El
mundo de lo social es el de la escasez, no el de la abundancia.
O
sea, no tenemos recursos para “ensayar prototipos sociales” y ver cual funciona
mejor. No hay recursos ni tiempo para probar, simultáneamente distintas formas
de organización de la producción, tipos de familia, normas de herencia, formas
de representación política, etc. Entonces, hay
que optar, elegir las “especies” que deberán adaptarse al medio y no
perecer en el intento. (La insoportable levedad del Ser)
De
ahí el Plan: la insistencia de los humanos, desde siempre de conocer (mágica o
científicamente) las fórmulas precisas para el éxito.
La escasez obliga a “demostrar”
(mediante argumentos convincentes) anticipadamente el éxito de una opción a fin
de obtener de los recursos necesarios para desarrollarla.
Con
lo cual el arte de la gestión-decisión es en buena medida el arte de convencer al proveedor de recursos: un arte retórico.
(De
ahí la descalificación de Edward de Bono a la tradición
exclusivamente retórica-crítica del pensamiento occidental y su carencia de
capacidad constructiva”; destinado más a
convencer –vencer- que a diseñar la resolución de problemas)
Así
entramos de lleno en los mitos, en la religión y en la ideología, en el lenguaje como instrumento de
retorización, de mecanismo para obtener recursos que el azar no brinda.
La
utopía: sigan al Rey, el sabe donde
habrá una tierra mejor, sabe como organizar una cosecha, una ciudad, un templo.
La
Fé: Sigan a Dios Isis-Ra-Sol-Jehová,
es el único que nos garantiza la cosecha, si le sacrificamos nuestros
primogénitos, o las cabezas de nuestros enemigos.
La
campaña: vótenme, no los voy a
defraudar, voten el programa del partido revolucionario, el único que garantiza
pan, paz y trabajo, voten el partido liberal...
El
Plan: Si se asignan n unidades a A,
se obtendran n*x unidades de B en el tiempo Z
La Historia, o las historias
La redundancia, sin embargo existe
en una forma: en la enorme variedad de sistemas sociales ensayados por el
hombre
en los últimos miles años. Ahí esta la prueba de éxitos y fracasos, ahí esta la
posibilidad de poner a prueba alternativas: de ahí el rol privilegiado de la
Historia, (o mejor, los relatos
conocidos como Historia)
Pero,
en vez de ser el banco de pruebas “aséptico” donde de las opciones de
organización social habidas, se analizarían objetivamente, la Historia es el
campo donde los mitos planificadores muestran su juego. Por eso se discute hoy
con la misma vehemencia de antaño si el país debiera haberse organizado desde
el principio como un sistema centralizado o federal, si es mejor el
presidencialismo o el parlamentarismo, etc.
En fin, la historia es nuestro único
banco de pruebas, nuestra única fuente de legitimidad cuando tenemos que
conseguir los recursos para poner en practica un proyecto de administración
social.
(De
ahí el extraño éxito de libros de Historia , nuevos best sellers que marcan la
orfandad de ideas...y la necesidad de conocer “como funcionó la cosa”).
Economía y política
La economía es un campo más “natural”
que la política.
En la política todos hacemos de
buenos: todos queremos a nuestra comunidad, todos aportamos ideas para el
mejoramiento de la sociedad, todos luchamos por valores , principios y
objetivos universales. Tenemos misiones, mandatos, principios. Retórica pura.
Hasta los votantes, el día de la elección parecen la encarnación de la
república: van orgullosos a votar por los mismos a quienes hasta ayer
repudiaban, los políticos.
De esa extraña farsa compartida está
construida la realidad política. De ese caprichoso juego de simulaciones nace
la gestión pública. Es increíble que aún así
se mantenga algún nivel de funcionamiento de la administración.
En cambio, la retórica, en las
relaciones económicas no dura mucho. Ahí se habla el lenguaje del mercado: si
la oferta se adapta a la demanda a un costo que sea menor que el precio, la
empresa sobrevive. Digamos, para avanzar en esta pequeña teoría: en la economía
el modelo de cono invertido parece funcionar mejor como marco explicativo:
Muchas empresas, adquiriendo
diversos formatos o diseños base se lanzan a competir por algún nicho de
mercado. La mayoría muere en el intento, es diezmada por la combinación de azar
y necesidad, por las regulaciones estatales, o por una tecnología que nuestro competidor
obtiene, o porque cambian las demandas del mercado y se imponen nuevas modas, o
porque nuestro pais entra en guerra, o por cualquiera de las infinitas
“razones” que explican exitos y fracasos en el ambito economico.
Pero no hay aca , casi, lugar para
la retórica.
La empresa
Así como la naturaleza prueba nuevos
diseños recombinando por azar el ADN y creando así nuevos programas de réplica
, la empresa ensaya diseños nuevos, se reinventa sin afectar seriamente su continuidad. Una empresa puede
quebrar por múltiples motivos, difícilmente porque esté en un proceso de cambio
gerencial o de diseño organizacional.
Está claro que la retórica existe en
el ámbito de la empresa (la economía es una ciencia social...siempre hay
lenguaje implicado) : es necesaria para
obtener apoyo de inversores, para defenderse de regulaciones, para hacer lobby
por determinada regulación: pero no hay
retórica que salve una mala gestión empresarial,. El mercado –que como alguien
dijo “no tiene corazón”- vota todos los días bajando el pulgar inexorable ante
la ineficiencia .
La gestión
Entonces, la política es el puro reino de
la promesa retórica, adornada con mayor
o menor “seriedad” por la historia y sus sucedáneos contemporáneos: sociología,
encuestología, periodismo.
La economía es el reino de las decisiones
de asignación de recursos, de creación de productos, de ajustes a la demanda,
regidos por leyes inexorables que tienen que ver con la eficiencia, la
rentabilidad.
Entre ambos mundos existe la gestión
entendida como el ámbito de organización de recursos de producción,
necesitada de retórica y de acción, de promesa y realidad, de seducción y de
productividad, del Ying y Yang.
Por eso la difícil coexistencia de
políticos (especialistas en diseños retóricos de promesas para captar
recursos), ingenieros-economistas (analistas de las variable duras de la
rentabilidad) y expertos en gestión (integradores de los factores humanos ,
técnicos y de producción, navegando
entre leyes del mercado y
promesas con sentido humano, entre historias de vida y matemáticas)
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