martes, 20 de septiembre de 2016

El ataque de las Ciencias Sociales a la idea liberal de individuo. Una síntesis de “La contrarrevolución de la ciencia” de F. Hayek



Introducción
El ataque a la libertad individual no solo es protagonizado por los políticos colectivistas, en cualquiera de sus variantes.  Para que los políticos actúen fueron necesarios muchos años de preparación intelectual orientada a derruir la idea liberal de “derechos individuales” y, más profundamente, a la idea del “individuo” como realidad .
Ese trabajo lo hicieron la Ciencias Sociales.
Transformar a la “sociedad” en un campo específico de la Ciencia, aplicando la lógica de las ciencias exactas y naturales fue el gran programa positivista del siglo XIX. Ignorar al hombre tomando decisiones y transformarlo en juguete de factores colectivos como clase social, cultura, “relaciones de producción”, etc. fue la base de ese programa.
En su libro “La contrarrevolución de la Ciencia” Frederick Hayek desmonta el mecanismo conceptual  utilizado para ese fin:
A menos que podamos comprender lo que las personas persiguen con sus actos, cualquier intento de explicarlos, esto es, de aplicarles reglas que relacionen situaciones semejantes con actos parecidos, está condenado al fracaso

La comprensión de lo  que las personas persiguen con sus actos debe ser, según Hayek, el punto de partida de la ciencia social “subjetiva”, o sea, basada en la subjetividad de los individuos, de sus fines y de cómo se representan la posibilidad de acceder a esos fines. En suma comprender la conducta humana no puede basarse en describir “relaciones objetivas” entre causas y efectos- tal como hace la Física- sino en comprender cómo se toman las decisiones personales.
En lo que sigue, trataremos de sintetizar los aportes de Hayek a la comprensión de los mecanismos que se pusieron en práctica para crear unas ciencias sociales “objetivas” bajo el modelo de las exitosas ciencias exactas y naturales.

1-
La enorme pelea que la ciencia mantuvo contra el irracionalismo es posiblemente la página más extraordinaria  que libró el progreso de la Humanidad. La ciencia tuvo que luchar contra un paradigma que se basaba en la autoridad de los “sabios”, en la creencia de que las “ideas” sobre las cosas encierran alguna verdad sobre las cosas y el “antropomorfismo” o sea la idea de que alguna mente, similar a la humana, era la autora de los fenómenos de la Naturaleza.
Contra ese paradigma la ciencia tuvo que construir su propia alternativa.
Su tarea fue, entonces, centrarse en los “hechos objetivos”, es decir los fenómenos de la naturaleza, al margen de las “ideas” que el hombre había construido sobre esos fenómenos. Una profunda revisión de los conceptos para quitarles las capas de creencias, muchas irracionales, que los hombres habían construido para explicarse fenómenos como el movimiento de los astros, la vida o la dilatación de los metales. La crítica al “sentido común” fue, entonces, el sello de la actividad científica. Había que desterrar las ilusiones, las falsas explicaciones y las creencias infundadas, reconstruir los conceptos a partir de la observación y análisis de hechos “objetivos”.
En este camino, justificado para permitir el desarrollo de las ciencias, las prevenciones contra el “sentido común” fueron creando lo que podrían denominarse “errores por exceso”.
Los científicos, queriendo emanciparse de las “explicaciones” precientíficas comenzaron a rehuir de las explicaciones mismas, reduciendo a la ciencia a la mera “descripción” de fenómenos objetivos. Todo intento de “explicar” un fenómeno remitía a los errores de la experiencia humana y a la creencia de una “mente superior” como explicación del mundo.

2-
Estos “errores por exceso” fueron particularmente nefastos en el campo de lo que en aquellos tiempos se denominaba “Ciencias morales” o Humanas.
Lo que la gente piensa, las hipótesis que elabora respecto de sí misma, de las relaciones con otros seres humanos y en relación a la naturaleza son, justamente, la materia sobre la cual las ciencias sociales trabajan. El problema fue que el brillante desempeño de las ciencias exactas y naturales hizo que, naturalmente, los pensadores sociales intentaran aplicar los métodos de esas ciencias sobre un objeto de estudio radicalmente distinto.
Mientras que  unas pueden  dedicarse a analizar objetos y sus relaciones, la ciencia social no puede analizar a los hombres como “objetos” sino como sujetos animados de intencionalidad, necesitados de actuar para alcanzar sus objetivos, seres que responden a determinadas leyes físicas y naturales, como seres físicos y biológicos que son, pero en los que su humanidad trasciende la dimensión “ natural” y los incorpora al mundo humano, al mundo del lenguaje, la cultura, el intercambio de bienes, el poder, el temor, el deseo. Ninguna ciencia natural está preparada para analizar esta dimensión.
Escribe Hayek :
 El peculiar objeto y los métodos de los estudios sociales no tratan de relaciones entre cosas, sino de relaciones entre hombres y cosas o de las relaciones que mantienen los hombres entre sí. Tienen que ver con las acciones de los hombres, y su objetivo es explicar los resultados no intencionados o no planeados de los actos de muchas personas
(Todas las citas son de “La contrarrevolución de la Ciencia”. Aparecen en itálica)

Este pensamiento apunta  a demoler a “las cosas” como objeto de investigación social, centrando a las ciencias sociales en el estudio de cómo del hombre se relaciona con las cosas y con otros hombres. Y, además, una clave de esta afirmación está contenida en la última parte, “explicar resultados no planeados de la acción humana.” Si no hubiera efectos no previstos de la acción humana, su estudio sería tan simple como el estudio de una sociedad animal, como hormigas o abejas. Si el mecanismo social fuera de respuestas previsibles a estímulos conocidos solo bastaría con “describir” esos eventos repetitivos, como el zoólogo hace con la conducta animal. Pero lo que la ciencia social no puede hacer, aplicando  los métodos de las ciencias naturales, es anticipar efectos imprevistos. Ese reino, el de la impredictibilidad , es justamente el reino de la ciencia social. Por definición, un efecto no previsto no es definible en términos de una ecuación. Escapa a cualquier modelo matemático ya que no se ajusta a ninguna curva matemática conocida.
Por otra parte, los efectos imprevistos, son causa de una larga cadena de acontecimientos, algunos de los cuales son, nuevamente, imposibles de prever. La realidad social, por lo tanto, es a su vez, una realidad de alta complejidad.
El objeto propio de la ciencias sociales, entonces, aquello que las diferencia esencialmente de las ciencias naturales, es en palabras de Hayek el siguiente :
 Las ciencias sociales en sentido estricto, es decir, aquellas que recibían el nombre de ciencias morales tratan de la acción consciente o reflexiva propia del hombre, de actos de los que puede decirse que una persona realiza en función de una elección entre varias alternativas que se le presentan.(…) En sus decisiones conscientes, el hombre clasifica los estímulos externos de una forma que sólo conocemos a través de nuestra experiencia subjetiva de este tipo de clasificación. (…) Nuestro proceder se basa en la experiencia de que el resto de la gente, en general (aunque no siempre) clasifica impresiones sensoriales del mismo modo que nosotros (…) En lo que concierne a las acciones humanas, las cosas son lo que la gente que actúa piensa que son
No importa, entonces, la realidad “física” de un objeto sino su significado, el modo en que es clasificado por el hombre. Las herramientas son elementos físicos utilizados para “servir” para algo. No importa por lo tanto cuál es su material o su mecanismo, solo importa que para las personas “sirve para” (cavar la tierra, cosechar, clavar un clavo, etc.) No son los caracteres físicos de la herramienta sino  su propósito lo que le otorga sentido.
De ahí que por doble vía, es evidente que las ciencias sociales son “subjetivas”: lo  son en cuanto no interesa la realidad material de las cosas sino las ideas que la gente tiene sobre para que sirven las cosas. Y, además, el observador “comprende” lo que la gente piensa sobre los objetos, porque comparte con los grupos o personas que analiza unas experiencias comunes, experiencia  inexistente  en las ciencias naturales.
Los hechos de las ciencias sociales …se diferencian de los hechos de las ciencias físicas en que son creencias u opiniones que sostienen los individuos; creencias que, como tales, son nuestros datos, independientemente de que sean verdaderas o falsas, y, lo que es más, no podemos observarlas directamente dentro de la mente de los individuos, sino que hemos de identificarlas a partir de lo que ellos hacen y dicen, merced a que tenemos una mente similar a la suya (Subrayado nuestro)

Es una clave del pensamiento hayekiano la referencia a que conocer al otro se basa en compartir una misma estructura mental. No podemos conocer, dice Hayek, a otra especie, o a extraterrestres, o a locos, simplemente porque no poseemos su misma mente, no podemos “entender” si no compartimos estructuras mentales comunes.
Pero tener una “mente común” no significa tener “una mente única”. Cada individuo tiene conocimientos y experiencias únicas. La acción humana, la de personas o grupos, no se basa en tener un conocimiento completo y compartido sobre la realidad, sino, por lo contrario, tener un conocimiento limitado, disperso, incompleto. Esta “imperfección” es un “dato”,  desde las cuales las ciencias sociales han de partir. No existe una mente única, omnisciente y total sino mentes con estructuras y funcionamiento común, pero no idéntico. El gran tema de las ciencias sociales es lidiar con este conocimiento particularizado, no centralizado, inabarcable.
Un hecho social solo se puede entender si se conocen las intenciones de su actor. Tanto las intenciones del actor, como la comprensión del científico son “subjetivas”. Y esta subjetividad está por completo fuera del alcance de las ciencias naturales, “objetivas”, que solo analizan hechos físicos carentes de propósito.
La relación del hombre con las “cosas”, por lo tanto, no se basa en las características físicas que las cosas tienen, sino en las características que los hombres creen que tienen, características que importan en la medida que afecten su vida (recursos, herramientas, materias primas, paisajes aprovechables, etc.)
Con más razón, las relaciones de “hombres con hombres”. Relaciones en apariencia puramente biológicas como la de padres e hijos solo pueden comprenderse entendiendo los propósitos humanos de su desarrollo (poder, herencia, afecto, protección, producción, consumo, etc.)
La Economía es, sin dudas, la ciencia social que más avances ha tenido y básicamente debido a que ha podido romper la “dependencia” del “objetivismo” y, en cambio ha analizado la actividad económica del hombre desde el punto de vista subjetivo.
En síntesis, Hayek enumera un conjunto de características de lo  social, que hace imposible su comprensión desde las categorías “objetivas” que cultivan las ciencias físicas y naturales.
Los puntos que queremos destacar son que en todos esos campos debemos partir de lo que los hombres piensan y quieren hacer: del hecho de que los individuos que conforman la sociedad tienen como guía de sus actos una clasificación de las cosas y eventos en concordancia con un sistema de percepciones sensoriales y de conceptos que tiene una estructura común a todos ellos que nosotros conocemos, porque también nosotros somos hombres ; y que el conocimiento concreto que posean los individuos será distinto en aspectos importantes. La acción del hombre hacia los objetos externos, así como también todas las relaciones entre los hombres y todas las instituciones sociales, solo podrán comprenderse en la medida que partamos de los que los hombres piensan acerca de ellas. La sociedad tal y como la conocemos se ha desarrollado sobre la base de los conceptos e ideas que la gente sostiene; por lo que sólo podemos identificar las fenómenos sociales en la medida en que estos tengan reflejo en la mente de los hombres.
La estructura de la mente humana, el principio común por el que las personas clasifican los fenómenos externos, nos proporciona el conocimiento de los elementos recurrentes sobre los que las diferentes estructuras sociales descansan, y solo en función de él podremos describir y explicar esas estructuras (Subrayados nuestros)
Las personas no son intercambiables, idénticas. Sin embargo las estructuras sociales tiene una recurrencia, una permanencia, aunque las personas cambien, los roles siguen siendo los mismos. Los individuos no son idénticos, solo comparten similares roles, reemplazan a otros individuos :
Los individuos son, meramente, nodos de la red de relaciones, y son las diversas actitudes que los individuos adoptan respecto de sus semejantes ( o respecto de sus actitudes similares o diferentes respecto de los objetos físicos) lo forma los elementos recurrentes, habituales e identificables de la estructura  

3-
La especial dificultad del objeto  de las ciencias sociales es el papel que tienen las “ideas” en el mundo social. En las ciencias naturales se trata de analizar y criticar los conceptos habituales, del sentido común, sobre las cosas y redefinirlos, limpiándolos de las capas de creencias irracionales.
 La especial dificultad de las ciencias sociales … proviene precisamente del hecho de que en ellas las ideas tienen dos capacidades: pueden ser el objeto de estudio, y pueden ser ideas acerca de ese objeto
En las ciencias naturales el objeto de estudio y nuestras  explicaciones coincide con la diferencia entre “ideas” y “hechos objetivos”, en cambio en las ciencias sociales hay ideas constitutivas de los fenómenos que queremos explicar e ideas que- nosotros o las personas que participan del fenómeno estudiado- se forman para explicar esos fenómenos; “ideas que no son la causa de las estructuras sociales, sino teorías acerca de ellas”
Para simplificar algo burdamente: las hormigas no tienen ideas sobre por qué actúan como actúan y, menos aún, las comunican. El zoólogo solo tiene que analizar el comportamiento “objetivo” del hormiguero y desechar las ideas falsas que la gente ha ido utilizando para explicarse la conducta de las hormigas.
El sociólogo o el historiador, en cambio, tiene que explicar la adhesión de la gente a políticas populistas en el nivel de las ideas constitutivas del fenómeno y también de cómo la gente se explica su adhesión al populismo, como la explican los ideólogos populistas, los historiadores populistas, la prensa populista, etc. Confundir ambas dimensiones de pensamiento lleva a errores y fracasos notables.
El verdadero contraste es entre ideas que, al ser adoptadas por la gente, se convierten en causas de fenómenos sociales, y las ideas que la gente se forma acerca de esos fenómenos. …Los cambios de las opiniones que la gente sostiene acerca de un determinado bien o mercancía, los cuales identificamos como causa de una variación en el precio de esa mercancía, están claramente en un plano distinto de las ideas que esa misma gente pudo haberse formado sobre las causas del cambio en el precio  o sobre la “naturaleza del valor” en general.

Las pseudo-teorias populares, que “explican” conjuntos complejos como mercado, capitalismo, imperialismo, etc., deben ser desechadas como “ideas constitutivas” y, en cambio, ser consideradas como racionalizaciones o explicaciones “populares” sobre fenómenos complejos, como “teorías convencionales” que deben ser analizadas y mejoradas. La ciencia social no debe tratar a esas teorías como “hechos” y, en cambio, debe  obligarse a analizar los conceptos que orientan la conducta de las personas y NO las teorías que esas personas construyen para explicar su propio comportamiento.
Las ideas constitutivas existen con independencia de los  conceptos que la gente se forma sobre determinados fenómenos
La confusión entre ambos planos ha sido fuente de errores en las ciencias sociales, protagonizados por el cientismo. Éste  rechaza por “subjetivas” las ideas o conceptos que los individuos tienen y que fundamentan su conducta económica o social, y en cambio, toman ingenuamente como” datos objetivos”, como “hechos claros”,  las teorías convencionales que colectivamente se comparten.

4.
Lo que conocemos directamente son los conceptos sostenidos por los individuos, los individuos actuando, tomando decisiones. De estos elementos básicos se pueden construir conjuntos, sistemas, modelos más generales que explican la complejidad de los fenómenos sociales. Se procede por síntesis, agregación,
Son los conjuntos, los grupos de elementos que  están estructuralmente conectados, los que aprendemos a aislar de la totalidad de los fenómenos observados sobre la única base de  nuestra capacidad para reunir los elementos que tienen propiedades que nos son familiares. Ensamblamos o reconstruimos esos conjuntos a partir de las propiedades conocidas de los elementos
Lo esencial es que las conductas conscientes de muchos hombres producen resultados no buscados, imprevistos. Es esa, como ya se ha dicho, la tarea  central de las ciencias sociales: detectar regularidades que “no son producto de ningún plan previo”.
Ese orden espontáneo que surge de manera no planeada produce una sensación de “vacío”, inaceptable para los cientistas. Para ellos, lo social es diferente de lo natural porque en los social existen planes, proyectos, diseños humanos aplicados a la construcción de instituciones y reglas sociales, económicas, políticas. Cuando se los interroga sobre el origen espontaneo, no diseñado y , a su vez, tan cotidiano como el lenguaje no suele encontrarse una respuesta concreta.
Mientras las ciencias sociales no pueden “observar” estos conjuntos complejos, resultados de los actos individuales- solo pueden acceder a los comportamientos de los individuos-  lo único que pueden analizar las ciencias naturales son los “complejos”, los sistemas que se presentan a la observación. Son su punto de partida a partir del cual retrotraerse en búsqueda de elementos de los que se componen. Los átomos y las fuerzas no son objetos observables empíricamente, por la experiencia. Por el contrario, son accesibles mediante el análisis del plano observable, que son los conjuntos, los sistemas.
La ciencias exactas y naturales tratan con objetos preexistentes , que operan en conjuntos observables. Su búsqueda es la de las “unidades” (fuerzas) que explican el comportamiento de esos conjuntos
La ciencia social, en cambio,  trata con objetos “que construye” conceptualmente. Y tiene acceso directo a los elementos unitarios- los conceptos y las conductas de los individuos- y no a los conjuntos (grupos, clases, naciones, culturas)
La ciencia natural es a-histórica, no busca eventos particulares sino leyes universales. La ciencia social es esencialmente histórica. Los eventos (revoluciones, descubrimientos, guerras) marcan un  antes y un después. Las leyes universales son pocas y no ayudan a entender cada evento particular.
La ciencias exactas generan modelos de pocas variables (masa, velocidad, atracción gravitatoria, etc.) . Los modelos de Newton para explicar los movimientos de los astros del sistema solar excluyen centenares de variables y se centran en las principales fuerzas de atracción. La naturaleza no genera efectos imprevistos o azarosos, esos efectos de son causa de otros efectos imprevistos y, además, es explicable apelando a pocas variables, con lo cual los modelos matemáticos son extremadamente simples.

5-
Los pensadores sociales intentaron aplicar los métodos de las ciencias que analizan cosas, cosas que mantienen escasas relaciones unas con otras y cosas que carecen de intencionalidad. Cosas que responden a fuerzas físicas y, en el caso de la naturaleza, a instintos que determinan buena parte de su comportamiento.
Para cumplir, por lo tanto, su proyecto científico en el territorio de lo humano  adaptaron el objeto de estudio a los requisitos del método, en vez de adaptar el método a las características del objeto.
Así, impusieron al estudio de la  realidad social tres grandes limitaciones, fuentes de innumerables equívocos y errores que jalonaron en los dos últimos siglos la marcha de las ciencias sociales.
-El objetivismo: tratar a los hombres como objetos de la naturaleza, o sea, desconocer sus motivaciones, objetivos, deseos, odios o amores y, en cambio, analizarlos por fuera de cualquier categoría “humana”, subjetiva. Al tratarlos como objetos, los individuos pierden su status de sujetos. Desaparece la subjetividad. Los hombres solo reaccionan previsiblemente a estímulos. Sus conductas se explican por la pertenencia de clase, o cultura, o nación.
El objetivismo deriva en el rechazo de la introspección, la capacidad de comprender a lo  humano porque el científico también es humano. Esta habilidad de comprender porque se comparte una mente común es despreciada como “subjetivismo”. Pero justamente nuestra pertenencia a una especie común es lo único que nos permite entender comportamientos de épocas o culturas muy distantes a las nuestras. Se rechaza la introspección y se apela al esquema estímulo-respuesta, típico de los estudios biológicos, para “comprender” el comportamiento de grupos lejanos.
-El colectivismo: Despreciar al individuo y dar a las colectividades (grupos, razas, clases, culturas, naciones) capacidades de la que carecen: tomar decisiones, fijarse objetivos, actuar de común acuerdo.
El colectivismo descarta al individuo como elemento esencial del sistema social. Para éste, el sistema social es un espacio donde se dirime el conflicto entre pobres y ricos, entre cultos e ignorantes, entre razas, naciones, regiones, culturas, religiones, grupos de poder, medios de comunicación, grupos económicos, etc. El individuo teniendo que elegir alternativas para tomar decisiones es simplemente una dimensión que el colectivismo no toma en cuenta. En todo caso, los individuos son meramente partículas que conforman los colectivos, sin mayor incidencia en la toma de decisiones.
Esta visión le permite al colectivismo acceder a la existencia de “conjuntos” saltándose todas las etapas de agregación que va de lo  individual a lo social. Para el colectivismo, por ejemplo, existen los “burgueses”, y la pertenencia de un individuo a esa supuesta clase lo hace receptor de ideas que luego se realizarán a nivel individual. Lo que no entiende el colectivista es que esos conjuntos, esos objetos complejos que el analiza sólo existen en la construcción de su teoría. Nadie vio nunca al objeto “burguesía”, como sí se ve el objeto “sol”. Nadie vio al Capitalismo ni, mucho menos, al “espíritu nacional alemán” o al “pueblo ario”: Esos conceptos son, simplemente, construcciones del pensador, que empieza por el final. Justamente primero hay que demostrar que existen esas clases, esos pueblos, antes de relatar sus supuestos “intereses”, “objetivos”, “estrategias”, “decisiones”, etc.
Pero no existen “colectivos” al margen de los individuos. Y hay que comenzar a entender lo  social a partir de las relaciones entre individuos (colaboración, competencia, conflicto). Es obvio que el individuo aislado no existe, pero su condición de actor social no puede dejar de lado su condición de actor, de individuo que actúa.
-El Historicismo, o sea, la supuesta capacidad del científico social de descubrir “leyes de la Historia”, que le permiten por lo tanto juzgar a instituciones o comportamientos humanos como “progresistas”, o sea, que coinciden con el devenir histórico y “reaccionarias”, es decir, que se oponen conscientemente o no a las –supuestas- “leyes de la Historia”. El Historicismo, además, niega la existencia de leyes universales. Para él, resulta poco menos que imposible lo sucedido en épocas remotas de la humanidad. La leyes solo valen para una época determinada. El historicismo pretende que el historiador acceda directamente a la observación de “conjuntos” de significación social. Su inicial desapego de la teoría- reservada solo a las ciencias naturales- fue mutando hacia una concepción en la que
Bajo la influencia de las corrientes cientistas de la época vino a presentar la historia como el estudio empírico de la sociedad del que finalmente saldrían las generalizaciones. La historia iba a ser la fuente de la que emanaría una nueva ciencia de la sociedad, que, al mismo tiempo, fuera histórica y sin embargo produjera el conocimiento teórico que esperábamos obtener acerca de la sociedad

Hay una diferencia significativa entre el estudio de leyes universales y el estudio de casos concretos, que son, en todo caso, aplicación de principios generales a eventos específicos para tratar de entenderlos. La Historia tiene, a diferencia de las ciencias naturales, especial interés en el evento específico, más que en las leyes generales de desenvolvimiento.
Al contrario de lo que sucede en las ciencias naturales, donde el lugar preeminente lo ocupa la búsqueda de leyes generales aplicables a eventos particulares…en la mayoría de las ciencias naturales, el evento o situación particular es generalmente uno más entre un gran número de eventos similares…Lo importante para las ciencias naturales es la ley general aplicable a todos los eventos recurrentes de una clase determinada. En el campo social, por otro lado, un suceso concreto o evento único son con frecuencia de tal importancia, y al mismo tiempo de tal complejidad y tan difíciles de aprehender en todos sus aspectos importantes, que su explicación y discusión constituyen por sí mismas una empresa que requiere toda la energía de un especialista.
La tarea del investigador social es recortar algunos elementos de la realidad para construir con ellos una categoría de eventos. No estudia “la totalidad” sino que debe destacar algunos elementos por sobre otros, en una tarea de “minería”, que selecciona ciertos elementos y desecha otros. Y esa búsqueda está guiada por consideraciones teóricas, por hipótesis, por modelos. No es una búsqueda casual o azarosa. Ese es el papel de la teoría para la tarea del historiador. No existe la “totalidad” (una vana pretensión) sino una categorización de elementos como pertenecientes a una clase o a otra de fenómenos.
De la aplicación de estas consideraciones a los fenómenos de la historia humana se derivan consecuencias muy importantes. Significa, nada menos, que un proceso o período histórico no es nunca en sí un objeto de pensamiento simple y bien definido, solo alcanza esa categoría cuando planteamos una cuestión acerca de él; y que, en función de la cuestión que formulemos, lo que estamos acostumbrados a identificar como un evento histórico simple puede convertirse en cualquier colección de diversos objetos de pensamiento(…)
Palabras como gobierno, comercio, ejército y conocimiento no hacen referencia a cosas observables sino a estructuras de relaciones que sólo pueden describirse mediante una representación esquemática o “teoría” el sistema de relaciones permanente entre unos elementos que varían constantemente. Estos “conjuntos”, en otras palabras, no existen fuera de la teoría con la que los constituimos
Estos conjuntos no tienen existencia por fuera del marco teórico en el que se constituyen, pero son considerados por gran parte de los científicos sociales como “objetos”, en el sentido de las ciencias naturales. Y esa concepción, ingenua, es la madre de las enormes deformaciones que el historicismo ha introducido en el conocimiento de las sociedades y su historia.
 La ingenua visión que considera los conjuntos de los que se ocupa la historia como realidades dadas desemboca de forma natural en la creencia de que observación puede revelar “leyes” de desarrollo de esos conjuntos. Esta creencia es una de las notas más características de esa historia cientista que, bajo el nombre de historicismo, intenta encontrar una base empírica para una teoría de la historia o “filosofía de la historia” y establecer una sucesión necesaria de “etapas” o “fases”, “sistemas” o “estilos” en el desarrollo de la historia
La sucesión de eventos únicos e irrepetibles (la Revolución Francesa, el Descubrimiento de América o las Cruzadas) no puede ser explicada por supuestas “leyes” que surgen de la observación de esos hechos. Es forzar al límite la credulidad afirmar que esos eventos complejos, irrepetibles, son “parte” del desarrollo de alguna ley invisible que el historiador nos viene a descubrir.
La creencia de que la historia humana, que es el resultado de la interacción de innumerables mentes, ha de estar sin embargo sujeta a leyes simples accesibles a esas mentes está hoy tan extendida que pocas personas se dan siquiera cuenta de la increíble pretensión que esta tesis implica(…) Los autores de estas pseudoteorías de la historia pretender ser capaces de llegar, por medio de un atajo mental, a la contemplación directa de las leyes de sucesión de unos conjuntos directa e inmediatamente aprehensibles.
La importancia sobredimensionada de autores como Hegel, Comte, Marx, Sombart o Spengler se basa en la suposición de que ellos han trabajado siguiendo el modelo de las ciencias naturales, en una época en que dichas ciencias estaban en el cénit y que lo que ellos afirmaban eran verdades científicas, similares a las que la física, la química o la biología despliegan.
El marxismo, más que ningún otro, se ha convertido en el vehículo por el que esta consecuencia del cientismo ha obtenido una influencia tan amplia que muchos de los adversarios del marxismo, al igual que sus defensores, piensan en sus términos.
El otro problema del historicismo es el “relativismo”: cada época solo se explica por los valores de esa época, la mente humana es mutable e ininteligible fuera de su contexto temporal. Los cambios, o, mejor dicho, las “leyes” que explican los cambios se explican por la mutación de la mente humana. Así, y en el extremo, habrá pensadores que afirmen que la lógica es mutable. No existe una “naturaleza humana” reconocible detrás de los cambios. No hay una “mente” que podamos reconocer como nuestra, porque comparte con nosotros algunas experiencias básicas. Es justamente eso lo que hace inteligibles los comportamientos de personas de otras épocas.
Es la única base de la que disponemos para comprender lo que entendemos por las intenciones de la gente o por el significado de sus actos; y es, ciertamente, la base de todo nuestro conocimiento histórico , puesto que todo él se deriva de la comprensión de signos o documentos (…) Sólo podemos hablar con sentido de una mente si es como la nuestra


6-
La compleja mezcla de estas tendencias ha generado un gran conjunto de errores en la visión del hombre que se ha ido construyendo desde las ciencias sociales en los dos últimos siglos.
En principio, la incomprensión de que las acciones independientes de muchos individuos pueden producir conjuntos coherentes que cumplen importantes fines humanos sin que hayan sido producidos conscientemente, merced a un diseño o plan deliberado. Por el contrario, estas concepciones tienen un concepto “pragmático” de las instituciones humanas: han sido creadas conscientemente para un objetivo explícito, estructuras ordenadas y finalistas. Niegan “propósito útil” a todo conjunto no diseñado explícitamente para eso.
 Al igual que en los organismos biológicos, en las formaciones sociales espontáneas observamos con frecuencia que las partes se comportan o mueven como si su objetivo fuera la preservación de conjuntos. Nos encontramos una y otra vez con que si alguien deliberadamente tuviera como objetivo conservar la estructura de esos conjuntos, tendría que provocar precisamente esos movimientos que, en realidad, ya tienen lugar sin que nadie los dirija
La existencia de instituciones, de las cuales apenas somos conscientes, pero que arman todo el andamiaje sobre el que desarrollamos nuestra vida es una realidad que a los cientistas desconcierta e irrita. En palabras de Carl Menger que cita Hayek:
“La cuestión de cómo es posible que las instituciones que sirven al bienestar común, y son al tempo las más importantes para su progreso, puedan surgir sin una voluntad común que persiga su creación sigue siendo el problema quizás más significativo de las ciencias sociales”(Carl Menger, Estudio sobre los métodos en la ciencias sociales, 1883)
La ignorancia o la negación de este aspecto central para la comprensión del fenómenos humanos, ni más no menos que la existencia de instituciones que no han sido creadas deliberadamente por nadie y que sin embargo, son esenciales para el desarrollo de la civilización como el lenguaje, el dinero, el mercado, la moral, indican que se trata de un área que pone en cuestión la postura política de los cientistas sociales. Admitir la creación espontanea de instituciones significa degradar el poder que estos cientistas le dan al hombre para “moldear” su futuro, desde cero. El iluminismo tenía la pretensión de infalibilidad y el poder casi sin límites de la Razón. Suponer que hay instituciones no creadas por la razón sería admitir que el proyecto de la modernidad no es posible.
Desde la creencia de que nada que no haya sido diseñado conscientemente puede ser útil, y mucho menos esencial, para los propósitos del hombre, es fácil la transición hacia la creencia de que, puesto que todas las instituciones han sido creadas por el hombre, está en nuestra mano poder rediseñarlas como deseemos. Pero, aunque esta conclusión parece un evidente lugar común, en realidad es un completo non sequitur, ocasionado por el uso incorrecto de la palabra institución. Sólo sería válida si todas las formaciones “deliberadas” fueran producto de un cálculo intencional. Pero los fenómenos del lenguaje, del mercado, el dinero, o la moral no son realmente artificios o productos de una creación deliberada. No solo no han sido diseñados por ninguna mente, sino que su persistencia y funcionamiento dependen de gentes que no están impulsadas por el deseo de preservarlos

Entendiendo esto se puede “actuar” sobre las formaciones espontáneas a través de ajustes en las instituciones. Pero una cosa es actuar para encauzar los fenómenos espontáneos y otra intentar reemplazarlos por construcciones sociales deliberadas, controladas por, supuestamente, mentes omniscientes.
La pretensión de re-crear el mundo a partir de los poderes de la Razón  ha sido la herencia de la Ilustración, que en su lucha contra la tradición absolutista y feudal se creyó con capacidad para esa tarea imposible. La creación de la civilización   no fue producto de una mente brillante sino de una tarea de coordinación consciente de muchos individuos.
La creencia del control consciente de una mente única, individual no deja de ser una paradoja: los colectivistas reclaman que un individuo único, un líder, controle el funcionamiento de las instituciones:
De este modo, resulta que en la práctica es el teórico colectivista quien ensalza la razón individual y exige que todas las fuerzas de la sociedad se sometan a la dirección de una sola mente genial, mientras que es el teórico individualista quien reconoce el limitado poder de la razón individual y, en consecuencia, defiende la libertad como medio para el completo desarrollo de las fuerzas generadas por el proceso interpersonal
Toda exigencia de “control deliberado” remite a la existencia de una única mente. No es casual que los regímenes totalitarios desemboquen en el “culto a la personalidad” y es el Líder, el Fhurer, el Caudillo, el Jefe, el Duce, la última instancia de ese control sobre instituciones sociales. El lenguaje, por ejemplo, es especial objeto de cuidado por parte de estos regímenes: palabras nuevas, palabras prohibidas, palabras reiteradas hasta el cansancio. Las transacciones libres, el intercambio, la creación cultural son especialmente regimentadas para evitar cualquier peligro de acciones “contrarrevolucionarias” que afecten el Plan total.
La pretensión más ambiciosa del “control consciente” es la de controlar la propia evolución de la razón.
La idea común de que la mente humana es capaz de trascenderse a sí misma obedece a un mismo planteamiento general: la convicción de que estudiando la Razón humana desde fuera y como un todo, podemos aprehender las leyes de su funcionamiento de un modo más completo y exhaustivo que mediante la paciente exploración interna, que observa fielmente el desenvolvimiento de los procesos en que se despliega de hecho la interacción entre las mentes individuales

De allí surge  la pretensión de “explicar” la razón, el surgimiento de ideas y de teorías, cuales son las determinantes de determinado pensamiento, con lo cual se tendría la llave para “ordenar” los pensamientos de la gente, acoplándolos al Plan general de la dirección central. La pretensión de explicar las teorías individualistas, por ejemplo, como “producto de los intereses materiales de determinada clase” son típicos intentos en ese sentido. Lo extraño es que se intenta “explicar” todas las teorías opuestas a la teoría “oficial”, la cual mágicamente, no tiene determinantes de ninguna clase, solo ha nacido de la brillantez de ciertas mentes omniscientes.
Esta postura rebaja el debate. Ya no se discuten ideas, sino el “origen espurio”, de clase, de determinadas ideas. La verdad no surge de la confrontación de hipótesis, sino de la descalificación del otro como “pensador burgués”, condicionado por su pertenencia de clase. Desaparece la contrastación lógica o empírica de las hipótesis:
Si la veracidad o falsedad de una afirmación no se decide ya por el razonamiento lógico y las pruebas empíricas, sino en el examen de la posición social de la persona que la pronuncia; cuando pues, la capacidad de descubrir la verdad depende de la pertenencia a determinada clase o raza, y cuando, en conclusión, se proclama que el infalible instinto de una determinada clase o de un determinado pueblo tiene siempre razón, ello significa que la razón ha sido definitivamente liquidada”
 Dos fuerzas se enfrentan en este campo: el individualismo, que sabe que la mente, la razón, no son desarrollos individuales sino resultados de la interacción de millones de individuos, y que, más que recrear las instituciones espontáneas, hay que entenderlas para poder encarar progresos, y  “el colectivismo, que aspira a dirigir conscientemente todas las fuerzas de la sociedad”.
El primero es consciente de las limitaciones de la mente y que su mejoramiento surge de un proceso interindividual , que incluye los conocimientos individuales de cientos de generaciones anteriores y los presentes de millones de individuos.
El colectivismo pretende, por el contrario, abarcar todo el proceso de creación y desarrollo de la razón y conducirlo integrando el todo en un único pensamiento. El colectivismo metodológico culmina en el colectivismo político, es su sustento teórico.
Sin la presunción de que la razón individual consciente es capaz de abarcar todos los fines y todo el conocimiento de la “sociedad” o de la “humanidad”, queda sin fundamento la convicción de que estos fines pueden alcanzarse mejor por medio de una dirección central consciente
El racionalista cuya razón no basta para hacerle comprender estas limitaciones de los poderes de la razón consciente y que desprecia todas las instituciones y costumbres que no hayan tenido un erigen intencionado, puede convertirse así en el destructor de la civilización que sobre ellas de basa. Este va a ser el valladar contra el que la humanidad va repetidamente a chocar, solo para volver a caer en la barbarie

7-
La economía ha sido el campo sobre el cual la idea de que es posible un “control consciente” de toda la realidad social más ha influido. La idea de la “planificación económica” es parte del programa de casi todos los partidos políticos. El Estado debe planificar, se dice y la discusión se traslada entones al campo de la instrumentación: donde, como, cuando planificar. No se discute la idea madre.
Ingeniería social, ingeniería política son ya conceptos ampliamente difundidos. Ingenieros del alma, afirmó Stalin sobre los artistas de la Revolución.
La idea de que son los ingenieros los artífices del progreso ha arraigado extensamente.
Pero,
El ideal del ingeniero se basa en el desconocimiento del hecho económico más fundamental que condiciona nuestra situación aquí y ahora, la escasez de capital
El ingeniero considera que las variaciones de precio, los problemas de abastecimiento y logística son efectos de que aún existen “fuerzas irracionales” que afectan sus planes. De ahí su deseo de dominarlo todo, como si de una máquina se tratara.
La planificación económica central no es sino la aplicación de la planificación ingenieril a toda la sociedad, basada en el supuesto de que es completa concentración del conocimiento relevante es posible

El problema del conocimiento para la planificación es que éste no se encuentra accesible a la oficina del gobernante. Por el contrario, está disperso en millones de actores económicos – campesinos, comerciantes, industriales, trabajadores, consumidores, inversores, rentistas- y la mente individual solo puede conocer una fracción de ese conocimiento. Pero el hecho de que el mercado- el espacio de todos los posibles intercambios- exista, haya nacido y se desarrolle con independencia de cualquier autoridad central, que no sea panificable sino imprevisto y variable es algo que “el experto en ciencias naturales difícilmente podrá aceptar”.
Mientras las ciencias morales tienden a mostrarnos los límites de nuestro control consciente, las ciencias de la naturaleza, en cambio, amplían constantemente su radio de control deliberado, y esa es la razón de que el experto en ciencias naturales se rebele tan a menudo contra las enseñanzas de las ciencias morales
Este es el conflicto que subyace a todas las polémicas políticas de los últimos cien años. O se aplica la lógica ingenieril, que supone que la ciencia es la gran autora del progreso social y lo que hay que hacer es desarrollar su potencial al máximo, minimizando los grados de libertad de una sociedad a fin de evitar “interferencias” al Plan o, por el contrario, la ciencia debe dedicarse a desarrollar su campo, no intentando que desde su lógica objetivista se organice la experiencia humana.

Cuanto más avanza nuestra civilización técnica - y, por lo tanto, más el estudio de las cosas como distinto del estudio del hombre y de sus ideas abre camino a las posiciones más eminentes e influyentes- más significativo es el abismo que separa a estos dos tipos diferentes de mentalidad: el del hombre cuya suprema ambición consiste en transformar el mundo circundante en una enorme máquina cuyas partes, apretando un botón, se muevan de acuerdo con su plan, y el de aquellos cuyo principal interés es el desarrollo de la mente humana en todos sus aspectos, que en el estudio de la historia o la literatura, del arte o del derecho, ha aprendido a ver al individuo como parte de un proceso en el que su contribución no está dirigida sino que es espontánea, y en que participa en la creación de algo más grande que lo que él mismo o cualquier otra mente singular es capaz de planear

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