y nació el proyecto de reescribir la historia para inventar el futuro perfecto.
La historia reescrita nos dice que en un pasado más o menos remoto las personas vivían en paz, compartían los frutos de la tierra, carecían de codicia, no se conocía la avaricia ni la propiedad privada.
Pero esa era idílica fue barrida de la faz de la Tierra. Se impuso la propiedad privada , el uso del dinero, la separación entre los pueblos, nació la guerra, el poder con sus reyes y súbditos.
Ese día del siglo XVII descubrieron que la Razón pude explicarlo todo, que el pueblo es el verdadero soberano, no el Rey, y que el pueblo debía ser conducido por los sabios. Se constituyeron así como la “vanguardia del pueblo”, concepto que Lenin recupero dos siglos después.
La nueva vanguardia decretó el fin de las tradiciones, el fin de los poderes locales, de las características regionales, de los dialectos, las particularidades. Asesinaron a 100 mil campesinos de La Vendee a quienes no les convencía la modernidad. Instituyeron el Estado Unitario manejado desde París, previo asesinato de media burguesía de Lyon (comerciantes, médicos, boticarios). Como para demostrar quién manda.
La ignorancia de la ley, las costumbres, la tradición se ha visto como una señal de modernidad, racionalidad, inteligencia. Pero, en realidad, supuso una monumental quiebra de la civilización, como se vió en el Terror francés, en los Campos nazis, en el Gulag y en el Gran Salto Delante de Mao.
El camino se bifurcó en algún momento del siglo XVIII. Algunos de propusieron reinventar la Humanidad, malearla hacia la “perfección”. Otros- básicamente anglosajones- solo se preocuparon por establecer los derechos individuales y protegerlos del poder del Rey o la Asamblea. 
Unos propusieron la Utopía y terminaron sometiéndose al Jefe. Los otros no propusieron nada más que los Derechos del Individuo, pero permitieron crear la sociedad más libre, productiva y eficiente que jamás conoció la Humanidad.
Como siempre, los utopistas se quejan de la gris realidad y nos proponen no usar dinero, no cometer minería, no matar animales, no producir CO2, volver al pasado rural, usar medicina alternativa, descreer de la ciencia, relativizar toda verdad- menos la de ellos-, un Gobierno Mundial de Buenos, que va a reestablecer el equilibrio y evitar el Calentamiento Global.
Si ganan, estaremos en un infierno de regulaciones, prohibiciones, castigos y privilegios, exenciones, subsidios, ayudas para los elegidos: ellos y su clientela.


La visión revolucionaria ignora que la sociedad es un sistema de contratos y reglas íntimamente correlacionados. Su deseo de impedir los “malos resultados” los obliga a desconocer las normas “abstractas” y atacar los casos “concretos”: la pobreza, la discriminación, la contaminación, mediante “soluciones  concretas” : más impuestos, obligación legal de no discriminar en empleos o cargos, la sanción a las industrias que contaminan, todo sin un solo cálculo de costo-beneficio.
Se trata de una cuestión moral, de valores, no de economía. No hay escasez para los revolucionarios.
Hay que resolver la contaminación: se deberían desterrar las industrias contaminantes. ¿Genera esto desocupación? Hay que pagarles un subsidio a los que quedan desocupados. ¿Genera esto déficit público? Hay que subir los impuestos. ¿Genera esto retracción a invertir, a crear nuevas empresas? Hay que obligar a los ricos a invertir. ¿Y si se niegan? Cárcel para ellos. ¿Quien invertirá si los ricos están en las cárceles? El Estado. ¿De dónde sacará recursos el Estado, de más impuestos? Emitiremos moneda ¿No genera esto inflación? Si la genera, pondremos precios máximos ¿No generará esto un mercado negro? Los pondremos en la cárcel. ¿si inversores y comerciantes están en la cárcel, quien se hará cargo de crear bienes y servicios? El Estado ¿Y cómo sabrá el Estado que bienes y servicios crear? Mirando las estadísticas históricas de producción ¿ y qué nuevas tecnologías podrán desarrollar? Pondremos un Instituto de Tecnología ¿Y cómo pagaran a esos científicos? Un sueldo alto ¿Y qué incentivo para crear nuevas tecnologías tendrán si  cobrarán el mismo sueldo, los que crean y  los que no crean? Dividiremos el sueldo entre unos y otros, más sueldo los que más tecnologías inventen ¿No es eso reinventar la desigualdad?¿Y como sabrá el Estado si es mejor desarrollar tecnologías, construir puertos o mejorar las Universidades?¿Cómo sabrán lo que las personas quieren consumir preferentemente?¿Cómo calcularan costos?¿Cómo tomarán decisiones empresariales si no habrá empresarios?¿Cómo incentivaran al trabajo si los obreros cobran todos igual, produzcan más o produzcan menos?¿qué incentivaran más, la agricultura, la industria textil, la metalúrgica, la biotecnología, la nanoingeniería?¿habrá sectores económicos que desaparezcan o nuevos sectores, o se mantendrá por siempre la actual estructura productiva?¿Atenderán más la producción para la exportación o para el consumo interno? Si prefieren la exportación ¿Cómo abastecerán a la población de los productos que exportan?
A esta altura, el revolucionario saca el arma y le dispara al preguntón.

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