En 2011, el recordado Horacio Vázquez Rial me pidió que le
haga la reseña de su famoso libro, "La izquierda reaccionaria" en su
version para la Web.
Escribió
el 16 de marzo de 2011:
Querido
Esteban:
¿Harías
la reseña de La izquierda reaccionaria para LD? Unos 7.000 espacios.
Le
contesté:
Gracias
por este "encargo". El libro lo lei hace ya años y lo presté...sin
devolución. Supongo que puedo accederlo en la edición on line. Para cuando
habría que entregarlo?
Cuando
se la envié y la leyó me envió este mensaje que guardo en mi corazón:
Recibido
y leído, Maestro
es
justo lo que esperaba
miles
de gracias
y
un fuerte abrazo
Vázquez
Rial, además de escribir un libro importantísimo, tuvo la genialidad de crear
el término Izquierda Reaccionaria, el cual tiene una fuerza extraordinaria:
desmonta- con solo dos palabras- la mitología que iguala Izquierda a Progreso. La Izquierda no es el
progreso, nos sugiere, es la reacción más consistente y feroz al proyecto
liberal democrático.
Lo
más llamativo del libro de Vázquez-Rial es el punto de vista. Si algún pensador
conservador hubiera escrito una crítica a la izquierda a nadie le llamaría la
atención. Casi diríamos, está en su naturaleza. Pero que alguien
proveniente de la izquierda asuma el desgarro que significa quebrar con sus
mitos de juventud y exponer, al fin, las dudas y certezas que lo traspasan, el
producto tiene un valor complementario. Sobre todo si por ese proceso hemos
pasado miles de personas de nuestra generación.
Nos
dice el autor:
“Venía, como tantos otros,
preocupándome por la situación de lo que hasta aquí se ha venido llamando
izquierda, por la identidad de día en día más borrosa de ese sector del
pensamiento, o del no-pensamiento, con el cual me identifiqué durante largos
años, probablemente a falta de algo mejor. Intuía, más que veía, la miseria en
la que había caído y seguía cayendo, como en un pozo de fondo remoto, pero no
alcanzaba a precisar lo que la violencia de Al Qaeda reveló aquel día
y los que le siguieron: que el pozo no tenía fondo y que la decadencia de las
nociones que habían alimentado las visiones del mundo en general tenidas por
progresistas, ya no se iba a detener.”
Horacio
Vázquez-Rial no es el único que ha transitado ese cambio. Muchos otros lo hemos
hecho, aunque quizás de un modo discreto, sin la audacia y la brillantez de
Horacio. De algún modo él mostró el camino.
El
punto de ruptura final fue quizás para él y para muchos, el brutal atentado del
11 de septiembre del 2001. Las sonrisas cómplices, las condenas meramente
formales y en el fondo de todos los progresistas, la idea de que EEUU se la
“habían buscado” fue el detonante que muchos necesitamos para decirle adios,
definitivamente a los sueños de la Izquierda.
“Lo que siguió al 11 de
setiembre fue un estallido. Una confesión pública de identificación con la
barbarie, de repudio a la civilización y al pensamiento como tal, de
repugnancia ante lo político, de tolerancia ante el terrorismo, y de cólera
frente a la legalidad y la legitimidad de los Estados como marco de garantía de
los derechos humanos”
Todo
eso, y mucho más, quedó claro el 11 de septiembre. La sustancia de “La
izquierda reaccionaria” es el relato pormenorizado de ese estallido de
irracionalidad: de cómo una hija de Occidente - la izquierda que nació en las
jornadas revolucionarias del siglo XVIII - termina matando a su propio padre y
se abraza a lo peor: el fundamentalismo religioso, el nacionalismo, la
reacción. Es Roger Garaudy convirtiéndose al islamismo, es Carlos, el
guerrillero internacional, aplaudiendo a Osama Bin Laden. A eso ha llegado la
jibarización de la izquierda: del anuncio de un futuro de libertad y justicia a
la justificación de la matanza de inocentes.
Las
claves de esta decadencia son analizadas por Vázquez-Rial, con la sapiencia de
un arqueólogo, que analiza fragmentos dispersos para rearmar una realidad
cultural.
1.
El reduccionismo de la
autodefinición de izquierda, que vendría a ser todo lo que se oponga la
“derecha”: un mosaico que abarca desde Churchill a Hitler, de Vargas Llosa a
Trujillo.
2.
El abandono de la política
democrática, en el sentido de una lucha leal por el poder, sobre la base de
convencer a los electorados: atajos, golpes de estado, conspiraciones, guerras
prolongadas
3. La
asunción del “nacionalismo” como bandera de la izquierda, contra la tradición
internacionalista de sus fundadores.
4. Cuba
como el gran mito sobreviviente a la
Caída del Muro :” Las gentes de las izquierdas, las que
hace cuarenta y dos años depositamos nuestras esperanzas de transformación en
la revolución cubana —asumo mi parte—, debieran ser las más críticas, las más
interesadas en que esa pesadilla no se prolongue. Si es necesario, reclamando
el fin del bloqueo, pero con conciencia de que el final del bloqueo es el final
del régimen, el más deseable, el menos sangriento de los finales. Cuba, su
Mito, su bandera, es aun levantada por los restos de la izquierda, es una
pesadilla (,,,) solo un cínico redomado puede decir que hay un principio
que defender en Cuba, sea que se llame socialismo, sea que se llame igualdad”.
5.
La pérdida de la noción de
proceso- esa dinámica de la historia que lo único que predica es no hay un
"fin" de la historia, que la historia no se detuvo en la URSS o en China o en Cuba. La
cristalización, el congelamiento de la Historia es una de las claves del fracaso de la
izquierda para comprender la dinámica de lo real.
La
pérdida de poder de fuego político e ideológico tras la caída de la URSS se compensa, entonces,
con el apoyo -explicito o soterrado- a la barbarie fanática expresada por Bin
Laden y su terrorífico atentado a las Torres. Por interpósita persona, la
izquierda (antiamericana, fanáticamente antiamericana podría decirse) encuentra
su nuevo guía. El que fuera un líder fundamentalista islámico se
considera un detalle menor. Como recoge el libro, cierta dirigencia
izquierdista argentina, a la vanguardia de la alianza Marx-Mahoma,
planteó el carácter revolucionario de Osama. " Vicente Zito Lema , sostuvo que Osama bin Laden era “un revolucionario”, cuya lucha “es
parte de la lucha de clases” de “los oprimidos de la humanidad contra el
imperio”. Lo comparó con José de San
Martín, Manuel Belgrano ,
José G.
Artigas [líderes
independentistas de Argentina y Uruguay en el siglo XIX], Ernesto Guevara y
“mis compañeros caídos en combate”.
El
Mito ya estaba construido. Y la izquierda es muy eficaz construyendo Mitos. Es
lo que mejor sabe hacer.
El
estupendo capítulo sobre Multiculturalidad trae una síntesis brillante de las
similitudes y diferencias de dos tradiciones que han influido en la modernidad,
incluyendo a la izquierda: la tradición iluminista (universalista, igualitaria,
racional) y la tradición romántica (irracional, particularista, exaltadora de
las diferencias nacionales). De un modo muy claro Vázquez-Rial demuestra que el
romanticismo está en la base del antisemitismo: " ¿De qué modo la
noción de relativismo cultural, o de
multiculturalismo, como se ha elegido llamarlo últimamente, está asociada al
antisemitismo en particular, por la historia del Romanticismo alemán, y al
racismo en general? La negación de la noción de humanidad, y su sustitución por
la de un conglomerado de «culturas» abre la brecha de la diferencia. Y el
racismo no se construye sobre la superioridad o la inferioridad de una
determinada raza: eso viene después, en segundo término: lo primero es la
diferencia de esa raza respecto de otras. Para aceptar la idea de que los arios
son superiores, o la de que los judíos son inferiores, tengo que aceptar
primero que son diferentes. Es tan racista afirmar que todos los judíos son
malos como afirmar que todos los judíos son buenos. O los árabes, o los chinos,
o los sioux, lo mismo da. Al diferenciarlos, los separo de la idea de
humanidad."
La
izquierda nació bajo el espíritu del iluminismo, pero ha virado hacia el
romanticismo: la multiculturalidad, el desprecio de la cultura occidental, la aceptación
entusiasta de la diversidad cultural, incluyendo las prácticas de
ablación, el asesinato de mujeres adúlteras, explotación de la mujer, la
negativa de los inmigrantes islámicos a aceptar la legalidad democrática
europea, todo en nombre del "respeto por la diversidad cultural".
Nos
dice el autor: " Las izquierdas han dejado de ser un proyecto
porque ni tienen un modelo de sociedad socialista dignamente defendible, ni se
han comprometido con la defensa del único sistema, el occidental, en el que les
está permitido vivir”.
El
abandono de Occidente, de las libertades, del ideal democrático con el pretexto
de que esos ideales se habían difuminado merced al imperialismo y al
capitalismo "salvaje" no hizo más que acercar a la izquierda a su
supuesto antagonista: "Todavía
hace falta más distancia, todavía hay adherencias en nuestro espíritu de una
sentimentalidad bolchevique, que nos impide a quienes nos formamos en las
izquierdas asumir la esencial identidad del comunismo y el fascismo como
respuestas revolucionarias paralelas, con un origen común, con una parafernalia
común, con una coreografía común, con un lenguaje común, con unos discursos
comunes."
Identificar al comunismo y al nazifascismo como las
dos caras de una misma apuesta antiliberal , para alguien que proviene de la
izquierda, alguien aun adherido a "la sentimentalidad bolchevique",
es una "audacia". Sabe que sus amigos lo tildarán de
"facho", de irresponsable: buena parte del Mito Soviético se
construyó con la "victoria sobre el nazifascismo". Y no es cuestión
de derruir mitos.
Vázquez-Rial sigue su indagación, incorporando bajo
su lupa la “política familiar” de la izquierda actual, muy diversa al
puritarismo de los viejos anarquistas del siglo XIX, la cuestión de la
soberanía- ambiguo tema en el que la izquierda duda entre su inicial
“internacionalismo” y la defensa de la Soberanía – como coartada para apañar dictadores-
junto al desprecio por la soberanía de los estados europeos y la apuesta por
los “nacionalismos de aldea”; la ecología como nuevo Mito anticapitalista,
incluyendo la postura “antinuclear” y muchos temas más.
Hay que leer el libro. Para los que amamos la
lectura, es una guia imprescindible para entender la polémica actual.
Culmina Horacio afirmando, a modo de síntesis: “ La
izquierda actual es un síndrome y una mitología. Los síntomas son el antiamericanismo como única
filosofía central, la renuncia a las nociones de proceso, de soberanía y de
Estado, entre otras, el multiculturalismo —que lleva al proislamismo acrítico
y, en consecuencia, a servidumbres políticas e intelectuales perversas—, el
antisemitismo, el nacionalismo, la manipulación de la memoria y de la historia,
el desconocimiento de la realidad moral de ciertas prácticas, tanto positivas
como negativas —la familia o el cultivo de opio—, las consignas que se repiten
sin que tengan ya ningún vínculo con la realidad.”
No hace falta acordar con todas las afirmaciones de
Vázquez-Rial. Eso sería lo contrario a un pensamiento libre e independiente.
Algunas tesis que sostiene mueven a la discusión, lo cual es bueno y sano. Solo
los fundamentalistas creen en cada palabra del Libro. Los liberales, afortunadamente,
tenemos muchas coincidencias y algunas disidencias,
porque el liberalismo vive del intercambio, la discusión y el consenso.
Hay que aplaudir la reedición de “La izquierda
reaccionaria” en su versión virtual. Los que no la leyeron en 2003 tendrán la oportunidad de acceder así a
una completa guía de los desatinos que ha protagonizado la izquierda
reaccionaria.
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