viernes, 20 de mayo de 2016

Cambio gradual o refundación de la gestión política

Con excepción de algunas frases del discurso de Macri ante la Asamblea Legislativa, el Gobierno de Cambiemos ha preferido excluir todo relato- épico o no- de su discurso. Frente al exceso de retórica “amigo-enemigo” del kirchnerismo, la estrategia discursiva, ahora, es hablar con “hechos”,  no con palabras.
El problema es que no hay demasiados hechos- sobre todo en la economía- que mostrar, por una obvia razón de tiempos. Entonces, sin palabras y sin hechos, la única dimensión que Macri juega es la confianza, la credibilidad que puede despertar y el contraste que hay entre su silencio discreto y las cadenas nacionales, barrocas, largas, espesas que semanalmente disparaba Cristina.
La tarea histórica que Cambiemos ha asumido es, ya lo dijimos, demostrar en la práctica que es posible salir de la caverna populista- un lugar donde Argentina convivía con Venezuela, Bolivia, Ecuador, Irán, Rusia, China- y acercarse a la red global donde Europa y Norteamérica, países americanos del Pacífico,  más Japón, Corea del Sur, Taiwan y Australia discuten su intercambio comercial. Si consigue de algún modo salir del círculo vicioso de Gasto y Déficit (peronismo), Ajuste (militares o radicales), Nuevo gasto(nuevo peronismo) y así década tras década, Cambiemos habrá cumplido su misión, pese  a sus debilidades y errores.
Si entiende que su rol es generar las condiciones para terminar con el círculo vicioso y no, simplemente, pedirle a los empresarios que no suban los precios, tiene buenas chances de  aprobar el examen. El Presidente, en su reunión con los empresarios reconoció que el principal causante de la inflación es el Gobierno, mediante una emisión desproporcionada. Afirmó que se está emitiendo mucho menos y que en el segundo semestre se verá una notable baja de la inflación. En la transición, pidió, es que los empresarios deberían enfriar los precios y cuidar el empleo. Esta es su apuesta: menos inflación por menor emisión y mecanismos de autocontrol de precios. Por ahora el saldo es levemente positivo: más de la mitad de la población apoya al gobierno, pero en un contexto de fuerte demanda de estabilidad de precios.
La implementación de un plan antiinflacionario depende del finalmente logrado acuerdo con los Holdouts. Con crédito fresco a tasas razonables habrá fondos para afrontar gastos sin emitir tanto. Pero la jugada no es cubrir emisión con préstamos sino, decididamente,  gastar menos. Para gastar menos hay que eliminar renglones de gasto, algunos de los cuales tocan intereses sectoriales o regionales y algunos de los cuales afectan la calidad de vida de sectores populares. Y ese es el escenario que ama la oposición: un Macri ajustador, antipopular, que le permita al peronismo-socialismo brillar en concursos de oratoria distribucionista.
 Como para compensar u ocultar su plan de máxima,  macrismo muestra su cara “estatista”, con desconfianza por la propiedad privada y los contratos entre privados. Es como si creara una sobreactuación para lograr apoyo  sindical. Así, crea un Consejo con poderes de policía en los consorcios de propietarios y le da al sindicato de porteros la mayoría de los votos de ese organismo burocrático.
Y en el caso de Uber, lo declara ilegal cediendo a la presión corporativa del sindicato de peones de taxis. Ya había cedido a la presión de los camioneros, dejando sin efecto la medida del Banco Central de entregar los resúmenes de cuenta via email, eliminando el soporte en papel (llevado a domicilio por los camiones de Moyano…). Si cedemos a los sindicatos de porteros, de taxis y de camioneros ¿en que nos diferenciamos del kirchnerismo?¿En el estilo discursivo? Eso no alcanza. Es evidente que Macri  diseña una política aun donde es débil, o justamente por eso: sobreactúa su apoyo al interés sindical, a cambio de que las paritarias y el conflicto social se mantenga en un terreno manejable, cosa que por ahora está sucediendo.
Como dice el economista liberal Roberto Cachanosky: “La apuesta del Gobierno está en transitar un camino que más que gradualista es un camino socialdemócrata, en el que los funcionarios públicos mantienen el control de la economía vía el intervencionismo, el estatismo y las políticas distributivas.” Este objetivo- un estatismo pulcro, sin los excesos del populismo-, es difícil de sostener. Está siempre al borde de la amenaza inflacionaria o la amenaza recesiva.
Pero, por otra parte, el Presidente Macri expresa con toda claridad que la realidad no se arregla con prohibiciones: amenazó con vetar, si es aprobada, la ley que prohíbe por dos años los despidos. Esa demagógica ley que toda la oposición pretende votar parte del supuesto de que los empresarios son autómatas: ¿contratarán gente a pesar de que la ley les prohíbe despedirlos?¿en qué cabeza cabe? Así no sucede la realidad económica: así solo sucede la fantasía de los políticos demagógicos. En eso Macri fue claro y eso devuelve la confianza en que a pesar de sus errores y ambigüedades Macri puede ser el líder que Argentina necesita en este momento, después de la catástrofe populista.
El acuerdo con los Holdouts ha venido acompañado de un descenso del riesgo país a 380 puntos, el mismo valor que en 2007, antes de la crisis (inflación-recesión-cepo) que el Cristinismo le regaló a la economía. El gobierno rechazó el camino fácil del endeudamiento cuando el mercado internacional le ofreció  hace unos días más de 60 mil millones de dólares a un 7%. Esa era la fiesta que el menemismo convocó y que terminó en la ruina del 2001. Mantenerse firmes, rechazar la fácil seducción del préstamo barato y abundante y jugar a la inversión productiva y a la baja del gasto, sin que explote todo es la apuesta- jugadísima- del gobierno.
El otro gran tema es el judicial, en el cual algunos jueces dejaron de responder a sus mandos naturales y juegan un juego propio. Y , al parecer, al propio gobierno le resulta complejo que la ex presidenta tenga que presentarse a declarar. Muchos preferirían menos justicia y más gobernabilidad. Menos ruido, pocas nueces y que todo se vaya diluyendo. Pero el vomitivo acto filmado en el que se ven a varios íntimos de Lázaro Báez contando montañas de dólares, pesadas montañas arrastradas en bolsos, fue un límite. Nadie puede hacerse el distraído, y esto dispara un proceso que nadie controla.
El acto político encabezado por Cristina y propalado por una “Cadena K Nacional de hecho”  ha sido otra nueva vergüenza: de como una imputada se transforma en mártir de un gobierno corrupto que manipula jueces. La incapacidad del gobierno de contrarrestar esta imagen que vuelve a la vida política a Cristina es otro signo de los tiempos. La Cámpora se reservó el derecho de admisión y golpeó a una periodista del Grupo Clarín, a piacere. Demuestran ser dueños de la calle. Otra debilidad del gobierno. Es en el vacío de gestión política donde la astucia ancestral del peronismo le permite a una sospechada del mayor robo de la historia argentina recuperar espesura política y terminar , como quizás lo haga, disciplinando  a los peronistas díscolos que no le votaron lo que Ella quería. La debilidad de uno  se transforma en mayor poder para el otro.
El gobierno es como un boxeador que sabe que si llega al séptimo round su rival se cae, queda sin aire. Ahora está en el cuarto y ambos muestran idéntica fuerza. Pero confía en que va a llegar y no se preocupa demasiado por lucir débil: ya habrá tiempo de recuperarse y triunfar. Esto no es apto para cardíacos, cada jugada, cada vuelta parece definitiva, pero da la impresión de que el que conduce ve más lejos que cualquier otro.
Dicen los que saben – los políticos y comentaristas de la política que casi son lo mismo- que esto termina en un Gobierno de Coalición ( o sea Macri dándole lugar a Massa en el gabinete), que Macri es un empresario que no sabe nada de política y que acá hace falta “política”, o sea  peronismo. Pero es posible que “los que saben”, no entiendan que la realidad puede reinventarse, que un nuevo paradigma puede nacer y que no necesariamente estamos condenados a pisar el mismo pozo diez veces. Con Macri la Historia grande hace una apuesta: o repetimos el vicio peronista eternamente (financiar y recrear a los pobres aunque eso genere déficit y destruya a la clase media) o creamos una virtud republicana basada en el ahorro, la inversión, las cuentas claras, la ausencia de déficit y de endeudamiento fácil, la gestión a largo plazo.
Macri tiene por delante un reto histórico para Latinoamérica: ejercer un gobierno republicano, un gobierno que busque el mínimo de Estado y el máximo de Sociedad en el marco de un manejo inteligente del poder. Por ahora solo ha logrado un empate. Quizás es lo máximo que se pueda pretender en este continente, en el cual el populismo es la regla y la democracia liberal, la excepción. O, quizás, presenciemos un milagro: la refundación de la Nación Argentina con un nuevo paradigma que reduzca al olvido al clásico populismo argentino, generoso en excesos retóricos y abundante en inflaciones y defaults.



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