La
ilustración, la modernidad, han querido transformar a la religión en una
atadura que ha impedido la libertad del hombre, en una cadena que lo hizo
esclavo de la superstición y el miedo al castigo eterno.
Hemos
asimilado esta doctrina con suma facilidad. Nada más fácil que coincidir con
las críticas de Russell o de Nietzsche, o Voltaire o Rousseau al ejercicio del
poder clerical. Nada más absurdo y “anticristiano” que las guerras de religión,
la Inquisición, y los asuntos terrenales que la Iglesia condujo durante
centenares de años.
Es
también evidente la lucha a muerte que la religión y la ciencia establecieron
durante centenares de años, durante la cual las iglesias intentaron disminuir,
condicionar, limitar el conocimiento científico en cuanto éste ponía en
cuestión el dogma. Desde la Tierra como centro del universo, a la negación de
la Evolución o el rechazo del inconciente freudiano, las iglesias han actuado
como permanentes amarres, pesas colocadas a la libertad de investigación.
Nadie
puede negar esto. Ahora, se trata de otra cosa. Hablemos del Monoteísmo. Dice
Hayek
“Debemos
en parte a las creencias místicas y religiosas -y, en mi opinión especialmente
a las monoteístas- el que las tradiciones beneficiosas se hayan conservado y
transmitido al menos durante el tiempo necesario para que los grupos que las
aceptaron pudieran desarrollarse y tuvieran oportunidad de extenderlas a través
de la selección natural o cultural. Esto significa que, nos guste o no, debemos
en parte la persistencia de ciertas prácticas, y la civilización que de ellas
resulta, al apoyo de ciertas creencias de las que no podemos decir que sean
verdaderas -o verificables, o constatables en el sentido en que lo son las
afirmaciones científicas, y que ciertamente no son fruto de una argumentación
racional. Pienso a veces que, por lo menos a algunas de ellas y como señal de
aprecio, deberíamos llamarlas «verdades simbólicas», ya que ayudaron a quienes
las asumieron a fructificar, a multiplicarse y llenar la tierra y dominarla»
(Génesis, 1:28).
Incluso
aquellos, entre los que me encuentro, que no están dispuestos a admitir la
concepción antropomórfica de una divinidad personal deben reconocer que la
prematura pérdida de lo que calificamos de creencias no constatables habría
privado a la humanidad de un poderoso apoyo en el largo proceso de desarrollo
del orden extenso del que actualmente disfrutamos y que, incluso ahora, la
pérdida de estas creencias, verdaderas o falsas crearía graves dificultades.”
O
sea: la religión monoteísta operó como un formidable sistema de apoyo a la
consolidación de tradiciones (normas e instituciones) que facilitaron el paso
de la etapa tribal (el pequeño grupo defensivo, solidario y xenófobo) a la
etapa de la civilización, en la que millones de personas trabajan en forma
cooperativa aun sin conocerse, por medio de los intercambios libres.
Sigue Hayek
“Hasta
el agnóstico tendrá que admitir que debemos nuestros esquemas morales, así como
la tradición que no sólo ha generado la civilización, sino que ha hecho posible
la supervivencia, a la fidelidad a tales requerimientos, por más infundados
científicamente que puedan parecemos.
La
innegable conexión histórica entre la religión y los valores que originaron y
siguen sosteniendo nuestra civilización, tales como la familia y la propiedad
privada, no significa sin embargo que exista una conexión intrínseca entre lo
religioso y esos valores. Entre los fundadores de religiones a lo largo de los
dos últimos milenios no han faltado quienes se opusieran a la propiedad y a la
familia. Pero las únicas religiones que han sobrevivido han sido aquellas que
defienden ambas instituciones.”
Dice José Ignacio García Hamilton (“Por qué crecen
los países”)
“El pueblo
judío estableció un sistema "teocrático", en el sentido de que pretendía
vivir bajo el dominio de una autoridad divina, representada por un Dios único e
invisible. Sus gobernantes se consideraban los agentes de Dios, pero no tenían
un poder absoluto o arbitrario, sino que estaban limitados por la Ley del
Señor, representada en la Torá, o Biblia, cuyas disposiciones regían tanto para
gobernantes como para gobernados. Las Sagradas Escrituras exhortan a las
autoridades a ser justas, y muchas veces les recuerdan sus deberes morales
frente a los súbditos, bajo pena de que la ira de Dios recaiga sobre toda la
comunidad.
La tradición hebrea muestra que dicha sociedad
cultivó y fomentó la lectura y escritura para que la población pudiera aprender
por sí misma la “palabra de Dios".
(…)
Los
judíos fueron uno de los primeros pueblos del mundo que practicaron la
limitación del poder mediante leyes escritas y la vigencia de sus valores y
normas los convirtió en una nación industriosa y productiva.
Según
la Biblia, Jehová indicó a Samuel que previniera al pueblo judío que, si elegía
a un rey, éste iba a abusar de ellos y a esquilmarlos. “
O
sea: el pueblo que inventa el monoteísmo crea un arma poderosísima para limitar
el poder del Faraón: nadie puede incumplir la Ley. Los reyes están solo para
hacerla cumplir. Nadie, además, le va a enseñar al pueblo lo que dice la Ley:
el pueblo sabe leer y accede directamente al conocimiento.
Lord Acton refuerza este argumento:
“Es
en la historia del Pueblo Elegido, por consiguiente, donde obtuve las primeras
ilustraciones de mi tema.
El
gobierno de los israelitas era una federación establecida en la unidad de raza
y credo, en una autoridad política basada en un acuerdo voluntario y no en la
fuerza física.
El
principio de gobierno propio se aplicaba no sólo en cada tribu, sino que en
cada grupo de al menos 120 familias, sin privilegio de rango ni desigualdad
ante la ley.
La
monarquía era tan ajena al espíritu primitivo de la comunidad, que fue
combatida por Samuel en esa famosa protesta y advertencia que ha sido
constantemente confirmada por todos los reinos de Asia y muchos de los de
Europa.
El
trono se basaba en que el rey carecía del derecho a legislar para un pueblo que
sólo reconocía a Dios como legislador, consistiendo su principal objetivo
político en restaurar la pureza original de la constitución y hacer que su
gobierno se adaptara al ideal venerado por las sanciones del cielo.
Hombres
inspirados –que se sucedían continuamente para profetizar en contra del
usurpador y el tirano – proclamaban constantemente que las leyes, de orden
divino, eran superiores a los gobernantes pecadores, apelando a las autoridades
establecidas –el rey, los sacerdotes y los príncipes del pueblo – tanto como a
las fuerzas armonizadoras que dormían en las conciencias incorruptas de las
masas.
De
este modo, el ejemplo de la nación hebrea estableció las líneas paralelas sobre
las cuales se ha conquistado la libertad: la doctrina de la tradición nacional
y la doctrina de la ley superior; el principio de que la constitución se
desarrolla a partir de una raíz, mediante un proceso de evolución, y no por un
cambio esencial; y el principio de que es preciso poner a prueba a reformar
todas las autoridades políticas conforme a un código que no fue hecho por el
hombre.”
Lord Acton proclama entonces una verdad que nadie,
imbuido y formado en el espíritu antirreligioso de la modernidad, podría
siquiera sospechar: los judíos pusieron los dos cimientos donde creció la
libertad: la idea monoteísta de un dios supremo, ante el cual la autoridad del
rey se disuelve y la convicción de que hay una “tradición”, un cuerpo de normas
que evolucionan lentamente, para sustentar el cambio.
Es que un Dios individual, que puede ser conocido
personalmente por cada creyente, al cual se le dedica un día (un shabat libre
de reyes y patrones), un Dios que limita al Rey – que solo es un humano más- es
una idea sencillamente revolucionaria. Demasiado para ser adoptada: el estado
judío se hundió en la nada y con él esta raíz de libertad, recuperada siglos después.
Imaginemos el mundo sin Dios de hace tres mil años.
El
individuo no existe: solo hay súbditos del rey-dios: el Faraón, el Rey Persa,
los reyezuelos griegos o itálicos. No hay nada parecido a la Justicia: los
súbditos pueden ser asesinados por orden del Rey sin apelación posible. Hay,
si, tribunales para mediar en conflictos entre súbditos, pero el
Estado-Rey-Dios es un sujeto no judiciable: la encarnación de Dios y Supremo
Juez.
No hay nada
parecido a propiedad privada en Egipto: todos los inmuebles son del Faraón, el
cual puede donar alguna propiedad a destacados nobles o altos funcionarios del
estado, a modo de premio por servicios prestados.
Pero
para el pueblo no hay propiedad de tierras laborables o viviendas, los hijos
nada heredan de los padres, no hay posibilidad de mejorar y heredar la tierra.
Hay
Faraones “buenos”, generosos, que tratan de atenuar los sufrimientos del
pueblo, pero los hay sádicos y violentos. Todo depende del arbitrio de cada
Rey: nada está pautado o limitado. No hay Ley suprema por encima del Faraón.
En ese contexto ominoso, donde la persona no tiene
valor frente al poder delEstado, nace Yahvé.
Un
conjunto de tradiciones se unifican en la escritura de una narración
primigenia, original, en la que se describe la compleja relación entre un
Pueblo y su Dios. A cambio de su protección, el Pueblo debe obedecer ciertas
leyes que consisten básicamente en morigerar la carga violenta de los seres
humanos, a fin de facilitar la convivencia pacífica con el resto de la comunidad.
En vez de apelar al expediente punitivo (la fuerza del estado aplicada a los
que transgreden la ley) esta doctrina se basa en educar a la gente en el
respeto a las leyes, de modo que su cumplimiento sea espontáneo y no producto
del temor.
En
vez de investir a un Rey con el poder de vida o muerte, se instituye un Rey
virtual - Yahvé- invisible, inescrutable, poderoso, pero justo. Se libera al
pueblo de la opresión del Estado y, en cambio, se eleva a los altares la
responsabilidad individual y el gobierno de los Jueces, llamados no a hacer
respetar la voluntad del Rey, sino a evitar que la voluntad de uno afecte los
derechos de otros.
Para
“convencer” al pueblo de las bondades de tal sistema, hay que inventar un Dios
poderoso y temible, capaz de generar miedo entre los enemigos del Pueblo: el
Terrible Yahvé.
El
primer manifiesto libertario que limita el poder del Rey es éste, escrito dos
mil años antes de la Carta Magna inglesa:
"
Samuel repitió todas estas palabras de Yahvé al pueblo que le pedía un rey
diciendo: He aquí el fuero del rey que va a reinar sobre vosotros.
Tomará
vuestros hijos y los destinará a sus carros y sus caballos y tendrán que correr
delante de su carro. Los empleará como jefes de mil y jefes de cincuenta; les
hará labrar sus campos, segar su cosecha, fabricar sus armas de guerra y los
arreos de sus carros. Tomará vuestras hijas para perfumistas, cocineras y
panaderas. Tomará vuestros campos, vuestras viñas y vuestros mejores olivares y
se los dará a sus servidores. Tomará el diezmo de vuestros cultivos y vuestras
viñas para dárselo a sus eunucos y a sus servidores. Tomará vuestros criados y
criadas, y vuestros mejores bueyes y asnos y les hará trabajar para él. Sacará
el diezmo de vuestros rebaños y vosotros mismos seréis sus esclavos. Ese día os
lamentaréis a causa del rey que os habéis elegido, pero entonces Yahvé no os
responderá"
El
pueblo no quiso escuchar a Samuel y dijo " ¡No! Tendremos un rey y
nosotros seremos como los demás pueblos: nuestro rey nos juzgará, irá al frente
de nosotros y combatirá nuestros combates"
"Me
habéis dicho "que reine un rey sobre nosotros" siendo así que vuestro
rey es Yahvé, Dios vuestro. Aquí tenéis ahora el rey que os habéis elegido.
Yahvé ha establecido un rey sobre vosotros. Si teméis a Yahvé y le servís, si
escucháis su voz y no os rebeláis contra las órdenes de Yahvé; si vosotros y el
rey que reine sobre vosotros seguís a Yahvé vuestro Dios, está bien. Pero si no
escucháis la voz de Yahvé, si os rebeláis contra las órdenes de de Yahvé,
entonces la mano de Yahvé pesará sobre vosotros."
El Éxodo
tiene un significado fundante para el pueblo de Israel. Porque libera al pueblo
de la esclavitud en Egipto, pero - quizás más importante aun- libera alpueblo
de la tentación del ídolo- o sea de los “dioses” que sirven al Rey
circunstancial- y lo enfrentan en un pacto personal, con Dios, o sea con la
fuente de la Ley (Torá).
La
Ley adquiere así carácter divino y permanente, por fuera de las querellas
humanas. Y de esa Ley se desprenden las “interpretaciones de la Ley”: las
infinitas adaptaciones, matices, sutilezas, cambios de punto de vista que hacen
que la obra de Dios no fuese una y única para toda la eternidad, sino que
constituya el puntapié para que los hombres- cada hombre, en
particular-protagonice su propia búsqueda.
La relación con Dios se hace personal y activa.
La
Ley no se limita al Decálogo, sino que abarca infinidad de acciones de la vida
cotidiana.
- “Cuando
compres un esclavo hebreo servirá seis años, y el séptimo quedara libre sin
pagar rescate”
- “Si
un hombre hiere a su siervo en el ojo y le deja tuerto, le dará libertad en
compensación del ojo”
- “Si
un hombre roba un buey o una oveja y los mata o los vende, pagará cinco bueyes
por el buey, y cuatro ovejas por la oveja”
- “Si
un hombre causa daño en un campo dejando suelto su ganado para que pazca en
campo ajeno, restituirá con lo mejor de su propio campo y lo mejor de su propia
viña”
- “No
maltrataras al forastero, pues forasteros fuisteis vosotros en el país de
Egipto”
- “No
vejaras a viuda y a huérfano”
- “Si
prestas dinero a uno de mi pueblo, al pobre que habita contigo, no serás con él
un usurero, no le exigiréis interés”
- “Aléjate
de causas mentirosas, no quites la vida al inocente, y no absuelvas al malvado”
- “Ponte
en pie ante las canas y honra el rostro del anciano”
- “No
cometáis injusticia en los juicios, ni en las medidas de longitud, de peso o de
capacidad: tened balanza justa, peso justo, y sexario justo.”
- "No
oprimirás a tu prójimo, ni lo despojarás. No retendrás el salario del jornalero
hasta el día siguiente"
- "
No andes difamando entre los tuyos, no demandes contra la vida de tu
prójimo"
- "
No te vengarás ni guardarás rencor contra los hijos de tu pueblo"
- "
Amarás a tu prójimo como a ti mismo"
Hay varias leyes que tiene enorme significación
actual
- “No
sigas a la mayoría para hacer el mal, ni te inclines en un proceso por la
mayoría en contra de la justicia”
O sea, el criterio de la mayoría jamás puede
prevalecer por sobre el de la Justicia. No hay “valor” en lo mayoritario, solo
hay “valor” en lo justo. Una vacuna para la tiranía demagógica…
- “Siendo
juez no hagas injusticia, no por favor del pobre ni por respeto al grande; con justicia
juzgarás a tu prójimo”Justicia, justicia perseguirás
- “No
recibas regalos, porque el regalo ciega a los perspicaces y pervierte las
causas justas”
La
corrupción anida en los regalos a los que tienen poder.
- “Si
encuentras el buey de tu enemigo, se lo llevarás. Si ves caído bajo la carga el
asno del que te aborrece, no rehúses tu ayuda”
O sea: la
justicia siempre, incluso para los que te aborrecen
-“Al
forastero que resida junto a ti no lo molestéis, le miraréis como a uno de
vuestro pueblo y lo amarás como a ti mismo; porque forasteros fuisteis vosotros
en la tierra de Egipto”
Esta
es la norma básica que permite los intercambios entre pueblos distintos, la
base del comercio internacional.
O
sea: se trata de normas prácticas para garantizar la justicia, la moralidad, el
respeto a la propiedad, el respeto a los ancianos, la no explotación del
esclavo, del siervo o del extranjero, la sexualidad compatible con la
continuidad de las relaciones comunitarias, el culto.
Entender
estas normas en un contexto absolutamente a-moral como el del Faraón o el de
Babilonia sirve para comprender la fuerza y la originalidad del mensaje que
encierra la Alianza entre Yahvé y su pueblo: ni el Rey ni nadie puede
esclavizar, violar, apartarse de la justicia, oprimir al extranjero, despreciar
a la viuda, violar la propiedad de sus vecinos, no responder por los robos o
ultrajes realizados. Los hombres debemos apegarnos a un código moral, que es el
único que asegura nuestra supervivencia y crecimiento como seres humanos.
¿No
será éste el trasfondo histórico, la razón profunda que hay detrás del
obstinado odio al judío por parte del Faraón, ya que ese pueblo le recuerda que
su poder es limitado por una Ley divina, que el es solo hombre, no semidiós, ni
Caudillo, ni Líder, ni Führer, ni Duce, ni Conductor, ni Jefe, ni Comandante?
¿No
será que el odio al judío esconde el temor a la lectura individual de la Ley
que cada judío hace, porque sabe leer desde hace tres mil años?
¿No será que
el rechazo al judío es a la riqueza lograda por pura capacidad de gestión, sin
depender de prerrogativas de sangre o de uso del Estado como botín?
¿No será, en definitiva, que el odio al judío es
otra manera de odiar la libertad?
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