Como demuestran Sowell y Hayek, el camino de la razón está
adornado de horrores. La Razón, esa maravillosa propiedad de la mente que
permita categorizar la realidad externa, objetiva y encontrar relaciones entre
esas categorías, es una herramienta que puede extraviar sus fines. Como toda
buena herramienta, tiende a creerse infalible y omnisapiente.
Para la historia convencional, un buen día del siglo XVII,
algunos descubrieron la Razón y se propusieron cambiar el mundo. Ese juguete
nuevo, que lucía perfecto al lado de las viejas tradiciones y supersticiones,
estaba destinado a redimir a la Humanidad.
Para ello, se desempolvaron algunos viejos textos
milenaristas y nació el proyecto de reescribir la historia para inventar el
futuro perfecto.
La historia reescrita nos dice que en un pasado más o menos
remoto las personas vivían en paz, compartían los frutos de la tierra, carecían
de codicia, no se conocía la avaricia ni la propiedad privada.
Pero esa era idílica fue barrida de la faz de la Tierra. Se
impuso la propiedad privada , el uso del dinero, la separación entre los
pueblos, nació la guerra, el poder con sus reyes y súbditos.
Ese día del siglo XVII descubrieron que la Razón pude
explicarlo todo, que el pueblo es el verdadero soberano, no el Rey, y que el
pueblo debía ser conducido por los sabios. Se constituyeron así como la
“vanguardia del pueblo”, concepto que Lenin recupero dos siglos después.
La nueva vanguardia decretó el fin de las tradiciones, el
fin de los poderes locales, de las características regionales, de los
dialectos, las particularidades. Asesinaron a 100 mil campesinos de La Vendee a
quienes no les convencía la modernidad. Instituyeron el Estado Unitario
manejado desde París, previo asesinato de media burguesía de Lyon
(comerciantes, médicos, boticarios). Como para demostrar quién manda.
La ignorancia de la ley, las costumbres, la tradición se ha
visto como una señal de modernidad, racionalidad, inteligencia. Pero, en
realidad, supuso una monumental quiebra de la civilización, como se vió en el
Terror francés, en los Campos nazis, en el Gulag y en el Gran Salto Delante de
Mao.
El camino se bifurcó en algún momento del siglo XVIII.
Algunos de propusieron reinventar la Humanidad, malearla hacia la “perfección”.
Otros- básicamente anglosajones- solo se preocuparon por establecer los
derechos individuales y protegerlos del poder del Rey o la Asamblea.
Unos propusieron la Utopía y terminaron sometiéndose al
Jefe. Los otros no propusieron nada más que los Derechos del Individuo, pero
permitieron crear la sociedad más libre, productiva y eficiente que jamás
conoció la Humanidad.
Como siempre, los utopistas se quejan de la gris realidad y
nos proponen no usar dinero, no cometer minería, no matar animales, no producir
CO2, volver al pasado rural, usar medicina alternativa, descreer de la ciencia,
relativizar toda verdad- menos la de ellos-, un Gobierno Mundial de Buenos, que
va a reestablecer el equilibrio y evitar el Calentamiento Global.
Si ganan, estaremos en un infierno de regulaciones,
prohibiciones, castigos y privilegios, exenciones, subsidios, ayudas para los
elegidos: ellos y su clientela.
La visión revolucionaria ignora que la sociedad es un
sistema de contratos y reglas íntimamente correlacionados. Su deseo de impedir
los “malos resultados” los obliga a desconocer las normas “abstractas” y atacar
los casos “concretos”: la pobreza, la discriminación, la contaminación,
mediante “soluciones concretas” : más
impuestos, obligación legal de no discriminar en empleos o cargos, la sanción a
las industrias que contaminan, todo sin un solo cálculo de costo-beneficio.
Se trata de una cuestión moral, de valores, no de economía.
No hay escasez para los revolucionarios.
Hay que resolver la contaminación: se deberían desterrar las
industrias contaminantes. ¿Genera esto desocupación? Hay que pagarles un
subsidio a los que quedan desocupados. ¿Genera esto déficit público? Hay que
subir los impuestos. ¿Genera esto retracción a invertir, a crear nuevas
empresas? Hay que obligar a los ricos a invertir. ¿Y si se niegan? Cárcel para
ellos. ¿Quien invertirá si los ricos están en las cárceles? El Estado. ¿De dónde
sacará recursos el Estado, de más impuestos? Emitiremos moneda ¿No genera esto
inflación? Si la genera, pondremos precios máximos ¿No generará esto un mercado
negro? Los pondremos en la cárcel. ¿si inversores y comerciantes están en la
cárcel, quien se hará cargo de crear bienes y servicios? El Estado ¿Y cómo
sabrá el Estado que bienes y servicios crear? Mirando las estadísticas
históricas de producción ¿ y qué nuevas tecnologías podrán desarrollar?
Pondremos un Instituto de Tecnología ¿Y cómo pagaran a esos científicos? Un
sueldo alto ¿Y qué incentivo para crear nuevas tecnologías tendrán si cobrarán el mismo sueldo, los que crean y los que no crean? Dividiremos el sueldo entre
unos y otros, más sueldo los que más tecnologías inventen ¿No es eso reinventar
la desigualdad?¿Y como sabrá el Estado si es mejor desarrollar tecnologías,
construir puertos o mejorar las Universidades?¿Cómo sabrán lo que las personas
quieren consumir preferentemente?¿Cómo calcularan costos?¿Cómo tomarán
decisiones empresariales si no habrá empresarios?¿Cómo incentivaran al trabajo
si los obreros cobran todos igual, produzcan más o produzcan menos?¿qué
incentivaran más, la agricultura, la industria textil, la metalúrgica, la
biotecnología, la nanoingeniería?¿habrá sectores económicos que desaparezcan o
nuevos sectores, o se mantendrá por siempre la actual estructura productiva?¿Atenderán
más la producción para la exportación o para el consumo interno? Si prefieren
la exportación ¿Cómo abastecerán a la población de los productos que exportan?
A esta altura, el revolucionario saca el arma y le dispara
al preguntón.
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