Cambio gradual o refundación de la gestión
política
Con excepción de algunas frases
del discurso de Macri ante la Asamblea Legislativa, el Gobierno de Cambiemos ha
preferido excluir todo relato- épico o no- de su discurso. Frente al exceso de retórica
“amigo-enemigo” del kirchnerismo, la estrategia discursiva, ahora, es hablar
con “hechos”, no con palabras.
El problema es que no hay
demasiados hechos- sobre todo en la economía- que mostrar, por una obvia razón
de tiempos. Entonces, sin palabras y sin hechos, la única dimensión que Macri
juega es la confianza, la credibilidad que puede despertar y el contraste que
hay entre su silencio discreto y las cadenas nacionales, barrocas, largas, espesas
que semanalmente disparaba Cristina.
La tarea histórica que Cambiemos
ha asumido es, ya lo dijimos, demostrar en la práctica que es posible salir de
la caverna populista- un lugar donde Argentina convivía con Venezuela, Bolivia,
Ecuador, Irán, Rusia, China- y acercarse a la red global donde Europa y
Norteamérica, países americanos del Pacífico, más Japón, Corea del Sur, Taiwan y Australia
discuten su intercambio comercial. Si consigue de algún modo salir del círculo
vicioso de Gasto y Déficit (peronismo), Ajuste (militares o radicales), Nuevo
gasto(nuevo peronismo) y así década tras década, Cambiemos habrá cumplido su
misión, pese a sus debilidades y
errores.
Si entiende que su rol es generar
las condiciones para terminar con el círculo vicioso y no, simplemente, pedirle
a los empresarios que no suban los precios, tiene buenas chances de aprobar el examen. El Presidente, en su
reunión con los empresarios reconoció que el principal causante de la inflación
es el Gobierno, mediante una emisión desproporcionada. Afirmó que se está
emitiendo mucho menos y que en el segundo semestre se verá una notable baja de
la inflación. En la transición, pidió, es que los empresarios deberían enfriar
los precios y cuidar el empleo. Esta es su apuesta: menos inflación por menor
emisión y mecanismos de autocontrol de precios. Por ahora el saldo es levemente
positivo: más de la mitad de la población apoya al gobierno, pero en un
contexto de fuerte demanda de estabilidad de precios.
La implementación de un plan
antiinflacionario depende del finalmente logrado acuerdo con los Holdouts. Con
crédito fresco a tasas razonables habrá fondos para afrontar gastos sin emitir
tanto. Pero la jugada no es cubrir emisión con préstamos sino, decididamente, gastar menos. Para gastar menos hay que
eliminar renglones de gasto, algunos de los cuales tocan intereses sectoriales
o regionales y algunos de los cuales afectan la calidad de vida de sectores
populares. Y ese es el escenario que ama la oposición: un Macri ajustador,
antipopular, que le permita al peronismo-socialismo brillar en concursos de oratoria
distribucionista.
Como para compensar u ocultar su plan de
máxima, macrismo muestra su cara
“estatista”, con desconfianza por la propiedad privada y los contratos entre
privados. Es como si creara una sobreactuación para lograr apoyo sindical. Así, crea un Consejo con poderes de
policía en los consorcios de propietarios y le da al sindicato de porteros la
mayoría de los votos de ese organismo burocrático.
Y en el caso de Uber, lo declara
ilegal cediendo a la presión corporativa del sindicato de peones de taxis. Ya
había cedido a la presión de los camioneros, dejando sin efecto la medida del
Banco Central de entregar los resúmenes de cuenta via email, eliminando el
soporte en papel (llevado a domicilio por los camiones de Moyano…). Si cedemos
a los sindicatos de porteros, de taxis y de camioneros ¿en que nos
diferenciamos del kirchnerismo?¿En el estilo discursivo? Eso no alcanza. Es
evidente que Macri diseña una política
aun donde es débil, o justamente por eso: sobreactúa su apoyo al interés sindical,
a cambio de que las paritarias y el conflicto social se mantenga en un terreno
manejable, cosa que por ahora está sucediendo.
Como dice el economista liberal
Roberto Cachanosky: “La apuesta
del Gobierno está en transitar un camino que más que gradualista es un camino
socialdemócrata, en el que los funcionarios públicos mantienen el control de la
economía vía el intervencionismo, el estatismo y las políticas distributivas.”
Este objetivo- un estatismo pulcro, sin los excesos del populismo-, es difícil
de sostener. Está siempre al borde de la amenaza inflacionaria o la amenaza
recesiva.
Pero, por otra parte, el
Presidente Macri expresa con toda claridad que la realidad no se arregla con
prohibiciones: amenazó con vetar, si es aprobada, la ley que prohíbe por dos
años los despidos. Esa demagógica ley que toda la oposición pretende votar
parte del supuesto de que los empresarios son autómatas: ¿contratarán gente a
pesar de que la ley les prohíbe despedirlos?¿en qué cabeza cabe? Así no sucede
la realidad económica: así solo sucede la fantasía de los políticos
demagógicos. En eso Macri fue claro y eso devuelve la confianza en que a pesar
de sus errores y ambigüedades Macri puede ser el líder que Argentina necesita
en este momento, después de la catástrofe populista.
El acuerdo con los Holdouts ha
venido acompañado de un descenso del riesgo país a 380 puntos, el mismo valor
que en 2007, antes de la crisis (inflación-recesión-cepo) que el Cristinismo le
regaló a la economía. El gobierno rechazó el camino fácil del endeudamiento
cuando el mercado internacional le ofreció
hace unos días más de 60 mil millones de dólares a un 7%. Esa era la
fiesta que el menemismo convocó y que terminó en la ruina del 2001. Mantenerse
firmes, rechazar la fácil seducción del préstamo barato y abundante y jugar a
la inversión productiva y a la baja del gasto, sin que explote todo es la
apuesta- jugadísima- del gobierno.
El otro gran tema es el judicial,
en el cual algunos jueces dejaron de responder a sus mandos naturales y juegan
un juego propio. Y , al parecer, al propio gobierno le resulta complejo que la
ex presidenta tenga que presentarse a declarar. Muchos preferirían menos
justicia y más gobernabilidad. Menos ruido, pocas nueces y que todo se vaya
diluyendo. Pero el vomitivo acto filmado en el que se ven a varios íntimos de Lázaro
Báez contando montañas de dólares, pesadas montañas arrastradas en bolsos, fue
un límite. Nadie puede hacerse el distraído, y esto dispara un proceso que
nadie controla.
El acto político encabezado por
Cristina y propalado por una “Cadena K Nacional de hecho” ha sido otra nueva vergüenza: de como una
imputada se transforma en mártir de un gobierno corrupto que manipula jueces.
La incapacidad del gobierno de contrarrestar esta imagen que vuelve a la vida
política a Cristina es otro signo de los tiempos. La Cámpora se reservó el
derecho de admisión y golpeó a una periodista del Grupo Clarín, a piacere.
Demuestran ser dueños de la calle. Otra debilidad del gobierno. Es en el vacío
de gestión política donde la astucia ancestral del peronismo le permite a una
sospechada del mayor robo de la historia argentina recuperar espesura política
y terminar , como quizás lo haga, disciplinando
a los peronistas díscolos que no le votaron lo que Ella quería. La debilidad
de uno se transforma en mayor poder para
el otro.
El gobierno es como un boxeador
que sabe que si llega al séptimo round su rival se cae, queda sin aire. Ahora
está en el cuarto y ambos muestran idéntica fuerza. Pero confía en que va a
llegar y no se preocupa demasiado por lucir débil: ya habrá tiempo de
recuperarse y triunfar. Esto no es apto para cardíacos, cada jugada, cada
vuelta parece definitiva, pero da la impresión de que el que conduce ve más
lejos que cualquier otro.
Dicen los que saben – los
políticos y comentaristas de la política que casi son lo mismo- que esto
termina en un Gobierno de Coalición ( o sea Macri dándole lugar a Massa en el
gabinete), que Macri es un empresario que no sabe nada de política y que acá
hace falta “política”, o sea peronismo.
Pero es posible que “los que saben”, no entiendan que la realidad puede
reinventarse, que un nuevo paradigma puede nacer y que no necesariamente
estamos condenados a pisar el mismo pozo diez veces. Con Macri la Historia
grande hace una apuesta: o repetimos el vicio peronista eternamente (financiar
y recrear a los pobres aunque eso genere déficit y destruya a la clase media) o
creamos una virtud republicana basada en el ahorro, la inversión, las cuentas
claras, la ausencia de déficit y de endeudamiento fácil, la gestión a largo
plazo.
Macri tiene por delante un reto
histórico para Latinoamérica: ejercer un gobierno republicano, un gobierno que
busque el mínimo de Estado y el máximo de Sociedad en el marco de un manejo
inteligente del poder. Por ahora solo ha logrado un empate. Quizás es lo máximo
que se pueda pretender en este continente, en el cual el populismo es la regla
y la democracia liberal, la excepción. O, quizás, presenciemos un milagro: la
refundación de la Nación Argentina con un nuevo paradigma que reduzca al olvido
al clásico populismo argentino, generoso en excesos retóricos y abundante en
inflaciones y defaults.
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